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sábado, 29 de noviembre de 2014

LUCAS 15 - EL HIJO PRODIGO

Lucas 15, 25-32 (RVR1960)
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.


Tengo un propósito cuando escribo estas palabras a la luz de la última parte del pasaje del hijo pródigo. Quiero situarme dentro de este hermano mayor, que para muchos ha sido símbolo del judaísmo farisaico de la época de Jesús, tan celoso de la ley, tan cuidador de ella, pero tan poco amables, o amorosos con quienes se equivocan, o se han equivocado.

Viendo las diferentes interpretaciones, este muchacho tiene muy mala pinta, y se resitúa en un contexto hostil para el lector, que tiende a dibujarlo con actitud altiva, distante, iracunda, y/o decepcionada. Os aconsejo un libro precioso que trata de la paràbola del hijo pródigo de Henri Noumen, El regreso del hijo pródigo, que acomoda la paràbola a Rembrandt, y que no os costará mucho leer, y de verdad que merece la pena.

Yo creo en este hijo. Y creo en él porque esta situación no nos es extraña a ninguno. Y símplemente muestra una actitud de incomprensión hacia las cosas que ha hecho su hermano. Se enfada, si. Pero en ningún momento se dice que este hermano hay dejado de amar al padre, o al hijo pródigo. En ninguno! Es más, de sus actitudes se describe a un muchacho trabajador , obediente y fiel que ha cuidado de la hacienda bajo la sonrisa del padre.  Además, siendo éste “hijo”, sigue teniendo la misma condición de filiación divina que el otro, a pesar de que se enfade, ¿o es que acaso alguien (humano) esta libre de enojarse?

Yo creo que no, y pienso que quienes interpretan este pasaje moviendo el texto hacia los escribas y fariseos se equivocan por completo. Porque en toda esta escena del reencuentro del padre amoroso y compasivo, reflejo de Dios, el que pone la nota de humanidad es éste hijo mayor, que si refleja alguna cosa, lo hace en tanto la condición humana, señal de libertad. Porque en su libertad, en su autonomía como hijo, ¿acaso no se puede enfadar? Si el Padre amoroso tiene esa capacidad del abrazo incondicional, al ser humano le cuesta mucho mostrar esa gratuidad. Claro... nos cuesta menos con algunos que con otros. Pero muchas veces ocurre lo de esta paràbola con los que son de la familia, o con los más cercanos cuando nos dañan.

Puedo imaginar el corazón de este hijo roto cuando su hermano quiso partir la herencia. Las charlas entre los dos para que desistiera, y finalmente cómo tuvo que apoyar al Padre mientras el otro no estaba, cuidándolo, tirando adelante la casa, viendo llorar, triste, a su Padre. Y puedo comprender su respuesta, porque a mi me ha pasado exáctamente igual, y no por ello me tengo que convertir en un fariseo, si es una actitud plenamente humana.

No me gusta lo que has hecho,diría. Pero, ¿quién puede certificar que después no se dieran un abrazo? Que recapacitaría ante las palabras de consuelo del Padre: Hijo, te comprendo, se todo lo que has hecho por mi este tiempo, pero ahora perdona a tu hermano.

Los hijos de Dios se equivocan, hacen llorar, hacen daño, la cagan de una manera increïble, y lo hacen constantemente, de forma voluntaria, de forma involuntaria... pero no dejan de ser hijos, o yo por lo menos no soy quien para juzgarlo y meterles de lleno la etiqueta de fariseos.

Jesús nos muestra que Dios, padre amoroso siempre perdona. Pero también nos muestra que el hombre no lo hace siempre, pero lo haga o no lo haga, sigue siendo hijo.


Aprendamos, pues, ante aquellos que nos hacendaño, o aquellos que no nos quieren perdonar, debemos comportarnos como hermanos, o como hermanas. Si tiene que ser, ya habrá reconciliación, y si no tiene que ser, que podamos vivir en paz, respetándonos, pero sin menospreciar a nadie, porque unos y otros, somos hijos de Dios.

viernes, 28 de noviembre de 2014

JUAN 2 - LA FIESTA

Y al día tercero se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y como faltase el vino, dice a Jesús su madre: "No tienen vino". Y le dice Jesús: "¿Qué tenemos que ver tú y yo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los que servían: "Todo cuanto él os diga, hacedlo. Había allí seis hidrias de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, cada una de las cuales podía contener de dos a tres metretas. Díceles Jesús: "Llenad de agua las hidrias". Y las llenaron hasta arriba.  Y les dice: "Sacad ahora y llevadlo al maestresala". Y lo llevaron. Mas cuando gustó el maestresala el agua hecha vino y no saa de dónde era, pero sabíanlo los que servían, que habían sacado el agua, llama al esposo el maestresala y le dice: "Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están ya bebidos, pone el peor; tú has reservado el vino bueno hasta ahora.

Primer milagro, o primer signo como diría el vocabulario joánico al respecto.  Jesús acude a una celebración, invitado seguramente por estos amigos que se comprometían, o quién sabe, quizás por algún pariente, o quizás por proximidad. Una boda, entonces, era un momento importante, porque era un espacio relacional, y casi nunca faltaba de nada. Me llama la atención, primeramente, que en la boda de estos amigos, el vino pueda escasear.

El vino era uno de los elementos principales de la fiesta, y teniendo en cuenta que en las bodas se tiraba la casa por la ventana, nunca faltaba de nada. Pero esta celebración es de gente humilde, de gente con pocas posibilidades económicas. Y el vino se acaba, porque ya no hay para más. Y se obra el milagro, María le pide a Jesús que prolongue la fiesta, y Jesús así lo hace. Pero no sólo accede, sino que propone un vino aún mejor.

El primer signo de Jesús nos muestra que elmaestro ha venido a celebrar con el mundo, con aquellos novios, con el pueblo de Canaá, y también contigo y conmigo. El evangelista nos propone cómo Jesús ha venido a participar de la fiesta del hombre, con el mejor vino. Y que lo que tenemos que hacer ahora nosotros, es también participar de esa fiesta que es por la humanidad. Jesús vino a servir, a entregar su vida, a promover un cambio, a instaurar el Reino, a vencer a la muerte, a… Sí, y Jesús vino a celebrar una fiesta, y a participar de la fiesta que ya estaba en el mundo.

Y del mismo modo tú, y yo, nosotros y vosotros, también tenemos que celebrar esa misma fiesta. La gran fiesta del ser humano, que se divierte, que baila, que comparte, que se casa, que se ama… y si de celebrar hacemos un punto de encuentro, y no una discordia, esa gran fiesta será, y será aún mayor que la tristeza, el desencanto, la fatiga… Y no nos preocupemos por las viandas, porque cuando el vino parece que se acaba, Jesús volverá a convertir el agua para el ser humano.

Un cristiano no puede apartarse del mundo, como sí lo hacen algunas sectas evangélicas, porque Jesús no vino  a hacer reservas con el ser humano, sino que vino para entregársele por completo. Pero no vino para hacer ningún sacrificio, recordáis que dijo: “misericordia quiero”. No creo que Dios quisiera que Jesús muriera, ¿no? Es un poco raro, quizás algún día toque el tema de Getsemaní y la cruz.

El mundo tiene que celebrar. Y en lugar de celebrar está inmerso en tanos problemas. Jesús vino a dejarnos una semilla de fiesta porque en las fiestas hay reconciliación, y son un espacio propicio para zanjar un algo con un abrazo. ¿Por qué no celebramos?, si la vida ya es un precioso qué para celebrar.

Es tiempo ya de celebrar el fin de tantas luchas, de hacerlo por dejar de contaminar el medio ambiente, de celebrar que remite el problema del hambre, de la enfermedad, del tercer mundo. Hay que comprometerse con esta celebración, y cada cual podrá hacerlo desde sus posibilidades, y cada acción es importante, porque al final, la suma de muchas va a hacer mayor esa fiesta. No perdamos esta ocasión de poder sumarnos a Jesús para celebrar en el mundo.



Se viene acercando un tiempo muy especial, y que también nos va a invitar a celebrar algo. Un nacimiento, que después nos llevará a una boda. Y los días que se aproximan ya van a ser para juntarnos con unos, o con otros, para abrazarnos, hacernos regalos, sonreírnos. Y para amarnos, brindar, bailar y cantar villancicos. Pero me gustaría que este año pensaras en esto, y cuando pasen las fiestas, puedas pedirle a Jesús, que transforme el agua en vino, y que la celebración, pueda continuar todo el año.

jueves, 27 de noviembre de 2014

MATEO 12 - LA CARA B


Mateo 12.1-8 Los discípulos recogen espigas en el día de reposo: 1Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y comérselas. 2Al ver esto, los fariseos le dijeron: ¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. 3Él les contestó: ` ¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre?´ 4Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. 5¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa? 6Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo. 7Si ustedes supieran lo que significa: "LO QUE PIDO DE USTEDES ESMISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS ", no condenarían a los que no son culpables.8Sepan que el Hijo del Hombre es Señor del sábado.

Veamos ahora la cara B de este pasaje, o podríamos decir, una reinterpretación del pasaje a la luz de otro agente: el rey David.

El Doctor Francesc Torralba dijo muy bien que: toda imagen genera una expectación. Y Jesús, para discutir con estos maestros de la Ley, adopta la figura de David, se hace David al referirse al sábado. Jesús, ahora, tiene la misma autoridad que tuvo el rey, incluso más dirá. Y es curioso, porque desde esta afirmación, el evangelio nos conduce hasta el punto culminante de la entrada triunfal a Jerusalén, donde el nuevo rey es aclamado por la gente, quienes lo reciben.

No es ninguna novedad que el ser humano se mueva por referentes. Todos tenemos alguno, a Jesús, a nuestro padre, a un futbolista, un cantante… dependiendo de la edad, de la madurez, o del sentimiento, esta imagen puede darnos seguridad, confianza, una opción, o un modo de hacer. Crecemos muchas veces a imagen de aquel referente, y lo hacemos porque en nosotros a generado una expectación. Pero, ¿Qué sucede cuando esa expectación no cumple con nuestra pretensión?

Situémonos en estas veces cuando algo o alguien que era imagen de referencia para nosotros nos ha decepcionado. Y puede ser por muchas causas, desde las más problemáticas (bebida, droga, estafa, mentira…) hasta las más funcionales: un buen profesor, por ejemplo, que luego en su vida privada es un mal padre… Sabemos muchas, pero busquemoslas, es importante para entender este pasaje. Tengamos presente a esa persona ideal que por uno u otro motivo abandonó el pedestal.

Jesús, que ofrece una nueva forma de comportarse mayor que la Ley, que vence en sus discursos a los fariseos y a los escribas, que sana enfermedades… sea convertido en la imagen expectante de un pueblo que esperaba la venida del Mesías. “Será éste el que había de venir?” se preguntarán, y ahora es recibido con honores en Jerusalén, la sacro ciudad judía. Y en ella, Jesús aún mostrará su autoridad. Pero cuando más convencido estaba el pueblo de este Cristo mesiánico, Jesús, en Marcos 13, 1, predice la destrucción del Templo.

El Templo! Que era lo más sagrado, lo más importante, lo que les daba identidad. Cómo Jesús va a destruirnos el Templo? Cómo este rey, que se hizo como David, quiere ahora destruir nuestro lugar de encuentro con Dios? Quién puede entenderlo?
Este Jesús, que quiere romper con aquello que es tan importante en mi vida no lo quiero. Este Cristo capaz de destruir lo más sagrado que hay en mí no puedo aceptarlo. Y a pesar de que pueda reconstruirlo mejor, y en tres días, no consentiré que destroce este Templo.

En esta cara B, el evangelista muestra un itinerario de imágenes. Por un lado nos presenta una imagen real, bonita, poderosa, que nos gusta: Jesús – David; pero por otro lado nos enseña otra imagen que va en contra de nosotros, de lo que Dios nos dio hace tiempo, que es la imagen de Dios – Templo, ahora Jesús - Templo.

Una imagen merece la gloria, la otra, conduce al calvario. En clave judía era muy difícil aceptar esa imagen de Jesús – Templo, pero resulta curioso que en todo este proceso de la cruz, Pilato nos coloque esta ironía, y en un cartel, Roma irónicamente aceptó a Jesús, como la imagen de Rey: Jesús – David, clavada por la otra imagen, Jesús - Templo.

Podemos, nosotros llegar a ver cómo estos judíos, cegados, decepcionados, llegaron a crucificar al que era imagen de su Rey David? Y cuando en nosotros esa imagen también genera decepción?

Nuestra vida entra por los ojos, lo que me agrada, lo que no me agrada, lo que me apetece o lo que me daña;  y yo puedo o no aceptar esa imagen. Y cada persona lo hace según lo que ha vivido, o quiere vivir, o no. Pero quiero decirte algo, amigo, amiga, si en tu vida hay un Templo, deja a Jesús que lo destruya.



miércoles, 26 de noviembre de 2014

MATEO 12 - QUIEN HACE EL SABADO?

Mateo 12.1-8 Los discípulos recogen espigas en el día de reposo: 1Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y comérselas. 2Al ver esto, los fariseos le dijeron: ¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. 3Él les contestó: ` ¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre?´ 4Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. 5¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa? 6Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo. 7Si ustedes supieran lo que significa: "LO QUE PIDO DE USTEDES ESMISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS ", no condenarían a los que no son culpables.8Sepan que el Hijo del Hombre es Señor del sábado.

Bien podría llamarse este pasaje: Jesús devuelve al hombre su dignidad, aunque los redactores, aquí, han querido destacar más la problemàtica propuesta en el día de reposo judío. Deberíamos entonces escribir a cerca de la ruptura del “sabbath”? Por supuesto, pero no es nuestra intención. Creo que es mucho más importante ver cómo Jesús reclama para el hombre, que se le devuleva lo que es en esencia, libre.

Todo parece indicar, como vemos a lo largo del evangelio, que los redactores del evangelio seleccionaron estas situaciones del sábado para ilustrar como Jesús confrontaba y trataba con los líderes religiosos, sectas y tradiciones del Talmud. Las buenas nuevas de Jesús eran distintas del legalismo y ritualismo de las tradiciones Judías (véase Mateo 5:21-48). Y para la comunidad cristiana, proponer la novedad de Cristo era para devolverle a mujer y hombre su importancia y primacía en cuanto creación amorosa de Dios.

La esencia de la vida está en el ser humano. La clave cristiana está en el ser humano. Y Dios se encarnó en Jesús por amor a este ser humano. Y no hay mayor verdad que esta: que Dios creó al hombre por amor, para que este fuera capaz de amar.

Pero el hombre pronto se olvida de aquello para lo que está llamado, y entreteje una complicada telaraña de formulismos, de leyes, de preceptos… Ahora no puedes caminar más de tantos metros, ni arrancar espigas en sábado, ni sanar el día de reposo… En definitiva, torpezas que nos impiden amar al otro. Pues qué es más importante dirá Jesús: la misericordia? El amor? O una formula?

Piensa ahora, cuando antepongo mi trabajo, cuando lo primero es el dinero, cuando encuentro cosas más importantes que dedicarle tiempo a mi hijo, cuando llegar a un sitio impide dedicarle algo de mi tiempo a quien lo necesita… Y estoy diciendo que todo esto es más importante que la vida humana, que mi salud, que mi familia, que mi misma intimidad? Y cuántas cosas hay en mi vida que me privan de mi, que me sujetan al sabbath y que las veo normales?

Nos olvidamos del hombre, estos mismos judíos se olvidaron del hombre. 
¿Qué es el hombre? Dirá el salmo 8, pero 
¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él?

Es mi familia diría Dios, es mi hijo, mi hija. Y ¿Quién es el hombre para que tú, hermano, o hermana, te olvides de él? O qué es el ser humano para que el whatsupp, el teléfono, o intenet puedan ser un vínculo mayor que el propio ser humano. En cuántas ocasiones mi actitud me deshumaniza, y no sé en qué me convierto. Me olvido de esa declaración de Jesús, me olvido de ese clamor de Cristo: Tú, eres más importante que todo.

Y me invita a romper con estas actitudes que son como aquellas tradiciones. Si supierais qué quiero, dirá, no sacrificios. No sacrifiques tu vida, no prives a tu libertad. No condiciones tu ser humano, lo que eres. Tu identidad es también un don precioso de Dios, y Dios te la ha dado por algo, eres único, eres única, no pierdas nunca tu unicidad. Si el amor de Dios se manifiesta a través de ti, lo hará siempre por cómo eres, no por lo que pretendes ser, o por lo que te has olvidado de ser. Jesús reclama al ser humano: recupera lo más esencial de ti mismo, no permitas que te condicionen, porque lo más importante es la persona. Eres tú!

Misericordia, Quiero misericordia, no sacrificios.


Vuelve tu mirada al ser humano, vuélvela con amor. Mírate, ves al espejo, lávate la cara, sonríe y mírate. Tú eres el sábado, el sábado no eres tú.

domingo, 23 de noviembre de 2014

JUAN 11 - JESUS LLORA

Juan 11:28-35 (RVR1960): 28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.35 Jesús lloró.


El pasaje de la muerte y resurrección de Lázaro es uno de los puntos más hermosos en los que el evangelista nos ofrece esa doble visión luz/tinieblas dentro de un marco práctico claro y delimitado: el suceso de Lázaro.

Que Jesús llore, que se aflija, o que se emocione al ver la escena ante el sepulcro del amigo,  es motivo más que suficiente como para deducir que si Jesús llora, lo hace por el hombre (y la mujer). Lázaro, es un arquetipo de la humanidad que muere. Jesús, que había venido a dar su vida por la humanidad, se encuentra ahora con que esos hombres y mujeres que debían ser receptores de la vida, estaban muertos. Pero junto a la muerte, sobreviene el lamento de las hermanas, que bien pueden representarnos a nosotros, o no, porque también nosotros estamos muchas veces muertos.

Hay una figura que me sitúa en estas hermanas como la última resistencia ante este mundo cada día más triste, más violento, más loco. Personas que todavía hoy tienen esa necesidad de salir a la calle a protestar no sólo contra la injusticia social, sino también contra la corrupción de la política y la economía. Y salen llorando, lo hacen por cada lágrima que cae ante la realidad de México donde que se derrame sangre forma parte de su normalidad, o por los secuestros y violaciones de tantas niñas en África... Lloran por impotencia, porque no pueden hacer nada para impedir estas situaciones, porques su aportación no puede trascendir a lo decisorio, porque en este mundo, el control ...

Las que lloran con desconsuelo por la justicia, por la paz... Con la misma sensibilidad con la que luego también llora Jesús. ¿Alguien realmente piensa que Dios no llora ante la muerte, la injusticia, el hambre...? Pues bien, Dios llora cada día por cada persona torturada, engañada, echada a la calle, necesitada, hambrienta... Y esas lágrimas nos deshumanizan, nos recuerdan la célebre frase de Hobbes que creía al hombre el lobo del hombre: incendios provocados, la deforestación, la extinción animal, la contaminación...

Y recuerdo la exclamación de una de ellas: Señor, si hubieras estado aquí esto no habría pasado, y mi hermano seguiría vivo. Pero el Señor siempre ha estado, y siempre estará. El amor de Jesús por nosotros nunca se extingue, jamás dejará de ser, porque a pesar de todo Él sigue amándonos, lo hace sin reparo, sin esperas, lo hace como somos, y a pesar de lo que podemos hacer. Siempre va a haber un abrazo.

Y puedo ver ese abrazo cada vez que veo a esta comunidad entregada por amor: cuando veo la participación ciudadana, o a los millones de voluntarios que dan su tiempo y su esfuerzo por los demás,  o a las asociaciones sin ánimo de lucro que trabajan por la paz, o a la cooperación que permite llevar alimento a quien no tiene, o sanidad al que está enfermo... Lo veo cuando te miro a ti, y cuando me abrazas, cuando me llamas, cuando me dices: Te quiero...

Siempre hay dos visiones,¿verdad? Pienso que Jesús miró hacia un lado y lloró por esta sociedad que ha dejado de palpitar. Pero también pienso que, entonces, se volvió, y lloró, y que en ese momento alguno de ellos se acercó al maestro, y lo abrazó. Y lloró con él.

Cuando veo esta imagen recuerdo perfectamente aquella escena de la película: Cadena de Favores, cuando al final del film todos aquellos vecinos, familiares, amigos, conocidos... dejan una vela encendida delante de la casa de Trevor. Esa es la actitud de la resurrección de Lázaro, tu aportación de amor no es en vano en este mundo. Y es capaz de iluminar la noche más oscura, cuando lloro desconsolado porque he perdido al hombre.

Ahora, mirando la agenda del teléfono, y repasando los que están y los que no están, o los que estuvieron, siento algo extraño en mi corazón, porque os recuerdo amando.

Que el mundo siga, pero que lo ilumine vuestra vida.

sábado, 22 de noviembre de 2014

MATEO 12 - CAFARNAUM

 

La madre y los hermanos de Jesús (Mt. 12, 46-50; Lc. 8, 19-21)

31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.  32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. 33 El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

En Cafarnaúm se sucede lo que ha venido a llamarse: la vida pública de Jesús. El principio de la etapa ministerial del maestro, los momentos de los grandes discursos, de las muchas parábolas, de las lecciones. Agolpados junto a él, una muchedumbre que escucha el mensaje. Y a su lado, los discípulos, que acaban de recibir su apostolado a orillas del mar de Galilea.

En Cafarnaúm, no obstante, se celebran las primeras cenas entre Jesús y  los suyos. El núcleo fuerte. Si bien es cierto que durante aquellos días era tanto el trabajo que, a veces, hasta se les olvidaba de comer.  Y qué humano, porque aun queriendo reservar para el día esos momentos de retiro silencioso para buscar la relación íntima con el Padre, lo cierto es que solemos hacer como ellos, y ofrecemos el día a nuestro trabajo, a nuestros voluntariados, a nuestros estudios, proyectos… Horas, horas, horas. Nos olvidamos de comer.
No obstante, en estas primeras cenas empieza a forjarse esa actitud que se prolongará hasta la última cena. Y de este modo, este primer amor más visceral se transformará en voluntad de entrega, fidelidad, amistad y compromiso. En esta forma de conocer a Jesús, el evangelista retratará que: tanto amó a los suyos que estaban en el mundo, que los amó hasta el fin.

Así se instituye la eucaristía, el mandamiento del amor, la fidelidad del servicio. Así, también, se suceden las complicidades, se comentan los proyectos, se comparten los sueños. En la cena, igualmente, aprendemos a descansar en el amado, en su pecho. Aprendemos no sólo del momento eucarístico, aprendemos a escuchar el pálpito de su corazón.

Son, pues, estas primeras cenas las que después del trabajo, del ministerio, de nuestra sujeción con el mundo, nos permiten entrar en la intimidad de la familia. A veces ofrecemos descanso, a veces una confidencia, a veces lo hacemos en silencio. Jesús acaba de presentar el sermón del monte, y dónde si no cenando, entrando en esa intimidad, encontramos un mejor escenario para que su enseñanza se vaya posando en nosotros?

Juntos descubrimos el Reino, a Dios. Será curioso descubrir que cuando Mateo se refiere al Reino, se está refiriendo directamente a Dios, aunque sin nombrarlo. Los judíos, habían preceptuado tanto la vida, que ya sólo les quedaba no nombrar a Dios. Así, ante la imposibilidad de llevar a cumplimiento su normativa, encontraron la forma de no tener que dirigirse directamente a Dios.

Nosotros celebramos la vida, y cada uno aporta lo mejor que tiene. Algunos ternura, simpatía. Los hay que aportan sabiduría, y algunos incluso  una canción, un poema. No nos hace falta tener que eludir nombrar a Dios, porque a diferencia de los judíos, nosotros nos equivocamos mucho, muchísimo, y no tenemos esa necesidad de perfección, o de purificación. Mi fragilidad, mi imperfección, mis errores, son muchos. Pero entiendo que lejos de condenarme, Dios me ama así, tal como soy. Entonces, voy a tener que cumplir todos los mandamientos? O voy, simplemente, a dejarme amar por el Señor?


No es fácil la respuesta, aunque a veces viene bien recordarlo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

MARCOS 1 - BAUTIZADO EN AGUA

Marcos 1,9-13

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.


El relato del bautismo de Jesús es, en el evangelio de Marcos, uno de los textos más cortos y que más teología encierra por la importancia del signo sacramental Su brevedad, parece indicarnos la humildad de los dos agentes bautismales, Juan y Jesús, quienes como el texto, querrán en ningún momento mayor dignificación que la de trabajadores del reino en pro de la libertad del ser humano a través del agua, primero, y del Espíritu después. Uno como complemento del otro, y necesariamente unidos, con la modestia necesaria para reconocerse no sólo el ministerio, sino también el tiempo de trabajo, que de un modo casi ejemplar transita de Juan hacia Jesús con las palabras: - es necesario que yo mengüe para que Él pueda crecer.

La raíz griega que se nos propone en el texto para el bautismo de Juan es METANOIA, un cambio profundo en nuestra forma de actuar, o si preferimos un profundo cambio de vida, que implica tanto una revisión de las conductas primitivas, o morales, y de las conductas más íntimas, o espirituales. En cualquier modo, el bautista nos muestra la necesidad de que la sociedad cambie de forma de vivir, aun proponiendo solamente que se maneje desde actitudes morales o legales. Así, los primeros cambios, los del bautismo del agua, son de origen mosaico, y nos traen un cierto recuerdo a los 10 mandamientos. No robar, no matar, hacer limosna… Comportarse, en definitiva, como una buena persona. Juan se presenta a sí mismo como precursor de esa nueva manera de amar encarnada por Jesús. A partir de Jesús, Dios es Emmanuel. Y Dios se convierte en una relación amorosa.

El bautismo de Jesús significa que Él se solidariza con el pueblo y aprueba el bautismo de Juan como una preparación necesaria a su venida. Su inocencia es confirmada por el cielo; Marcos describe cómo los cielos se abrían y cómo el Espíritu Santo descendía en la figura de una paloma. Es la unción de Jesús para tener el poder de repartir el perdón y la paz. La paloma, como símbolo de paz es una ilustración excelente de este Príncipe de la paz.

Con Jesús llega el elemento interior, la ligazón con la Buena Noticia, es la entrada en el agente cristológico. Ahora el bautismo tiene otra reminiscencia: el cambio en el corazón que ya predicaron los profetas. Y las coordenadas del buen comportamiento externo nos dirigen ya hacia un camino interior, de búsqueda más íntima, de recorrido espiritual. Y nos recuerda que el ejercicio que un ser humano hace hacia el corazón para rectificar actitudes de fondo suele quemar. Y quema, primero, porque cuesta mucho atender a la humildad y aceptar que soy imperfecto y fallo. Y, segundo, porque de encender una hoguera en el corazón, del calor que se desprende, puedo abrumarme y salir descolocado. Con todo, ahora Jesús nos anima a recorrer ese camino, y nos alienta a entrar a la hoguera del Espíritu, aquella que con fuego, enciende nuestro corazón.

Los cielos se abren en cada bautismo, y Dios desde el cielo muestra la misma complacencia que con Jesús cada vez que la comunidad cristiana da la bienvenida a un nuevo miembro. El bautismo abre dos puertas muy diferenciadas, una en la tierra que nos vincula directamente con los hombres, y otra en el cielo, que nos concede la filiación con Dios. Pasamos a ser hijos o hijas amados de Dios, pero pasamos también a ser hermanos o hermanas de la gran familia en la tierra. Jesús nos enseñó con el bautismo un camino de amor a los semejantes, y nos cedió el testigo y la responsabilidad de hacer lo mismo que Él. Ese fue su testamento, y esa es la complacencia de Dios.

Y Jesús se va al desierto.

En el plano personal, hay muy poca distancia entre nuestro corazón y el desierto. Incluso a veces podemos atravesar un desierto en el corazón:
-          Hay un desierto que es para meditar, para descansar, para tomar aire y salir reforzados, espiritualmente más llenos, o descansados.
-         Y hay un desierto que implica sequedad, falta de algo, carencia, nada.

Y por ambos desiertos vamos a pasar en numerosas ocasiones a lo largo de nuestra vida. Sin elección, como si una fuerza mayor propusiera las circunstancias vitales para que transcurramos de un desierto al otro a modo complementario. Y sin saber por qué, de todas estas ocasiones, Dios se sirve para llevar algo a nuestra alma. Aprendemos así de los tiempos contemplativos, y de los tiempos abandonados. El desierto, entonces, cumple el propósito de preparar en nuestra vida, espacios para la transformación.

Con todo, el evangelista nos hará también una referencia a que en el desierto estaban las fieras. Y aunque podamos entender que lo salvaje asuste, aquí Marcos nos deja una perla de sujeción ancestral que nos mueve directamente al relato de la creación del Génesis. Allí, en el gran jardín, hombre y bestias conviven en paz y armonía, y estas bestias, por mandato de Dios, viven sujetas al hombre, en quien sustenta la obra creadora. Ahora, otro hombre, Jesús, recobra esa sujeción, y con ella, el especial orden del Dios del Génesis.

En este mismo desierto, por tanto, convive lo más dócil con lo más salvaje. Y como en nuestro corazón, convive nuestra fragilidad con nuestra imperfección, con nuestros lados salvajes. Y ambos estados están en el desierto, y de las dos naturalezas se despliega mi persona, sin olvidar ninguna, sabiendo que soy lo que soy. Jesús nos invita también a ser conscientes de lo que convive en nosotros, pero también nos permite leer que con Él, estas naturalezas pueden sujetarse. Y las fieras seguirán siendo fieras, pero sujetas a Jesús esa ferocidad será un instrumento de amor ardiente, de fuego.


Cada día podemos aventurarnos a vivir ese desierto. Dedicarnos a estar un tiempo con Dios, escucharlo o no escucharlo, pero a fin de cuentas sentirlo. Pero hay en este desierto algo muy especial que me permite entrar en él para salir transformado. 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

MATEO 20 - LOS OBREROS DE LA VIÑA

Mateo 20,1-16 

El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña. Convino con los jornaleros en pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada. Les dijo: “Id también vosotros a la viña. Os pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Finalmente, sobre las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: “¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?”. Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues id también vosotros a la viña”.

Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”. Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario correspondiente a una jornada completa. Entonces los que habían estado trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario. Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo diciendo: “A estos que sólo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor del día”. Pero el amo contestó a uno de ellos: “Amigo, no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías por esa cantidad? Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.

Así, los que ahora son últimos serán los primeros, y los que ahora son primeros serán los últimos.


El evangelista, capítulos atrás, nos hacía referencia a una posible interpretación del texto que estamos leyendo:
En Mateo 9.35, Jesús recorría todas las ciudades, y enseñaba en las Sinagogas, pero viendo a las multitudes dice que tuvo compasión de ellos, porque estaban descarriados. Y fue entonces cuando dijo: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Y nos sitúa ahora en la parte donde el Señor de la mies sale en busca de esos obreros que hacen falta para trabajar los campos. Mateo, por tanto, con este texto quiere dirigirse a su comunidad, los jornaleros que van a trabajar para el Reino de Dios como en aquel tiempo demandara Jesús. Pero Mateo nos recuerda algo importante al final de este evangelio: la cosecha no es nuestra, es de Dios. Y lanza una pregunta importante ¿Puedo yo juzgar la bondad de Dios?

Este es el contexto que nos plantea Jesús para compararnos el Reino de los Cielos, que en el evangelio de Mateo es Dios (Reino de los cielos se utilizó por los judíos para no referirse directamente a Dios). Pero no creemos que el Reino sea un lugar de trabajo, simplemente. Lo que Jesús quiere hacernos ver son las relaciones que se dan en ese Reino.

Primer punto de inflexión hacia la pregunta que Mateo nos lanza en este evangelio ¿Puedo yo juzgar la bondad de Dios? ¿Qué diferencias existen entre la justicia de divina y la humana? 

Sin dudas, que la comunidad de Mateo trató de, con estas preguntas, marcar distancia con el judaísmo de la época. La justicia de Moisés no es la justicia de Jesús. Y que el precio de la paga, al final, sea el mismo para todos, parece incluso que sea algún tipo de añadido al Sermón del Monte que el evangelista retrata a lo largo de dos capítulos. De la importancia del Sermón de la Montaña, la importancia de la actitud de los trabajadores.

Pero esta parábola da un giro, como suele sorprendernos Jesús, cuando llega la hora del pago. El amo dice a su capataz que comience a pagar por el último que llegó y, para sorpresa de todos, van desfilando los jornaleros y a cada uno le paga la misma cantidad. Los primeros en llegar, además de esperar su turno, el último, ven con decepción que reciben lo mismo que los que llegaron cuando casi se ha terminado la jornada.

¡La justicia humana entonces reclama! En este momento es donde fácilmente podemos empatizar con los jornaleros agraviados. Organizar un sindicato. Ir a reclamar ante las autoridades la “injusticia” que se ha cometido. Y aquí está el punto de inflexión. El Reino de los Cielos no se basa en la equidad que construimos los seres humanos. Para el amo, la igualdad de la persona está por encima. Todos han trabajado, más horas o menos. Lo importante es que se han incorporado a la viña. Y lo importante es, también, que a cada uno se le han cubierto sus necesidades.

Volvemos atrás en el tiempo y saltamos de este evangelio al Sermón del Monte. Jesús, en Mateo 5.20 dirá a la comunidad: “si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas o fariseos, no entraréis en el Reino de Dios”. Y nos retumban en los oídos ahora aquel principio del Sermón, las bienaventuranzas, y su doble perspectiva: una en el cielo, y otra en la tierra. Y nuevamente Mateo nos ilustra sobre cómo es la justicia de Dios, que revierte en ambos reinos para el bien de los hombres. Hay una justicia que mata, que es la justicia de la letra que cumplen los escribas y los fariseos. Y hay una justicia que da vida, la del amor, que se encarna en Cristo Jesús.

Jesús recordará a lo largo de su ministerio en este evangelio de Mateo que sus discípulos deben vivir como Él les ha enseñado, no como figura en la Ley de Moisés, y será una constante que la comunidad también aprenda a vivir como quería Cristo, y no como quieren los fariseos, los judaizantes.



La constante en la vida de los primeros cristianos sí fue el ágape que nos presenta Lucas, pero después, a la muerte de aquellos apóstoles, se nos presenta un nuevo orden dentro de las comunidades cristianas, y el evangelista ve, aquí, la necesidad de recordar a sus miembros que hay una justicia mayor que el Señor está reclamando, y no se cumple, y genera problemas. La generosidad de Dios, la caridad, cumple aquí con el requisito de querer regresar a la enseñanza básica de Jesús: desde el amor. Así asegura el autor que la generosidad de Dios es tal que guarda la misma paga para los primeros que trabajaron, los apóstoles, que para los últimos que se incorporan, los miembros de la comunidad de Mateo.

Aunque Mateo parece que nos propone una economía de la salvación. Primero la salvación es de los judíos, aunque luego también lo será de os gentiles. Y luego, le da un giro de clara posición anti farisaica porque hay algunos de estos primeros, que serán últimos. Por tanto, ya no es un verdadero israelita aquel justificado por la sangre, sino que del vino de las viñas trabajadas se vierte ahora una nueva sangre, de carácter bautismal por la que se otorga filiación divina. Y estos últimos, llegarán a ser los primeros. Y así se rompe la tradición judía clásica. El capítulo 28 será, pues, el culmen de esta parábola de trabajo en las viñas.

Entonces ¿Puedo juzgar la generosidad?

Que lanza se tira contra el fariseísmo y los observantes de las leyes mosaicas. Ellos, tan acostumbrados a medir todo, a discutir de todo, a juzgarlo todo. Serán capaces también de juzgar a Dios, que es bueno.

¿Seré yo, incluso, capaz de juzgar esta bondad?

Seguramente sí en mi condición humana, que siempre mira hacia ella misma, y rara vez como Cristo. Francamente sí, y seguramente sea porque mi mente está cauterizada a este ritmo social egoísta y despreocupado, casi insensible a la necesidad, y acostumbrado ya a hacer juicios cada día delante del televisor cuando veo lo que pasa en el mundo. Soy dado a enjuiciarlo todo, y ahora me veo en esta disyuntiva con Dios, y encima aun lo juzgo.

¿Quién puede salvarme ahora, que mi libertad se ha levantado contra Dios?


No puedo seguir con este corazón de piedra, no puedo caminar mirando a otro lado, dando la espalda a la humanidad, negándome a ayudar, muriendo en mi sillón, en mi trabajo, en mi sueldo. Jesús me invita a dejar entrar en mi corazón la generosidad, la gratuidad, el amor, la ultimidad. A ser sencillo. Y me abre las puertas de su hacienda para que trabaje para Él. Me promete una paga, un denario, el pago por una jornada de trabajo, y me invita a sentirme satisfecho no sólo por mi aportación, sino también por la aportación de esos otros que trabajan por la libertad del individuo. Me libera… ahora, ya no puedo juzgar la bondad de Dios, debo juzgar mi propia bondad.

lunes, 17 de noviembre de 2014

MATEO 8 - EL LEPROSO


Mateo 8,1-4

Cuando descendió Jesús del monte, lo seguía mucha gente. En eso se le acercó un leproso y se postró ante él, diciendo:
- Si quieres, puedes sanarme de mi enfermedad.
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-   Quiero, sé limpio.
Y al instante el leproso quedó limpio. Entonces Jesús le dijo:
-   Mira, no lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio de ellos.

Mateo nos sitúa este capítulo 8 inmediatamente después del SERMON DEL MONTE. Jesús acaba de hablar sobre aspectos importantísimos, dio una lección magistral, y lo hizo (es importante) cuando ya lo habían sacado del templo. Ahora, lejos de las paredes del culto judío, Jesús va a colocar su trono en la tierra, y lo hará con mucha simbología, sentándose en la hierba, sentándose junto con todos los hombres y mujeres que han venido a escucharle. Es la inmediata preparación que nos va a llevar a este capítulo 8 en el que Jesús sana a un leproso, a un centurión romano, a la suegra de Pedro y a los endemoniados gadarenos. El resultado? La gente querrá seguirlo.

Y entre esa muchedumbre que le espera ansiosa, según nos cuenta Mateo, hay uno que se ha atrevido a cruzar el umbral del aislamiento obligado, de la prescripción por ser un impuro leproso. Un hombre anónimo que decide buscar la curación acercándose a quien le han dicho que lo puede sanar. La lepra, como tantas enfermedades antes y ahora, se asociaba a un pecado cometido. Incluso a veces ni siquiera cometido por el enfermo, sino por sus progenitores, como aquel ciego de nacimiento.

Cuando no comprendemos las cosas o no encontramos su explicación, nos asustan y las asociamos a la culpa. Alguien tiene que ser culpable de lo que pasa. Uno mismo o los otros.

Hasta 4 generaciones. Así entendía el pueblo judío el castigo de Dios por el pecado cometido, un arrastre generacional al que se accedía por herencia. Así, durante años, el pueblo asociaba ceguera, lepra, una mano seca, la pobreza… Para los rabinos, sanar la lepra era tan difícil como resucitar a un muerto, además era considerada castigo de Dios respecto a un pecado determinado. Quienes sufrían de esta enfermedad tenían estrictamente prohibido acercarse a la comunidad de Israel (esto era una señal visible de lo que los judíos entendían que merece la vida pecaminosa: ser echados lejos de la comunión de Dios a causa de nuestros pecados). La lepra era, entonces, por motivo de rebelión y desobediencia. Ser apartados, es el error más grande respecto de lo que Dios quiere para el pecador. Y Jesús va a dedicar gran parte de su ministerio a recordarnos que lo que se debe hacer es, al contrario de la tradición, acercarse a la gente como hermanos/hermanas, ofreciendo siempre la mano sin importar la condición o el motivo por el que alguien puede estar o sentirse alejado, apartado, o no tenido en cuenta. El amor, que es gratis también es para todo el mundo. Como diría Pablo tiempo después: Jesús vino a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
En ese sentido Jesús clamará por una justicia mayor que la de los escribas y fariseos, una justicia que se hace entendible cuando dirá, misericordia quiero y no sacrificios. Si en verdad conocierais lo que quiero…

La enseñanza del monte va dirigida a la acción en la Tierra. Serán bienaventurados los pacificadores, los justos, los de simple corazón, los misericordiosos… porque el fruto de su esfuerzo, de su dedicación, de su trabajo, será en beneficio del mundo. Y de esa actitud, se beneficiaran todas estas personas repudiadas, señaladas, abandonadas, enfermas, necesitadas. Y cada vez que se cumple con una parte de la bienaventuranza, hay un resultado en la tierra, y otro resultado en el cielo. Bienaventurados los pobres, porque en vosotros encontraran consuelo, hallaran el reino.  Entre los de Jesús, los bienaventurados encuentran consuelo, porque nosotros los consolaremos. Lejos ya de la retribución y el pecado, éste leproso acude presto a la llamada de Jesús.

El leproso se postró diciendo: “si quieres, puedes sanarme de mi enfermedad”. Postración que no es servilismo, sino humildad. Reconocimiento de la propia condición de carencia y ponerse en manos de quien puede ayudarnos. Y aquí se abre el diálogo, el encuentro con Jesús. “Si quieres”, le dice nuestro hermano enfermo. Aquí el verbo querer se transforma en el vínculo entre Jesús y su nuevo amigo. Si quieres. No le dice imperativamente: sáname. Incluso, reconoce que puede sanarlo, pero que sólo se hará si Jesús quiere...

¡Y cómo no va a querer! ¡Y cómo no va a querer!

Pienso que no es casual que este leproso se acerque al grupo de Jesús cuando el maestro ya ha sido expulsado del Templo. Tampoco lo son los gestos de Jesús con el leproso. Lo que sí es casual, entonces, es que el enfermo pida al maestro que lo sane. Si quieres, puedes sanarme de mi enfermedad. Y no resuenan ahora mis entrañas cuando pienso en cuántas veces a lo largo del día me encuentro yo en esta disyuntiva? Gente, situaciones, personas que se me acercan y me dicen que si quiero, puedo sanarlos de su enfermedad. No porque yo sea médico, o tenga alguna clase de poderes mágicos, o de sanación. El evangelio de Jesús es un evangelio para los enfermos, que son quienes tienen necesidad de médico. Entonces, debo empezar a pensar en todas estas ocasiones en que alguien me pide medicina, en que alguien me está pidiendo ser sano.

Podría pensar que realmente no puedo hacer nada al respecto, que de esto ya se encargará alguna ONG, algún voluntariado, o que cómo voy a sanarlo. Pero Jesús me está enseñando el camino. Y Él mismo me está interpelando: Si quieres, sana! Preocúpate de esa persona, dale lo que necesita, lo que tú puedas darle (con un vestido no pasará frío, con un plato de comida no pasará hambre, una cama suplirá el frío suelo, una ducha evitará infecciones…). No tengo manos de cirujano, pero empiezo a ver que si tengo manos de médico, y lo que debo empezar a hacer es a confortar a estas personas y, en lo que puedo, ayudarlos, ofrecerles medicina.

Si volvemos al texto, lo primero que hace Jesús es alargar la mano y tocarlo. Cuando nadie se atreve a tocar a los leprosos, que han de llevar una campana atada al cuello y avisar que pasarán por ahí para que la gente se aparte. Cuando la gente les deja la comida en el suelo y se aleja, ni a los perros se les hace eso. Cuando ni siquiera se atreve a respirar el mismo aire. ¡Cuántos leprosos vamos generando en nuestras convivencias, restringiendo personas, negándoles nuestro amor, evitando respirar su aire!

Jesús nos está invitando a conmover el mundo, a tocar al mundo. Este Dios encarnado, este Hijo del Dios vivo pasa por cada uno de nosotros, y cuando estoy tocando a alguien, cuando lo estoy abrazando, cuando permito que apoye du cabeza en mi pecho, cuando lo arropo, estoy fundido en un entrañable e íntimo abrazo con el Dios creador. Y en estos momentos se vuelve a escuchar desde el cielo: Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco. Tú estás cumpliendo el mandamiento del amor, tú eres amado, y tú eres mi hijo.

En esta historia se contrapone la pureza y la impureza. Pero Jesús está acercando ambos conceptos, y ni lo puro es tan puro, ni lo impuro un impedimento para alcanzar el favor de Dios. Se mezclan los conceptos, Jesús es un maestro confundiendo a sus contemporáneos. Les recuerda que los mandamientos del Padre ya no están inscritos en tablas de piedra, ahora están escritos en el corazón, y cuando esos mandamientos pasan por el túrmix del corazón deben encarnarse desde cualquier forma de amor. El amor es ahora el fuego que purifica, la herramienta, la medicina, todo lo cura el amor, todo!

Las tablillas de la ley han servido durante un tiempo, nos han ayudado a respetar la corrección, al ser humano, a evitar lo malo, pero se han convertido en un señor con capacidad de gobierno. Ha dividido al mundo en buenos y malos, en víctimas y bandidos, en dignos e indignos… nos conduce a la frivolidad, al prejuicio, a la discordia… separa!
Ý Jesús dirá: yo no vengo a abolir la ley, sino a darle su verdadero cumplimiento, su verdadero significado. Toda la ley debe pasar por el AMOR, y si no pasa por el amor no es ley de Dios. Quizás sí sea ley humana, pero cuando esa ley la sienta de hombres que recuerde siempre aquello de que: quién soy yo para juzgar a otro?
Que aprenda a acercar como Jesús a aquellos que quieren ayuda.

Pero no puedo forzar a nadie a ofrecerle esa ayuda. Que cada uno la acoja, o no. Este leproso pide ayuda a Jesús desde su libertad. Nadie le obliga. Que recuerde también que no debo juzgar entonces a aquellos que no quieren salir de su enfermedad. Si el leproso no hubiera pedido a Jesús ser limpio, podría haberlo seguido de lejos, o haberlo escuchado, Dios respetará siempre la libertad del ser humano, que haga yo lo mismo. Jesús no buscó a este leproso, sino el leproso se acercó a Él.

Al final Jesús le pide discreción. No quería que se creara una fama a su alrededor, tampoco quería enfrentamientos con las autoridades. Simplemente le recomienda que fuera al templo e hiciera lo que normalmente se hace en caso de una curación, con todo el ritualismo que lo acompañaba en esa época. Era una manera de ser admitido nuevamente en la comunidad y no seguir siendo marginado. Sin embargo, Jesús añade: “para testimonio de ellos”. Jesús no necesita testimonio, le basta que ese hombre concreto sea feliz. Los legalistas que vigilan los rituales sí que necesitan signos externos.

Jesús no excluye a nadie. Fíjate, que es curioso que Jesús mande a este enfermo a la sinagoga cuando según el evangelista Juan a Jesús lo han echado del templo. Que Jesús me sane, no implica que me ate. Que ayude a una persona, no significa que le deba la ayuda. Así vemos como a este leproso lo envía a la Sinagoga, o a los gadarenos los manda para ser testimonio a su pueblo, o como no pide al centurión que abandone sus quehaceres militares y se disponga a seguir al maestro.

En ningún caso hay una obligación de servir por recibir la ayuda de Dios. Nosotros, los cristianos, igualmente debemos tener esto claro, que si bien debemos ayudar a las personas, a los hermanos, a las hermanas, después no podemos ni pedirles, ni exigirles, ni tantearlo, ni tentarlos. Que haga luego cada cual lo que buenamente quiera con la libertad que se le proporciona.

Como pescadores, sólo debemos ayudar a llevar a los peces a la orilla, ayudar a liberarlos del mal. Ofrecer libertad a los cautivos dirá Jesús. Después, si ellos quieren seguir a Dios, pues gloria. Y si ellos deciden escoger otro camino, gloria a Dios que ahora puede escogerlo libremente.