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sábado, 31 de enero de 2015

MARCOS 4, 35 JESUS DUERME

MARCOS 4, 35 – 41: Ese mismo día, llegado el atardecer, les dice: Pasemos al otro lado. Y despedida la multitud, lo llevan en la barca tal como estaba, y había con Él otras barquichuelas. Pero una gran tempestad de viento se levanta, y las olas se lanzaban adentro de la barca, hasta el punto que ya la barca se anegaba. Y Él estaba en popa, durmiendo sobre el cabezal. Y lo despiertan y le dicen: ¡Maestro!, ¿no te importa que perezcamos? Y despertándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y el viento cesó y se produjo una calma chicha. Y les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados? ¿Aún no tenéis fe? Y temieron con gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que no sólo el viento, sino también el mar le obedece?



Hay algunos pasajes del evangelio que nos muestran a un Jesús como fuera de escena, descansado, orando, durmiendo… en definitiva, tranquilo. En este relato, Jesús se muestra tranquilo porque el evangelista va a poner el énfasis en el trabajo del ser humano. Puede que de manera correcta o equivocada el ser humano reme u lo haga porque en esta vida hay que luchar, pelear, trabajar, moverse. No somos individuos estáticos sino que necesitamos de este ejercicio constante que es nuestro paso por la vida. Digo nuestro, porque vemos claramente a un Jesús tranquilo y durmiendo mientras los suyos pelean contra las olas, que perfectamente pueden ser estas situaciones más difíciles y complicadas de nuestro diario, las que nos llevan al clamar inconsciente.

El evangelista nos dice que Jesús nos da plena autonomía para resolver nuestros conflictos y nuestras situaciones más normales. Él está con nosotros, sin duda, pero la autonomía forma parte de esa declaración de libertad con la que ya el autor del Génesis nos situó la vida de aquellos primeros vivientes. Aquí tienen el mundo, ahora domínenlo. Y un poco viene Marcos a recoger ese mismo reclamo para que nuestra dependencia de Cristo lo sea por la fe en amistad y para que aprendamos a gestionar las situaciones de nuestro diario sabiendo que las habrá más fáciles y más difíciles, así es la vida.

El viento y el mar, simbólicamente, son dos elementos que viven bajo el sometimiento del poder de Dios, que controla los elementos, así Jesús, ¿sí? El mar en la teología judía simbolizaba el mal del mundo y el viento vendía a ser, o a reconocer, los contratiempos o simplemente el canal de transmisión del mismo mal. En todo caso, vemos dos elementos con diferente suerte de autonomía: el ser humano que es libre y las fuerzas de la naturaleza que mantienen un vínculo de sujeción espiritual con el Gobernador celestial. Dos suertes dispares pero que, curiosamente, una apremia y también sujeta a la otra.

Dice el evangelista: no estén sujetos a los elementos, a las circunstancias. No se comporten como si no pudieran hacer frente a las situaciones, por peores que se presenten. No se decepcionen, no flaqueen, no lleguen a estados depresivos (podríamos afinar en nuestra época). Y no lo hagan porque el Señor confía en ustedes, por eso duerme en la popa, tranquilo. Por tanto, aprendan a discernir que no hay situación tan poderosa como para maniatarlos, aún en la muerte tenemos grande esperanza. Pero a pesar del dolor, sí, a pesar de él debemos ser conscientes de esta autonomía. Podríamos asegurar que todas las corrientes de autocontrol, de trabajo con las energías, de yoga… tienen su base en esta autonomía con que Dios obsequió al hombre y nos enseñan caminos diferentes para no vivir subyugados.



Hoy podríamos ampliar nuestro horizonte y allegarnos a las buenas prácticas que provienen de oriente, aprender a liberarnos, a no extrañar depender de Jesús para todo. Él vive a nuestro lado, mora en nuestro corazón y también nos recuerda lo que representa esa libertad. Aferrase a cualquier cosa, de forma radical, es maniatarse y devenir esclavo. Jesús, Dios confía en todo ser humano y del ser humano depende cada paso, cada elección, siempre respetada y siempre reivindicada. Hacemos un itinerario de Amor que no tiene sentido sin la libertad. Aprendámoslo!

viernes, 30 de enero de 2015

MARCOS 4 EL TRIGO Y LA CIZAÑA

MARCOS 4, 26 – 34: Jesús continuó: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que éste sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla. La tierra da fruto por sí sola; primero el tallo, luego la espiga, y después el grano lleno en la espiga. Tan pronto como el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»



Hoy el evangelio nos propone dos textos de carácter agrícola: el trigo y la cizaña y la parábola del grano de mostaza que vamos a descartar porque me sería imposible abordarla hoy, quizás para otro tiempo u otro momento encontremos el sentido. Quizás sean ustedes quien lo encuentren y me lo envíen, ¿quieren?

Respecto a esta parábola vamos a tener presente que el contenido no es introducido por Jesús sino por el evangelista de un modo claro y contundente. Se trata de una enseñanza general a la que los exégetas han dado diversos enfoques, algunos alegóricos refiriéndose a la Iglesia y otros de carácter escatológico, pero quisiera que nos quedáramos con este otro de los profesores de Salamanca:

1)            Pura parábola. —Lo que se compara no es elemento con elemento, sino dos situaciones. El Reino y una estampa agrícola. En la narración de ésta, todo son elementos reales y normales. El sembrador, una vez realizada la siembra, ya duerme o vele, ya se preocupe o no, sabe que la simiente por sí misma (αυτόματη) germina. Marcos, con su grafismo, pone la gradación tan colorista de cómo se va produciendo la germinación: hierba-espiga-trigo-sazón de éste. Y tan necesariamente sucede este germinar “automáticamente” de la simiente, que, al llegar a sazón, ”se mete la hoz”: es la hora de la recolección.

Así sucede con el reino de los cielos. A esta situación de la simiente que germina por sí misma, según el curso normal de las cosas, por ese vigor virtual que ella tiene, de igual modo sucede el germinar y desarrollarse del reino de los cielos: el vigor interno vital de que está dotado le hará irse desarrollando necesariamente, aunque posiblemente entra también en el contenido de la parábola el irse desarrollando como la germinación de la simiente, gradualmente. No es el hombre el que hace germinar ni desenvolverse ni la simiente ni el Reino, aunque condiciones externas puedan favorecerlo, sino el vigor vital de que están dotados. Un gran comentario a esta parábola son las palabras de San Pablo, cuando escribe: “¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor. Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios” (Confer BIBLIA COMENTADA PROFESORES DE SALAMANCA)

Las primeras comunidades o por lo menos algunas de las primeras iglesias sabemos que llegaron a interpretar mal la venida de Jesús, la parusía. La impaciencia de algunos, dicen, llevó al evangelista a proponer en este pasaje la incerteza del tiempo en el que había de ocurrir tal manifestación, pero fue también previsor y sabio en una parábola como esta que invita a vivir en el mundo a pesar de lo bueno y lo malo que hay en él porque no sólo desconocemos el tiempo de la parusía sino que hay que empezar a ver la vida como un misterio del cual participamos.

Mi visión de esta parábola de hoy también tiene que ver con la Iglesia, pero con la Iglesia que es la familia. El trigo y la cizaña crecen juntos y en nada depende del sembrador, a éste se le dice que las deje crecer. La vida, es un misterio y debe serlo. Pienso en los padres y en las madres, aunque también en cualquier persona. Miren, sin preámbulos les diría dejen crecer a sus hijos e hijas según este misterio vital, porque aunque velen o duerman el trigo y la cizaña crecen juntos. Si ustedes sólo desean el trigo para sus hijos corren el riesgo de cortar, de hacerles daño. En cambio sólo acompáñenlos en este tránsito de la edad y sus etapas (algunas más difíciles que otras), para que cuando llegue el momento de la siega, ese trigo encuentre el granero, que es la familia. Aprendan ustedes a ser granero.

El Reino de los cielos dice el pasaje no interviene contra la libertad del hombre, el trigo y la cizaña crecen juntos. También es un misterio. No todo tiene una explicación fácil ni pronta, tampoco racional, simplemente no la sabemos, pero la contemplamos y esta debería ser también nuestra oración, hacia el misterio.

A la gran pregunta: ¿ Por qué Dios permite las guerras, el hambre, la injusticia…?, podemos responder: ¿ Por qué lo permite el hombre?. Acaso no tienen ambos la misma responsabilidad? La forma de ver de Dios no es la nuestra, aunque debemos saber que también Dios mira a través de nosotros y por eso Dios tiene todos los puntos de vista, mientras que yo sólo tengo el mío (y quizás el de mi alrededor). Todos los puntos de vista forman la interpretación correcta, un punto de vista sólo malinterpreta porque es puramente subjetivo. El trigo y la cizaña…

Aunque la parábola dice que la tierra da fruto por sí sola. Dentro del ciclo de la vida surge otro interrogante, que el ser humano se encarga de oprimir y surgen las desigualdades. Si República Dominicana, por ejemplo, desarrollara todos sus recursos no formaría parte del tercer mundo. Si Francia no hubiera deforestado Haití, hoy día no habría personas comiendo arena porque no tiene más que comer… ¿Por qué lo permite el hombre? Dios permite la libertad porque Él es generoso. La tierra da fruto porque hay corazones solidarios, entregados, generosos, cordiales, inteligentes… El fruto es el amor.



Hay campos que ya están listos para la siega, pero mientras el hombre no quiera pasar la hoz, seguirán viviendo en opresión, en corrupción, en desigualdad, en hambruna… Que no se le vuelva a preguntar al Dios ¿Por qué? Cuando esa respuesta la puede interpelar el ser humano. Es el si no de la libertad, en la que hay trigo y hay cizaña.

jueves, 29 de enero de 2015

MARCOS 4 EN EL CANDELERO

MARCOS 4, 21 – 25: También les dijo: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es, por el contrario, para ponerla en una repisa? No hay nada escondido que no esté destinado a descubrirse; tampoco hay nada oculto que no esté destinado a ser revelado. El que tenga oídos para oír, que oiga. »Pongan mucha atención —añadió—. Con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes, y aún más se les añadirá. Al que tiene, se le dará más; al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.»



La experiencia puede hacerme hablar de este pasaje bajo la certeza de que sí, no hay nada que no venga a ser descubierto, esta fue sin duda la primera verdad y una de mis primeras experiencias con Dios. No veo este pasaje como algo necesariamente negativo, al contrario, este pasaje nos acerca a la experiencia de Jesús, porque no hay nada de nosotros que Él no conozca, este texto del evangelista nos dice que Jesús vive en nuestro corazón y esa posición le permite descubrirnos como somos, denudarnos. Cuando Jesús traspasa tu realidad, en ese mismo instante, alcanzaste la más plena libertad. Es una libertad que uno ni imagina, que trastoca la vida por completo, que te abre los oídos.

¿Les he hablado alguna vez de mi amigo Jesús? Bien, va siendo hora entonces. La primera experiencia cercana a Jesús la tuve un mes de enero hace ya más de 4 años a eso de las 5 a.m. en Mallorca, cuando desde mi cama (por problemas de salud) y leyendo en pasaje de Juan 4, la mujer samaritana, la vida se detuvo. Esa experiencia cercana se había vuelto cierta y, no sólo cierta, viva, real. Aquella morada que decían que tiene Dios en nuestro corazón se abrió de par en par y allí la voz del Cristo. No piensen que la relación empezó con palabras suaves ni con ternura, tampoco hubo luz, ni ángeles, ni tan siquiera música (como me hubiera gustado algo de música…. CHAN CHAN CHAN!). Pero les puedo asegurar que esa palabra que Él me dijo cambió mi vida por completo.

- Eres mentiroso! Caramba, menudo chasco… lo primero que escucho del Señor es una bofetada de aquellas con la mano abierta que te enrojecen el moflete. Imagínense, yo con la otra mano tapándome el bofetón, rojo, avergonzado. ¿Será posible que nadie en la vida haya podido llamarme lo que soy? Soy un mentiroso, mezquino y he llevado una vida de engaño y de fraudes, una carrera que no hice, un trabajo que no tuve, una pareja que no amaba, un dinero que no existía… Desde mis 18 años a mis 33 la vida que ha corrido delante de mí la viví en un escenario “fantasma”, siendo quien en realidad no era y actuando, eso se me dio muy bien.

Pero por primera vez en la vida alguien, desconocido, me planta la verdad ante mí. Y no sólo me abre los ojos sino que además se dispone a amarme como soy, mentiroso. Qué paradoja tan grande que este diálogo espiritual tenga tal poder sobre mí que durante tantos años trabajé un papel que dominaba. Qué grande!

Miren, mi experiencia (abreviada) me habla de un poder, de una luz que habita en nuestro interior y que no podemos esconder. Yo soy ese cajón o esa cama, desde luego no soy la luz, aunque tengo luz. Esta luz se manifiesta como quiere, cuando quiere y a quien quiere, aunque todos tenemos acceso a ella. La vida no es la misma, porque entonces ya no quiero ser cama o cajón sino que tomo esa libertad que Jesús me ha dado.
La lección para un mentiroso es para no juzgar la mentira. No la acepto, ya no puedo aceptarla; no la comparto. Hoy en día es algo que me supera y que me es fácil captar, no entender. Mi consuelo es Jesús, que me dice que con la medida que mida me medirán y en ese dilema estoy aprendiendo a llevar la mentira a quien puede ayudarla. Cuando alguien me ha engañado, ya no puedo llamarle ruin, aunque estoy profundamente enojado me acuerdo de la parábola del samaritano, hablo con un hermano, con una hermana y allá dejo la ofensa y al que ofende, para que puedan ayudarle.



Mi verdad es a la vez mi límite. No engaño, pero no quiero ser engañado. La verdad es mi 10 porque es donde Jesús se ha mostrado, ahora tengo su perdón… para no ser medido con la medida en que mido.

miércoles, 28 de enero de 2015

MARCOS 4 OJOS QUE NO VEN

MARCOS 4, 11 – 13: «A ustedes se les ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas, para que »“por mucho que vean, no perciban; y por mucho que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados. »¿No entienden esta parábola? — continuó Jesús—. ¿Cómo podrán, entonces, entender las demás?



El apóstol Pablo escribió en su carta a los romanos sobre la evidencia de la presencia y la obra de Dios en la creación. Miren la naturaleza, la salida y puesta del sol, las abejas, los campos florecidos con miles de almendros en primavera… en todo se percibe a Dios, se huele podríamos decir, se contempla. Observando la maravilla de la creación, sus colores, sus sabores, sus olores, somos testigos de cómo se dibuja ante nuestros ojos la vida, cómo se desarrolla, incluso cómo algo muere para que surja otro. Espectadores de lujo de un escenario enorme que es impulsado por Dios; bien, no todos piensan así y algunos suponen una energía o procesos determinados en este impulso. Sea como fuere coincidimos todos en que hay algo que mueve la naturaleza porque no podemos permanecer pasivos a este devenir de transformaciones.

No todos, aun así, nos damos cuenta. Hay personas que caminan sin ver lo que hay a su alrededor, nada les interpela y viven centrados en su autogestión, ensimismados, cerrados a los estímulos. Hay otras personas que viven desde la enfermedad, capados por la medicación, adormecidos y sin poder gozar de la maravilla que sucede ante sus cansados ojos. También hay personas cuyo rencor y resentimiento les hace ver lo contrario, no pueden contemplar la creación porque ante ella se muestran violentos, todo les molesta, todo les enfada, nada está a su gusto. Las hay mezquinas, malintencionadas, para ellas el mundo no es un lugar extraordinario sino un escenario del que aprovechan elementos para hacer el mal, incluso las hay que la destruyen y así tenemos, por ejemplo, la deforestación… extirpando el pulmón de la Tierra. Podría seguir y seguir y seguir…

Todos estos son aquellos que por mucho que ven no perciben. ¿Podríamos llamarlos insensibles? Quizás sí, quizás errados, quizás sólo desorientados… El hecho es que existen, que viven y la vida no les aporta absolutamente nada que merezca un cambio de orientación. Mi experiencia personal es que de esta situación de enemistad con la vida se desprende una necesidad interior, como si pidieras auxilio en una voz tan baja que nadie te escucha, pero estás diciendo: socorro!! Deseas salir de donde estás pero no eres capaz de romper ese círculo vicioso que se llama comportamiento y que te lleva una y otra vez, te conduce, te inhabilita, pero tú deseas pararlo. Es este el gran misterio que el apóstol Pablo también en romanos dijo: queriendo hacer el bien no lo hago, hago el mal. Es el gran misterio y una enorme paradoja frente a la creación que quiere destruirla.

Es punible todo aquello que constituye delito, sí. Es motivo de ofensa todo aquello que supone un atentado contra la persona, también. Pero todo es susceptible de perdón y de amor. Aquellos a los que se les ha revelado el Reino pueden ofrecer una actitud de cariño, generosidad, entrega y atención a aquellos cuyos ojos no logran ver maravillas. Es una propuesta, pero intenten adoptar estas actitudes en su entorno más cercano, más íntimo. Abrir los ojos de los míos porque hoy quiero compartir esta puesta de sol junto a ti, y también mañana y al otro y al otro…



Ayuden a contemplar la belleza que nos rodea, la belleza natural y también la belleza del ser humano. No lo hagan pretendiendo que se crea en Dios, simplemente háganlo como gesto de Amor porque en el amor, en la sonrisa, en el afecto, en la ayuda, en la contemplación… se halla Dios. Liberar no es sujetar a una creencia, liberar es devolver la dignidad al ser humano.

martes, 27 de enero de 2015

MARCOS 3, 31 ESTOS SON MI MADRE Y MIS HERMANOS

MARCOS 3, 31 – 35: En eso llegaron la madre y los hermanos de Jesús. Se quedaron afuera y enviaron a alguien a llamarlo, pues había mucha gente sentada alrededor de él. —Mira, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan —le dijeron. —¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? —replicó Jesús. Luego echó una mirada a los que estaban sentados alrededor de él y añadió: —Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.




¿Quién es el que cumple la voluntad de Dios? ¿Quién es aquel o aquella que no cae, que es perfecto? ¿Quién son mi madre y mis hermanos?

Tres grandes preguntas con las que el evangelista nos interpela a ir un poco más allá de lo que nos presenta este pasaje del día. No es correcto hacer la lectura del cumplimiento de la voluntad de Dios porque podríamos concluir con una teología equivocada al respecto, perder el horizonte diríamos. Aunque deben perdonarme los más puristas que son quienes leen esto del cumplimiento de la ley de Dios como un credo moral cristiano.

Miren, partamos de la base que la voluntad de Dios ha sido que usted nazca persona y libre, creado por el grande Amor que Dios nos tiene y con el deseo impreso del Padre a que amemos como Él lo hace. Pero Dios nos crea libres, con capacidad de autonomía incluso para negar a Dios mismo y fíjense que hasta en este caso radical Dios consiente. Entonces, ¿cuál es la voluntad de Dios a la que se refiere Jesús? Mucho me temo que vamos a tener que ser un poco más anchos de miras si de verdad queremos conocerla, porque la voluntad de Dios para cada uno es que viva y viva libre. Luego se podrá amar, ayudar, rechazar, equivocar, triunfar, dedicar o entregar la vida, pero el fundamento de la voluntad de Dios radica en la libertad genuina, auténtica y sin coacciones que aquel que es poderoso para dar y quitar la vida nos concede, sin coste alguno.

Pienso que gastamos mucho tiempo en esto de intentar hacer, ser, decir o conseguir. Miren, yo lo veo muy claro: la voluntad de Dios es que ustedes gasten su vida con la libertad de los Hijos e Hijas de Dios. Está claro que esta libertad no significa matar, robar, golpear… Pero incluso en esos casos, aquellos o aquellas que se equivocan tienen el mismo derecho a que su libertad les sea restituida y puedan tener un espacio para pedir perdón y para ser perdonados.

Por favor, huyan de las largas penitencias, escapen de aquellos que quieren sujetarlos con el pretexto de cumplir la ley de Dios, duden de quienes se visten de piedad y no respetan su forma de vestir, de hablar… No se dejen coaccionar, no se rindan ante nada o nadie, aprieten los dientes y saquen lo mejor de ustedes para combatir la tiranía de los hombres malos.

Ah! Y no sean excluyentes, porque familia del Señor somos todos y todas por la misma fe que nos une, sean de la religión a, sean de la religión z, blancos o negros, amarillos o indios, sin distinción ante un Amor universal y gratuito. Háganme el favor de dejar de buscar en este pasaje un favor para los que cumplen no la voluntad de Dios sino la religiosidad que supone que pide Dios, porque Dios no pide… respeta.



Estos son mi madre y mis hermanos, aquellos con los que comparto esta vida que Dios me ha dado.

domingo, 25 de enero de 2015

MARCOS 1, 14 PESCADORES DE HOMBRES

Marcos 1, 14-20: Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.



De un modo muy rápido nos describe el evangelista los llamados a estos primeros discípulos de Jesús. Siendo Marcos una de las primeras fuentes de lo que ha conformado el Nuevo Testamento, podría ser, incluso, lógico que el evangelista hubiera omitido toda una serie de encuentros entre Jesús y estos discípulos como antesala al llamado que les hace ahora en Galilea. Si recordamos, el evangelio de Juan nos presenta a estos discípulos seguidores del Bautista. Andrés, hermano de Pedro, fue uno de aquellos que siguieron a Jesús hasta el lugar donde se hospedaba y pasaron allí la noche, es decir, que tuvieron todo un seguido de encuentros previos a este dejarlo todo para seguir a Jesús. Aunque algunos describan este llamado como el primero, como un amor a primera vista o como una llamada que hace que vayas tras ella, debemos ser conscientes que es el resultado de toda una serie de encuentros previos entre Jesús y estos pescadores que empieza en el Jordán y termina en Galilea, siguiendo el itinerario de Jesús que, recordemos, viene del desierto (espacio que justamente encontramos desde el río Jordán hasta Galilea).

Si queremos ir un poco más allá, vemos como Jesús se establece en Capernaum, lugar en el que vivían estos primeros llamados (recordamos el pasaje de la suegra de Pedro) y lugar que sería durante algún tiempo centro de operaciones por lo cercano al Lago, con todo lo cual tampoco alejaba en mucho a estos hombres de sus familias. Vemos, por tanto, todo un proceso de intimidad que se va estrechando como cualquier relación. Jesús y unos discípulos que se conocen, van entablando una relación cada vez más cercana y más de amistad a medida que pasan los días y los acontecimientos. Todo aquello que se nos cita en el evangelio tiene que ver, de un modo u otro, con la vida y en la vida las relaciones deben cultivarse hasta dar lugar a una confianza.

¿Qué ocurrió durante esos días? No se sabe con exactitud si bien pueden hacerse suposiciones o intentos de aproximarnos a lo especulativo. Entra dentro de los diversos misterios que nos deja el vacío documental, ¿quién sabe?

Lo que permite vislumbrar este pasaje es que en todo lo que concierne a la libertad del ser humano, Jesús va a permitir siempre que las cosas acontezcan desde el deseo de cada persona. No es lógico pensar que Jesús dice: “sígueme” como quien da una orden que todos deben obedecer. Tampoco lo es pensar que para seguir a Jesús debo abandonar a mi familia, porque el día que yo me excuse en que por seguir a Jesús debo abandonar mi casa me estaré equivocando de lleno, no! Todo lo que proviene de Jesús se entiende como propuesta, como invitación... El que vino a servir no ha venido a ordenarme y, por tanto, hasta que se responde al llamado ha habido primero un seguido de encuentros cuyo resultado final nace de mi deseo, o no, de seguirlo como maestro.

Hay un tránsito en hacer de un pescador de peces un pescador de seres humanos. La invitación de Jesús es para seguirlo en este camino de aprendizaje para, después, poder pescar a los hombres y mujeres que, figuradamente, viven como peces en el mar, que en la literatura antígua simbolizaba el lugar donde habitaba el mal. El pescador aquí salva del mal y lleva a la vida, una gran responsabilidad. Si haceptamos el llamado de Jesús tenemos una gran y hermosa misión por delante, aunque para ello es necesaria la fe, porque sin la fe difícilmente me creeré pescador.

En nuestro camino estamos viendo como el evangelio avanza unos días y retrocede otros, cada lectura pasa a enriquecernos sobre algo concreto o sobre algo que ya habíamos trabajado. En cada matíz, hoy que retrocedemos tres capítulos, entiendo capítulos del mismo itinerario que realizaron estos primeros discípulos con Jesús, conociéndose cada día mejor, estableciendo esos lazos de amistad unos con otros. Igual nosotros, que hoy aprendemos a comprender estos procesos más largos que exige una relación pero que el evangelista pasa por alto.



No pasemos por alto nosotros esta posibilidad de los primeros encuentros que son como los del primer amor, días de festejo, de nacimiento de complicidades, días de verstirse bien, de perfume, de peinarse y llevar las mejores galas. Y aunque después el ser humano tiende a olvidarse de esos días, Jesús nos dice: y de esta relación que nace del Amor, cada día te regalaré una rosa para recordarte que eres amado, que eres amada.

sábado, 24 de enero de 2015

MARCOS 3, 20 ¿QUIEN ME CONOCE?

MARCOS 3, 20 – 21: Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí.»


Empecé el día leyendo este pasaje en la palabra de cada día y en su meditación hacía referencia a este pasaje desde el efecto de la palabra de Jesús que acaba provocando su misma muerte porque no halló cabida entre su pueblo. Lo titulaban “matar al mensajero”. Hace poco el cine americano estrenó una película con el mismo nombre: matar al mensajero, basada en un hecho real en el encontronazo de un periodista local y la CIA que termina con la vida, completamente rota, del periodista que destapa una trama de contrabando de armas y drogas de la agencia. Años después de que el gobierno aceptara su participación en esta problemática, el periodista aparece muerto con dos disparos en la cabeza. Si podéis verla, merece la pena y, además, casa un poco con el sentido que el semillero ha querido dar a este pasaje bíblico.

Lo que se decía de Jesús, en este pasaje, es literalmente: que “está fuera de sí” (εζεστη). Este verbo usado aquí significa en otros pasajes de Mc el estar fuera de sí por admiración, sorpresa o entusiasmo ante algo. Por eso, de esta palabra no se sigue que lo tuviesen por “loco,” como vierte la Vulgata: “in furorem versus.” Unido este versículo sin duda íntimamente al anterior, se ve el valor de esta palabra en su propio contexto. La actividad apostólica de Cristo y su celo por enseñar a las gentes, que se agolpaban ante El, y por hacerles favores, no les dejaba ni tiempo para “comer.” Se diría, al modo humano, que era un exceso de apostolado; pero ésta era su misión (Cfr Marcos 3, 20 – 21.Biblia comentada Profesores de Salamanca).

Unos treinta años de vida oculta, sin saber si acaso estudio con rabinos, y de repente comienza su obra de predicación y de milagros, no dejaba de ser sorprendente, más aún para sus parientes, desconocedores del misterio de su divinidad. No era profeta en su patria, “ni en su casa”. Por eso podían haber venido a buscarle, por piedad familiar, para llevarle con ellos.

Muchos, muchas veces, hemos vivido o viviremos momentos en los que sólo hallaremos falta de comprensión entre las personas más cercanas. Aquellos que más próximos están a nosotros no siempre están preparados para entender lo que hacemos, lo que hemos hecho o lo que haremos. Incluso a pesar de conocernos, de haber convivido tantos años, parecerá también como si nosotros mismos hubiéramos estado 30 años ocultos, porque no esperan lo que ocurre, no pueden encajarlo y les duele.

Un giro inesperado, un día malo, una decisión determinada (cambio de carrera, de trabajo, de piso, iniciar un negocio, una nueva relación…) muchas veces influye en nuestro círculo cercano de un modo extraño, a ellos no les cuadra o no les gusta o, simplemente, los desencaja. Se han formado una idea de cómo eres en base a una expectativa que ellos mismos se han creado y cuando esa imagen cae, es como si no te conocieran.

Lamentablemente yo no puedo educar a nadie para que me acepte tal como soy, para que me ceda un espacio virgen en su mente para conocerme y dejarme crecer, eso es libertad. Pero se carece de ese ofrecimiento de libertad en el 80% de los casos y tienes, de entrada, una etiqueta según sus recuerdos, sus experiencias, sus necesidades o sus expectativas. Vienes a cubrir un espacio que le pertenece a otro, a otra, sin remedio alguno. Estás, por tanto, supeditado a que llegue el día malo y esa relación empiece a tambalearse y hasta quizás romperse. No por ti, sino por la incomprensión de aquellos.

Qué nos queda cuando eso pase… Seguramente nos afecte y lleve tristeza a nuestro corazón, incluso que pasemos un mal rato o lloremos. El evangelista nos diría que, como Jesús, aprendamos a tender una mano contra la tristeza o el resentimiento y cedamos espacio para que esa persona encuentre el hueco para nosotros o, incluso, que permitamos la distancia o el rechazo, que seamos pacientes y perdonemos a aquel que no nos sabe encajar. Si yo soy consciente, a pesar de ver lo que ocurre, tengo que dejarle espacio para que reaccione sin condicionarlo, respetando esa libertad que a mí me cuesta la etiqueta. Debo ser valiente, incluso para tomar yo la decisión y no importa lo que pase o lo que ocurra porque debemos contar que la incomprensión forma parte del ser humano, de ti y de mi, de todos.



No es sencillo, pero nos va a ayudar en todas nuestras decisiones. Si quieres algo hazlo, deja atrás cualquier condicionamiento, el qué dirán, el qué harán, el cómo les sentará… al final cada uno responderá como buenamente pueda y si no te conocían, ya es hora de que te conozcan.

viernes, 23 de enero de 2015

MARCOS 3, 13 NO LO ACUSEN MÁS

MARCOS 3, 13 – 19: Subió Jesús a una montaña y llamó a los que quiso, los cuales se reunieron con él. Designó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar y ejercer autoridad para expulsar demonios. Éstos son los doce que él nombró: Simón (a quien llamó Pedro); Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa: Hijos del trueno); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó.



Leer este pasaje me lleva irremediablemente a Judas, el traidor. Este apunte del evangelista refleja dos cosas: la primera es mostrar que la redacción del evangelista es tardía, más allá de los sucesos vividos del Cristo, siendo pero la fuente primera en la redacción de los evangelios. La segunda es el apelativo “traidor” con el que ya el autor transmite la poca simpatía de este personaje dentro del grupo de los doce. Judas es, desde el principio, el gusano de esta manzana que ha escogido Jesús, el malo para entendernos.

Años después de los sucesos de Jesús todavía resuena la supuesta traición del Judas, el evangelista se muestra amargo y seco en la llamada del Iscariote. La tradición posterior, la de las primeras comunidades, también se muestra resentida a la traición. Si me lo permitís diré que lamentablemente, somos esclavos todavía de nuestros prejuicios y de nuestro resentimiento, que son como explosiones en cadena que ocurren en nuestro corazón y que se alimentan con extrema rapidez de un engaño, de una mala cara, de un error… quién sabe, ¿verdad? Hay tantas situaciones que nos llevan a sentirnos de esa manera… el evangelista y las primeras comunidades no estaban exentas, tampoco la tradición posterior, la patrística, la escolástica…. Incluso hasta nosotros mantenemos vivo este mito del traicionero de “Ish Kariot”.

Pero Jesús lo eligió. No sólo lo eligió sino que lo amó y lo amó profundamente, como a un hermano. Más aún, sabemos del cierto que si Jesús perdonó a Pedro la noche que lo negó también lo hizo con Judas y también con todos los del proceso: Padre, perdónalos… no saben lo que hacen. Esa es la lectura crística del verdadero evangelio que vive del perdón y del amor al prójimo. Actitudes que, respecto de Judas, en los evangelios no dan lugar a cumplir con el evangelio de Jesús. Seguramente cumplen con las exigencias literarias del evangelista, que destaca de entrada lo que sabe según le han hablado y coloca, consciente, los elementos necesarios para adecuar al lector aquello que quiere trascender. En ningún caso, pero, se cumple con el evangelio de Cristo, ni con el amor al prójimo. La actualidad, fiel a Jesús, debería poder entrar en el Evangelio y hacer justicia con la misericordia del Cristo y liberar a este hombre, fuera o no traidor, de esta huella señalada generación tras generación.

¿Acaso no se rectifican en la historia los errores humanos? Este evangelio contiene la inspiración, estoy totalmente de acuerdo, pero recordemos que también contiene la voluntad comunicativa del hombre, del hombre de aquel tiempo con todos sus condicionantes y sus limitaciones. ¿No podemos rectificar esta limitación del escritor? ¿No podemos aplicar el perdón de Jesús? Por favor, indulten ya a este Iscariote, tratado como el más feo de los enemigos de Cristo cuando en realidad era uno de los muy amados del Señor.

Amen a este Judas al que se ha mantenido acusado tanto y tanto tiempo, perdonen a todos aquellos que, en un momento u otro, hemos señalado al traidor. Mantengan su atención en la última cena, en la entrega del pan mojado en vino, pues era un gesto que en la tradición judía sólo se hacía con la persona de más estima que estaba en la mesa, Judas.



Ahora, son libres para mantener sus prejuicios, para responder e incluso para mantener la acusación. Pero ¿Es lo que habría hecho Jesús? No… Jesús ya hace tiempo que lo perdonó. ¿A qué esperan ustedes?

jueves, 22 de enero de 2015

MARCOS 3, 7 PADECER PARA COMPADECER

MARCOS 3, 7 – 12: Jesús se retiró al lago con sus discípulos, y mucha gente de Galilea lo siguió.  Cuando se enteraron de todo lo que hacía, acudieron también a él muchos de Judea y Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón. Entonces, para evitar que la gente lo atropellara, encargó a sus discípulos que le tuvieran preparada una pequeña barca; pues como había sanado a muchos, todos los que sufrían dolencias se abalanzaban sobre él para tocarlo. Además, los espíritus malignos, al verlo, se postraban ante él, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él.



El pasaje de hoy nos señala dos cosas: la primera es que las obras de Jesús han llegado al oído de hasta los pueblos más lejanos de la región del Jordán, pueblos absolutamente paganos que habrían escuchado de las curaciones milagrosas del Cristo y habían llegado hasta el Lago o para escucharlo, o para ver con sus propios ojos aquello de lo que se había escuchado decir. La segunda, es que Jesús había sanado a muchos y que de su persona no solo salía poder sanador sino que además consuelo y entendimiento.

Hoy tuve examen de humanismos, una de las dos partes del examen era sobre la encíclica SPE SALVI de Benedicto XVI y presenté al profesor mi disconformidad con una de las afirmaciones del teólogo sobre la esperanza cristiana. Dice Benedicto que Dios NO puede PADECER PERO PUEDE COMPADECER. Nada de acuerdo, además eso es absolutamente falso. A la luz de Jesús, diré, nosotros sabemos por el prólogo de Juan que era Dios mismo encarnado, por tanto es cierto que este Dios con nosotros padeció la miseria humana en sus propias carnes desde su nacimiento en un pesebre frío y mal acondicionado. También sabemos, por otro lado, que en la relación entre Jesús y Dios, su Padre, se establecen varios diálogos entre Getsemaní y la Cruz del Calvario, que terminan con un silencio absoluto mientras Jesús grita: “Por qué me has abandonado??!!”.

Dios, en el tránsito de estos pasajes, PADECE y de qué manera en primera y en tercera persona. En tercera persona desde la relación con Jesús – Hijo, quien padece en tantas ocasiones y al que finalmente crucifican. También en primera persona, como Dios – Padre, viviendo todo el proceso de Jesús. Una historia que se viene repitiendo, además, desde los primeros padres, con el asesinato de Abel, con Moisés, con los profetas y con todos aquellos con los que Dios ha establecido una relación de amistad. En otros términos, también con nosotros.

Necesariamente un Dios que compadece es un Dios que padece. Hoy en día diremos que este Dios, que es Madre, y que nos ama con entrañas de Madre, padece por cada hijo e hija que se ve envuelto en la limitación humana. Padece por el desconsuelo que provoca un amor roto, por la incomprensión de un artista loco, por tantas guerras y matanzas, secuestros sin sentido, por el hambre que asedia a tantas y tantas personas, por los mártires que dan su vida en el campo de batalla de las libertades. Sí, definitivamente Dios padece y vaya si padece!

Sólo este Dios, que en Jesús ha vivido y palpado la realidad humana, muestra su plena comprensión ante el dolor del ser humano porque padece con él. Sólo este Señor sufriente es capaz de entender los dolores que día tras día llevo en mi maltrecha espalda y al comprenderlo, consciente, sabe alentarme, mimarme, hablarme y fortalecerme. Sin esa experiencia del dolor en Dios no habría lugar para el consuelo.

El hecho de compartir mi suelo es lo que posibilita toda comprensión, más aún cuando Dios se muestra silencioso y no alcanzo a vislumbrarlo. Mi esperanza y mi fe en este consuelo están firmes en Dios porque soy definitivamente amado por el Dios – Consolador, al parakhletos joánico o el Espíritu Santo. Cuando más dolor tengo, cuando vivo en el silencio de Dios, siempre sopla un aire fresco, que me calma y casi me acaricia… el consolador.



Entonces Benedicto… ¿Cómo no va a padecer?

miércoles, 21 de enero de 2015

MARCOS 3 CALLADOS

Marcos 3, 1 – 5: En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Algunos que buscaban un motivo para acusar a Jesús no le quitaban la vista de encima para ver si sanaba al enfermo en sábado. Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada: —Ponte de pie frente a todos. Luego dijo a los otros: —¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar? Pero ellos permanecieron calados. Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. La extendió, y la mano le quedó restablecida.


El evangelio de Jesús podría ser perfectamente el evangelio de las manos extendidas o el evangelio que nos enseña a extender la mano, incluso el evangelio que nos llama a extender la mano. Si recordáis ya vimos hace pocos días su significado y esa doble vertiente que en vertical estrecha los lazos de vida entre Dios y sus hijos e hijas. Hoy, si permitís, podríamos hablar de permanecer callados.

El evangelio es no sólo una bella historia de salvación, o una hermosa propuesta ética a favor de la vida… Es una obra que nos interpela y esta es una gran novedad para el lector, que se siente movido por las palabras del evangelista a ver qué ocurre con su actitud, con mi actitud, ante la vida. La vida, que es el gran regalo de Dios al ser humano se propone como un bien fundamental que hay que proteger ante cualquier circunstancia. Aunque esa convicción siempre ha variado en función de cada uno. Así, en las primeras comunidades fue una actitud de fe determinante ante la masacre de la que fueron víctima o así, también, lo es para los muchos mártires que a fecha de hoy, véase este anterior agosto, siguen muriendo por causa del evangelio, por causa de Cristo o podríamos decir, perfectamente, por causa de la vida y de la vida del ser humano.

Una actitud verdaderamente diferente a esta otra de callarse. En este pasaje callar es la imposibilidad de responder a la vida. El fracaso más absoluto del ser humano que calla ante el homicidio. ¿Es mejor callar o salvar una vida? Es la gran pregunta que nos lanza hoy el evangelista, porque hoy sigue retumbando esta cuestión con la misma fuerza que entonces y es que este mundo sigue mostrándonos que el ser humano prefiere callar, en su mayoría. Quizás sólo en determinados momentos, puntualmente, el grito a favor de la vida se escuche como respuesta a un atentado terrorista. Y no está mal, prefiero un mundo movido en un acto determinado que la indiferencia más absoluta, porque ello quiere decir que el ser humano todavía puede ser interpelado, aunque necesite de la barbarie para salir a la calle y para protestar.

Callarse es hoy un hecho que no cuesta dinero, hablar en España puede costarte la friolera de 40000 euros, más si lo haces en Madrid delante de su ayuntamiento. Que estos santos y católicos políticos promuevan el silencio es porque no toleran la vida. La vida, amigo Rajoy, es la libre expresión del ser humano, la reclamación más honda de mi autenticidad y de mi autonomía como persona. Que ustedes me hagan callar es un atentado fragrante no sólo contra mi derecho de expresión sino contra mi libertad, contra mi vida. A ustedes podría lanzarles la misma pregunta que Jesús a los escribas y fariseos: —¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?

Parece que en sábado está permitido cobrar, para esto siempre hay un momento adecuado. El ser humano lleva años y años luchando a favor de la libertad. Así empieza a contar más allá de la liberación de Egipto. La libertad del ser humano debe ser conquistada una y otra vez, año a año. Siempre interpelados por la vida misma y paradójicamente siempre, al final, vencidos por el callarnos.
¿Puede ser que no aprendamos?, ¿Qué tanto nos cueste?, ¿Es más caro una multa de 40000 € o la vida de una persona?, ¿Qué consecuencias tiene mi silencio?



Siempre hay un momento en el que debo callar, llevar las cosas hacia mi intimidad y meditarlas (ponerlas en oración). Pero después no tendría sentido si no fuera para trasladar mi intimidad a la vida práctica, social, relacional y finalmente a Amar. No perdamos jamás el derecho a reclamar justicia, a proclamar la Vida, a expresar Amor. Uno debería declararse insolvente ante la injusticia y no tener miedo a las multas, a las torpezas del poder que temeroso intenta impedir la libertad del ser humano. Siéntete interpelado por Jesús, interpelado por la vida… ojalá no callemos, ojalá seamos una comunidad que desee hacerse oir.

martes, 20 de enero de 2015

MARCOS 2, 23 IMAGEN DE DAVID

Marcos 2, 23 – 28: Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo.  —Mira —le preguntaron los fariseos—, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? Él les contestó: —¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad?
Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. »El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado.



El evangelista nos propone en este pasaje un relato a propósito de la libertad del ser humano. Cómo va a ser el hombre objeto de un sábado, de un sabbath? Igual para nosotros es fácil hacernos esta pregunta, pero quizás deberíamos estar un sabbath en Jerusalén para ver lo que a día de hoy todavía significa el día sábado dentro de la tradición judía. La propuesta de Jesús, la valentía de hacer mención al Rey David y la confrontación con los tradicionalistas está servida, pues con suma maestría nos coloca el evangelista en el inicio de una historia de amor y odio, de pasión y finalmente de rechazo.

El teólogo dominico belga, Edward Shillebeckx, nos enseña que, respecto de la libertad, David, dada su extraordinaria pasión como servidor de Dios, podía hacer a favor de los suyos algo materialmente contrario a la Ley. En este pasaje del evangelio, Jesús, adopta no sólo la imagen de Dios sino ahora la imagen misma de David, quien tenía un corazón conforme a Dios. Y quién, sino Jesús, también tiene ese corazón conforme a Dios. Por eso el pasaje de Marcos 2, 23-28. Hay una analogía entre David y los suyos, y ahora Jesús y los suyos (y por extensión, esos suyos de Jesús también somos nosotros, transformados en el bautismo). Así se introduce el título “Hijo del hombre”. Y esta expresión nos regresa a Génesis: nuevamente el hombre está por encima de la creación. Jesús vuelve a hacer del sábado un don de Dios para el hombre.

El  doctor Francesc Torralba dice, “toda imagen genera una expectación”.  Por tanto, al identificar a Jesús como imagen de David, se genera una expectación en el seno del pueblo judío, una expectación acerca del Mesías y de Jesús como nuevo Rey. Así vemos como en Marcos 11, en la entrada triunfal a Jerusalén, las gentes acogen a este nuevo Rey que viene tal y como anunciaron las profecías.

Podemos ver el tránsito claro que acontece desde Marcos 11, 1 hasta Marcos 11, 27, cuando Jesús propone su autoridad en el Templo como pasajes agradables dentro del marco tradicionalista y mesiánico. Pero, capítulos más adelante, en Marcos 13, 1 el Rey que venía montado en el pollino de asna, triunfante, predice la destrucción del Templo, que es el lugar más sagrado del judaísmo. Esa expectación generada, desaparece, se desvanece y se torna en odio, repulsa, oposición, y finalmente muerte, y muerte de cruz. La imagen creada por aquella expectación, ahora pierde toda su potencia, y se destruye, desaparece. Jesús ya no es imagen de David, ahora es motivo de denuncia.

¿Podríamos decir entonces, que estos judíos, llevaron a la cruz a Jesús siendo imagen de David, y siendo David, imagen de Dios? Si bien en un primer momento, se acepta la imagen de Cristo – David, al “atentar” Jesús contra lo más sagrado, los judíos no pudieron soportar esa imagen Jesús – Templo. Crucificaron la imagen de su Rey. Y como una ironía, el letrero de Pilato: “Rey de los Judíos”, que recoge esta imagen Jesús-David.

Siempre estamos generando imágenes, creando expectación, sufriendo la decepción… Cada vez que nos hacemos una imagen, ésta finalmente se descompone. Aprendemos, desde este pasaje, a respetar la libertad de cualquier persona, a no enjuiciarlo, a no esperar nada de nadie, a no reclamar nada, a no hacernos imágenes que luego dificultan la convivencia hasta el punto de acabar con una relación. Pero es tan nuestro hacernos esa imagen, ¿verdad?

Para ejemplo nuestro este camino de Jesús que acaba crucificado, modelo de las veces  que nosotros mismos lo hemos hecho con nuestro amigo, con nuestra amada, con nuestra hermana, o con el prójimo. Hoy escribo pensando en las veces que lo he hecho o que aún lo hago, deseando aprender de Jesús, que quiere devolverme esta libertad de no condicionar a nadie, porque al final me aqcabo condicionando a mi mismo.

Que aprendamos a vivir la libertad, la nuestra y la de los demás.

lunes, 19 de enero de 2015

MARCOS 2, 18 VINO VIEJO Y VINO NUEVO

Marcos 2:, 18-22:  Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos no?  Jesús les contestó: —¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos. Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor.  Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos.


Nos situamos en el ámbito preciso en el que el evangelista utiliza la figura de los vinos para narrar el tránsito de la doctrina de Juan a la doctrina de Jesús. Hay que hacer un paso, dice Marcos, y para poder acoger esta nueva doctrina de Jesús debo ser un odre nuevo, es decir, que no debo ser para el mensaje de Jesús un impedimento sino dejarla entrar, asentarse y fluir, porque entonces ese vino nuevo acabará por ser, con el tiempo, como el mejor añejo.

La confrontación con las doctrinas del Bautista y de los fariseos se trata en este pasaje con sutileza pero con contundencia. Añade además que, a diferencia de la propuesta de aquellos, los discípulos de Jesús están de fiesta y celebran, unos rasgos nada característicos de las otras dos tendencias por lo que nos explican los evangelios, aunque mucho hayamos heredado, en la tradición, durante los siglos posteriores. ¿Qué pasaría si volviera Jesús y no hallara a los suyos de fiesta? En algún lugar del evangelio dirá el evangelista: ¿Hallará fe en el mundo?, añadimos: ¿Hallará fiesta?

No es el mundo un lugar fácil, ciertamente, hoy no quiero repasar las penas que lo recorren. Pero qué pasa con los suyos, los que somos de Jesús? ¿Estamos de fiesta? Recordad que somos llamados de la muerte a la vida, y que ese tránsito merece nuestra plena conciencia y la mayor de las celebraciones, pero además no estamos solos y somos acogidos en una comunidad de creyentes que forma una Iglesia, ergo deberíamos estar todos de celebración. Y celebrar es forjar y construir lazos de amor alrededor de los miembros, de la gran familia. Lazos de ayuda mutua, de compromiso social, de cercanía, o apertura. Muchas vertientes de esta celebración que conmemora lazos de la resurrección del Cristo y que nos invita a coger su testigo.

Dice el evangelista que hay días en los que ayunarán y ciertamente así ocurriría cuando crucificaron a Jesús o los días siguientes o cada vez que aparece un mártir… Pero los días del ayuno son vencidos por los de la celebración, porque somos una comunidad de vida. Puede ser que hoy no esté a tu lado para comer o para cenar, pero en nuestro Amor seguimos celebrando esta vida que nos es dada, regalada, donada… Esto es mayor que las circunstancias que nos puedan o no acontecer en esta carrera de fondo aquí en la tierra, porque nos tenemos el uno al otro y, en definitiva, somos amados y amantes.. No hay nada más precioso y que cure más heridas.

No todos los odres tienen el mismo tamaño, los hay que son nuevos desde el primer día o desde jovencitos, han tenido la gracia de ser odres tempranos y ahora ya son como el mejor añejo. Otros en cambio, son tardíos, fueron durante muchos años odres viejos, que se rompían con los muchos vinos que pusieron (el amor al dinero, la mentira, la envidia, el fanatismo…), pero las circunstancias de la vida los llevó a romperse completamente y de esa rotura salió un odre nuevo, que ahora luce un tempranillo, de la mejor cosecha.

El mensaje de Jesús no se impone por obligación, el mensaje de Jesús llega y atraviesa el corazón, sólo entonces hay un verdadero cambio en la vida de esa persona, consciente del tránsito que lo ha llevado de la muerte a la vida, de ser odre viejo a ser odre nuevo.


Déjense embriagar por ese vino que es Jesús, celebren la alegría de recibir al Señor, contágiense de esa fe y viertan, si es que pueden verter, Amor y que otros puedan beber. Celebren e inviten a celebrar. Pásenlo bien y ayuden a pasarlo bien!

domingo, 18 de enero de 2015

JUAN 1, 13 EL PRIMER DIA

Juan 1, 35 – 42:  Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos.  Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro.) —Vengan a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).


En términos rabínicos, seguir a uno quiere decir ir a su escuela, de ahí que se dirigieran a Jesús como Rabí, que significa maestro, aunque no necesariamente implicaba el hecho de tener una formación religiosa sino el mero hecho de tener discípulos. En este pasaje, Andrés y otro dicípulo, del que no sabemos el nombre, transitan de una escuela a otra, de la doctrina del Bautista a la Jesús. No sabemos mucho de qué paso entre estos dos discípulos y Jesús mas que la invitación del Cristo y el hecho que les hospedó. En cualquier caso, estos encuentros con Jesús son ciértamente importantes para el evangelista.
Hoy pensaba en la importancia que siguen teniendo estos encuentros con Jesús y en cómo se acercan, porque la realidad de la sociedad de entonces, religiosa, no tiene que ver con la verdad de ahora, secular. Aunque si bien hemos ido, por lo general, cogiendo distancia con la religión sigue habiendo muchas comunidades que trabajan a favor del Cristo.

Ayer tuvimos catequesis, un lugar idoneo en el que se trata de acercar a los jóvenes a Jesús y que sigue posibilitando esa cercanía con el evangelio. El año pasado, hacia el mes de marzo fuí por primera vez a este nuevo grupo (para mi) y la fórmula que utilizaron fue la misma que Jesús con los suyos: ven y ve. Imaginaos, primer día y de lleno en una actividad con unas ciento veinte personas: sillas a un lado y otro, personas trayendo comida que había que colocar y recolocar, lluvia, alboroto, muchos niños y jóvenes corriendo de un lado a otro, preparando (con alegría) lo que durante tres días habían estado trabajando y finalmente la representación, cada grupo según se habían repartido exponía un valor de la vida que habían estado trabajando. Desde los más pequeños a los más mayores y finalmente compartir la mesa, el cafe, recoger y para casa.

Imagino que algo parecido pasó aquel día entre Jesús y los dos discípulos de Juan: la novedad, elprimer encuentro, la sorpresa, la emoción, la mesa compartida y finalmente ya estás en casa. Perfectamente podría ser la primera catequesis, pues a fin de cuentas compartieron el evangelio y partieron el pan. Lo más natural entre los cristianos que nos reunimos en torno a Jesús, ¿verdad? Algo que permanece inmutable a pesar de los siglos y que muestra a Cristo como experiencia de vida.

Pero este primer encuentro conlleva algo más, y es el conocimiento íntimo de las personas, cuando Jesús se dirige al hermano de Andrés y le dice: Y tú, eres Simon, hijo de Juan. Es la misma experiencia que tengo hoy cuando me siento cada sábado entre ellos y puedo decir: Y tú eres
Ignasi y tú Valentí y Tú Laura y tú Silvia y tú David y tú Laia y tú Roser y tú Aina… y ellos pueden decirme: y tú Albert, hijo de Pedro. Porque hemos pasado a formar parte de una misma comunidad de Amor que nos permite intimidad pero que también nos da identidad, la misma que nos dio Jesús cuando nos llamó a cada uno. Una identidad, que veremos más adelante, luego permitirá que se abran los cielos y se escuche la voz del Padre diciéndonos: tú eres Hijo amado, en ti me complazco.



Doy gracias por poder pertenecer a una comunidad de personas que se aman y son capaces de transmitir ese amor con los niños, niñas y jóvenes que forman parte de muchas generaciones de personas amadas a las que se invita a conocer a Jesús y escuchar esa misma voz del cielo. Cada sábado, cuando nos sentamos en este círculo de amistad se abren los cielos y si miramos allá, desde lejos, se ve una fiesta.