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viernes, 30 de octubre de 2015

LUCAS 14, 1 NO PODER DECIR NADA

LUCAS 14, 1 – 6: Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron replicar a esto.



La historia de muchos cristianos y cristianas, de muchos hijos e hijas de Dios, está ligada a una curación en sábado, a un momento determinado en el que Jesús opta por quebrantar el orden establecido para acercar libertad, amor, caridad a su entorno y a quienes en ese momento necesitan de la mirada desinteresada y acogedora del Maestro. Muchos de nosotros hemos sido rescatados en sábado, porque el sabbath que es para los judíos un día de reposo, de no hacer nada, para nosotros también simboliza, en parte, que no se podía hacer nada. Es decir, que tantas veces se había intentado darnos ayuda que ya no se podía hacer nada, era algo imposible y a nuestros amigos, familiares… les tocaba descansar.

Doy gracias a Dios que quebrantara un sábado para venir a llamarme, porque fue Él quien decidió acogerme cuando ya no valía nada, cuando no podía nada. Creyó que era lícito apostar por mí, pensó que yo valía romper la Ley, que valía la pena hacer algo y que por amarme aceptaría incluso la Cruz, y ante tanta generosidad, ante tanto valor… nadie puede replicarle. La controversia que leemos entre Jesús y los fariseos tiene algo de mi vida impresa, porque la vida a veces puede presentarse como estos fariseos y ya nadie da nada.

Jesús les recrimina a estos guías que si bien no hacen por los demás sí, en cambio, harán por sus propios intereses y les presenta su egoísmo como motor de vida. Pero qué bonito es desprenderse cuando eso me conlleva un problema, una lucha, un desgaste. Qué precioso poder ayudar a alguien a pesar de costarme salud! Qué belleza la que transmite una cristiana (o un cristiano) cuando acepta sufrir y reventarse por otro. No hay nada igual, porque muchas veces la ayuda pasa por quebrar el sábado.

A cuántos nos ha rescatado Jesús del sabbath? A cuántos nos ha devuelto la vida cuando no se podía hacer nada?

En la vida siempre estarán los que aceptan cumplir el sabbath y quienes optan por no sujetarse al no hacer nada, quienes delante de la pobreza, del hambre, de la injusticia dicen: qué podemos hacer, si mi aportación no servirá de nada? No seas como éstos, porque por cada valiente, por cada entusiasta, por cada mujer y cada hombre que decide implicarse en las causas perdidas hoy algunos damos las gracias. Nada está perdido, aunque lo pienses, aunque lo parezca, aunque nadie de nada… Todo está por ganar!!


Lanzarse a vivir es también transgresión, es tener esa capacidad de romper con lo que no tiene sentido, con lo que oprime al ser humano, con lo que nos hace esclavos. Lanzarse a amar es también emoción, a pesar de los fracasos, a pesar de la traición. NUNCA TE DES POR VENCIDO, NUNCA DES NADA POR PERDIDO, todo está por hacer.

jueves, 29 de octubre de 2015

LUCAS 13, 31 TRABAJAR HOY Y MAÑANA

LUCAS 13, 31 – 33: En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.» Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.



La verdad es que hay que quitarse el sombrero ante Jesús, y si muchas veces lo presentamos como caballero, como maestro, como piadoso o como profeta y taumaturgo, hoy (como diríamos vulgarmente) se nos presenta con “un par”: Decidle al Rey, al tetrarca, que lo que hago a favor de la gente lo voy a seguir haciendo hoy, mañana y pasado y que no valen sus amenazas porque tal es mi pasión por el Reino y por la humanidad que no hay lugar para cesiones. Vaya! Quién tuviera a alguien así en Europa, o en su país, capaz de sentir esa misma pasión por la misericordia a las personas y no al elenco este de burócratas que son capaces de parecer que se preocupan mientras siguen cerrando puertas, negando trabajo, quitando ayudas o privatizando la sanidad.

Jesús dijo, hoy y mañana seguiré curando, trabajando y para nosotros no existe otro mensaje, otra misiva u otra dirección que trabajar conjuntamente con Él. Y trabajemos nosotros porque ni por un momento nos paremos a pensar que aquellos del poder vendrán a arrimar el hombro, a sudar, a sufrir y a dejarse la piel, porque si en esta Europa de hoy queremos que se levanten las fronteras nos toca echarnos una mochila y marchar a pasar frío y a soportar lluvia a Croacia. Y si queremos que triunfe la libertad y que se respeten los derechos humanos también toca abrigarse, llenarse de paciencia y marchar a Kiev.

Y no hace falta marchar lejos, pues si alguno quiere quebrar la pobreza, llevar calor a la gente o cuidar de las desigualdades tiene trabajo en casa. Aquí, entre los que somos cristianos, se trabaja hoy y mañana, y pasado y al otro, porque así como Dios trabaja, y como Cristo trabaja, también lo hacemos nosotros.

Claro, en la vida siempre hay excusas, que si estoy ocupado, que si me falta tiempo, que si en otro momento… a la vida hay que ir con valentía, con pasión, con la certeza de estar participando del corazón de esta humanidad que vive con nosotros, que crece con nosotros y que sueña, como nosotros. Porque detrás del corazón de los humanos hallamos el corazón de Dios y junto al ser de Dios nuestra paz, que pasa por pacificar nuestras prioridades, porque lo más importante en esta vida eres tú, y tú, y tú que tienes tan gran valor, tan grande que dieron su vida por ti. Cómo no dar la vida!


Jesús nos ayuda hoy a dejar de lado las dudas, las excusas, los prejuicios, los bandos y los temores y nos dice qué somos llamados a hacer: a trabajar hoy y mañana y a hacerlo por el prójimo, con pasión y amor. Si queremos cambiar las cosas, atención! Que el cambio se lo damos nosotros, así que fuera esos trajes de incapacidad y a trabajar, como cada uno pueda, donde cada uno llegue, a lo que sea posible pero a trabajar, que en el cielo no entienden de prestaciones.

lunes, 26 de octubre de 2015

LUCAS 13, 14 OTRA VEZ SABADO

LUCAS 13, 14 – 17: Indignado porque Jesús había sanado en sábado, el jefe de la sinagoga intervino, dirigiéndose a la gente: —Hay seis días en que se puede trabajar, así que vengan esos días para ser sanados, y no el sábado. —¡Hipócritas! —le contestó el Señor—. ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro en sábado, y lo saca del establo para llevarlo a tomar agua? Sin embargo, a esta mujer, que es hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar esta cadena en sábado? Cuando razonó así, quedaron humillados todos sus adversarios, pero la gente estaba encantada de tantas maravillas que él hacía.


Todos en nuestra vida tenemos un sábado, un algo irrenunciable, que está por encima de todo pero que sólo responde al egoísmo. El evangelista nos sitúa en esta particular tesitura cuando no somos capaces de anteponer la misericordia a nuestra rutina, a nuestro descanso, a nuestra comodidad o a lo que nos apetece. Quién no ha pensado: ¿con la de días que hay y precisamente tiene que ser hoy?¿Con la de gente que hay y me tiene que tocar a mi?¿Es que no puede hacerlo otro? Bueno, son ese tipo de cosas que nos vienen a la cabeza, muchas veces, cuando hay que arremangarse la camisa para servir. Y sí, por supuesto, a todos nos gusta servir y hacer cosas por los demás pero… honestamente… ¿Quién no ha tenido uno de esos días?

No sabemos qué les molestó más a estos judíos, si el hecho que Jesús hiciera un milagro, una curación, en sábado o si, por el contrario, lo que les molestaba era por la implicación que tenía el hacer de Jesús, quien no paraba de interpelar a aquellos piadosos. Lo mire por donde lo mire es una bofetada, que además no caduca en el tiempo sino que tiene capacidad de llegar a nuestros días, a nuestra vida, para decirnos que nunca se debe dejar de hacer bien, de servir, de amar y de tener misericordia porque la vida no se para, la paramos nosotros.

El evangelio nos dice que le gente se quedaba maravillada de aquellos signos, pero Jesús llama a los suyos a hacer algo más que quedarse boquiabiertos. Estas maravillas que yo hago, podría decirnos, también las puedes, las debes, hacer tú. Porque cada uno de nosotros puede implicarse en su realidad de tal manera que también es capaz de repetir, en la medida de sus posibilidades, estas señales del Reino que suceden cada vez que un ser humano hace compasión de otro ser humano. Y ya no sólo me asombro de Jesús sino que también me asombro de tus obras, y me maravillo, pero no me quedo como pasmado sino que me sirve de aliento para continuar haciendo lo mismo, colaborando con la humanidad.

El poder tiene esa capacidad de decirle a la necesidad cuando tiene que venir: así lo vemos en cuestión de sanidad, con aquellas interminables listas de espera que tienen a la persona sufriendo dolor innecesariamente; o lo vemos cuando uno tiene algún problema con la hacienda o la Seguridad Social, un impago de autónomos, un IVA… O cuando hay que hacer un trámite en gobierno, en la policía… venga otro día, te dicen. ¿Otro día? Acaso el que es médico no usará todos los trapicheos a su alcance cuando hay que operar a un familiar, a una hija, a un amigo? O el agente judicial no mantendrá su cuenta a salvo de embargo porque han de ingresarle la nómina? O no se facilitarán los trámites? Los formularios?...


El poder está como está, pero estas cosas hay que cambiarlas, porque mientras no lo hagamos seguirán existiendo demasiados sábados en la vida, que dificultarán a los enfermos, a los necesitados, a nuestras familias… ¿y qué es más importante?

domingo, 25 de octubre de 2015

MARCOS 10, 46 EL CIEGO DE JERICO

MARCOS 10, 46 – 52: Después llegaron a Jericó. Más tarde, salió Jesús de la ciudad acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Un mendigo ciego llamado Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino. Al oír que el que venía era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más: —¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: —Llámenlo. Así que llamaron al ciego. —¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te llama. Él, arrojando la capa, dio un salto y se acercó a Jesús. —¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. —Rabí, quiero ver —respondió el ciego. Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.


Nos encontramos hoy ante uno de esos pasajes cuyo destinatarios son los discípulos, aquellos que anduvieron con Jesús y aquellos (y aquellas) que hoy también seguimos ese camino. En este caso se nos presenta un ciego cuya enfermedad le hacía estar fuera del camino, al lado dirá el texto, entendiendo como ese estar al margen la situación de rechazo sistemático que sufrían los enfermos en la época de Jesús. Por ello, la primera acción que suscita la gracia de Cristo es llamar a este Bartimeo para que desde el margen regrese a la senda del camino, figurando como camino la misma vida. Hoy podemos prefigurar a este ciego a la realidad de mucha gente mayor que vive el abandono de sus familiares, por ejemplo, pero… ¿Quiénes somos nosotros para dejar a cualquier persona al margen de la vida?

Nuestra primera parada del día la hacemos reflexionando acerca de aquellas realidades que son excluyentes, aquellas otras en las que se vive un rechazo y todas aquellas en las que se atisba abandono. Como comunidad, como gente que se ama, debemos procurar que las personas vivan dentro de la franja de ese camino y no en los márgenes, como invisibles. Es de ley devolverle al ser humano su dignidad.

Pero más allá de la imagen de la marginalidad de este Bartimeo están los discípulos, como dijimos en el principio, estos discípulos que increpan al ciego cuando empieza a gritar al Maestro. En el pasaje vemos como el evangelista contrapone la actitud de proximidad de Cristo con el despropósito de los suyos que hacen como de muro infranqueable, como dificultoso el acceso a Jesús. La intención del autor es la de hacernos ver que aquellos que son realmente ciegos son los discípulos, que son incapaces de ver, de intuir, la misericordia que el Cristo tiene con los seres humanos y esta será una tónica que acompañará muchas veces al grupo del Nazareno.

Me gustaría dejar un apunte: que si Dios es Misericordioso es porque en el mundo hay alguien, alguna persona, que necesita de su misericordia.

Este es el año de la misericordia, que debe convertirse para nosotros en un bien inagotable y que jamás debemos dejar de hacer. La misericordia es capaz de vencer muchas batallas, muchas situaciones, muchos rencores y muchas situaciones de marginalidad o de abandono. Sin misericordia seríamos tan sólo una manada de lobos, que como en los negocios se van devorando unos a otros, quizás terminaríamos cayendo en canibalismo. Pero de Jesús aprendemos a vivir en esa misericordia, en ese amor, aunque nos cueste, aunque suponga hacer un esfuerzo.


El Reino de Dios, que en el Antiguo Testamento venía con poder se ha transformado en un Reino que viene haciendo misericordia. Que seamos capaces de transmitir esa simiente de amor, atrayendo a nuestros hermanos hacia el camino.

sábado, 24 de octubre de 2015

LUCAS 13, 1 MAS PECADORES QUE OTROS?

LUCAS 13, 1 – 5: En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás?  ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan. ¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan.»



Podemos leer en el evangelio que muchos judíos todavía buscaban en el castigo, o en la enfermedad, la razón por la que Dios se apartaba de las personas. Si eras un pecador, si eras un enfermo, si un pobre, o si un crucificado… tu causa estaba perdida ante Dios, pues el Todopoderoso se había apartado de ti, y tú quedabas por injusto apartado de toda gloria. Pero, ¿acaso cualquier desgracia viene por deseo de Dios? O ¿podemos culpar a Dios del mal en el mundo?

Estamos, quizás, ante uno de los más grandes dilemas del ser humano de todos los tiempos, pero cuestiones a parte Jesús quiere acercarnos aquí una visión en conjunto de la humanidad: y es que todos somos iguales, igual de pecadores e igualmente amados por Dios, así que hay que empezar a dejar al margen teorías como las de la Retribución, pues ante Dios ya no hay justo o injusto sino hijos e hijas amadas, si lo quieren de otro modo familia. Dios no ha venido a vengarse sobre la humanidad sino que Dios ha querido comunicarnos la salvación y acercarnos hacia ella.

Este es el quid de Cristo, que podamos ver a Dios como un Padre, como aquel Padre de la parábola del hijo pródigo, o como aquel pastor que se va en busca de la oveja perdida… y para ello nos acercaremos a descubrir, en parábolas, cuál es el corazón de Dios (para que no tengamos dudas). Así el evangelista propone un rechazo a las viejas ideas preconcebidas de un tirano poderoso que habita en las Alturas y que vuelca de juicio la tierra para aproximarnos al primado del amor, en el que Dios no se hace insensible al sufrimiento.

Pero hay que pasar por el arrepentimiento, claro! Hay que pasar por entender que en muchos casos hacemos las cosas mal, y que por tanto hay que tener en la vida una disposición de perdón. Este Dios Misericordioso quiere que recapacitemos, que nos demos cuenta del dolor que somos capaces de infligir y que pidamos perdón, que deseemos ser perdonados, que ansiemos la transformación de nuestras vidas. No con un corazón endurecido sino con un corazón de carne que podamos escuchar latir, moverse, bombear sangre (que es vida). La sensibilidad del ser humano pasa por el arrepentimiento, y el arrepentimiento pasa por la capacidad de amar.


Arrepentirse es dar un giro y el mundo es lo que necesita, porque ese giro vendrá a situarnos más cerca del sentir del Padre, más próximos al pensamiento del Hijo y más acordes a la presencia del Espíritu Santo. Y no es que un arrepentido sea mejor persona que otro porque todos somos iguales, solo que quien se arrepiente se hace con un pedazo de Dios y con ese pedazo es capaz de cambiar la historia.

jueves, 22 de octubre de 2015

LUCAS 12, 46 FUEGO

LUCAS 12, 49 – 53: »He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla! ¿Creen ustedes que vine a traer paz a la tierra? ¡Les digo que no, sino división! De ahora en adelante estarán divididos cinco en una familia, tres contra dos, y dos contra tres. Se enfrentarán el padre contra su hijo y el hijo contra su padre, la madre contra su hija y la hija contra su madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.



Particularmente este pasaje me encanta este pasaje. Aquí no sólo el furor de Cristo sino también el furor de todos nosotros, que como el maestro estamos llamados a prender el mundo, porque si alguna cosa necesita y más en este tiempo es nuestro calor, nuestra fuerza, nuestra luz y nuestro amor. Fuego, amados, fuego es lo que estamos llamados a dar a la realidad, a lo cotidiano, pues la vida en la esperanza de la salvación es un furor que se contagia, que se desea y que se transmite, sea personal o comunitariamente. Y fuego, porque en esta vida todavía tenemos que consumir, que abrasar algunas realidades, algunas situaciones de intolerancia y de opresión que permanecen latentes, creyéndose a salvo.

Fuego es lo que tenemos que comunicar ya desde las catequesis, porque la llama de la esperanza y del amor hay que encenderla con la vida, y no hay más vida sino en los pequeñines y en los jóvenes que están comenzando a vivir su fe, porque su llama tiene el toque especial de la virginidad, de inocencia, incluso de ingenuidad. Si les dices que lleven fuego no te preocupes, porque eso harán.

Fuego es lo que tenemos que ofrecer en cada eucaristía, en cada celebración, cada vez que nos encontramos como comunidad, alentándonos entre los miembros, colaborando con las necesidades de cada uno y las del barrio, o la ciudad en que vivimos. Sirviéndonos, acompañándonos, ofreciéndonos y amándonos como imagen de un cuerpo místico, de algo genuino y verdadero que crece en el corazón de nuestra vida en común y que, de un modo u otro, nos permite establecer vínculos profundos, fuertes, de amor.

Fuego hay que llevar a los campamentos de refugiados, y a las calles de nuestra ciudad, pues ahora más que nunca vemos cómo ya la lluvia y las temperaturas hacen estragos entre mayores y pequeños. A ver si de una vez conseguimos tener todos conciencia de esta necesidad de siempre, que haya personas sin techo, sin abrigo, sin comida. Ya quisiera que las imágenes que nos acompañan interpelaran a nuestra vida, y si deseo alguna cosa, es que pueda morir viendo con mis propios ojos cómo el mundo se vuelve solidario con la dureza de la calle.


El deseo de Jesús es que ojalá el mundo entero estuviera ya ardiendo, y ese deseo se repite y se repite porque en el mundo todavía hay lugares que permanecen helados, fríos. Que empecemos ya este otoño a llevar calor a cada hogar que está en el corazón.

lunes, 19 de octubre de 2015

LUCAS 12, 15 SI HOY RECLAMAN MI ALMA

LUCAS 12, 15 – 21: Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola: —El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.



El evangelista nos enseña hoy sobre la importancia que tiene compartir las cosas, mas si entre estas cosas están: la vida o la fe, porque ni la vida, ni la fe, tienen un carácter de egoísmo sino que, partiendo del Padre, son entregadas para la humanidad y en beneficio de la humanidad. El aspecto relacional que identifica a toda persona puede ilustrarnos más perfectamente en cómo para que algo pueda llegar a ser “pleno”, o completado, debe no sólo forjarse en nuestro interior sino que, además, luego debe proyectarse hacia afuera. Así, cualquier signo de transformación, de crecimiento, de bondad… sólo se hace visible a través de las obras, que son los signos externos de la obra de Dios en nosotros.

¿Qué ocurriría si hoy reclamaran nuestra alma? La intención del evangelista va ahora mucho más allá de prevenirnos sobre la avaricia o el egoísmo, pues nos llama a atender hacia los fundamentos de nuestra vida. ¿Vivimos según al evangelio?¿Procuramos nuestro amor al prójimo?¿Somos como los que sirven? O quizás por el contrario hemos dejado de atender a las premisas del evangelio que, poco a poco, cayó en el olvido. La historia de hoy nos habla de un hombre como cualquiera de nosotros, que se alegra de su trabajo, del puesto que ha conseguido, de la casa que tiene, de haber pagado la hipoteca… Nos habla de un hombre arraigado a todo lo mundano, y que además sólo le servirá para sus años de vida. Pero… ¿y si enferma?¿y si muere? ¿Qué ocurrirá con su alma?

Podemos confiar nuestra vida a Dios, sabiendo que su misericordia y su gracia nos cubrirán en el día postrero, aunque el evangelista quiere llamarnos a prestar atención a esta vida nuestra de más allá, la que está tocante al cielo, la que nos abre a Dios. Somos mucho más que un simple cuerpo formado de tejidos orgánicos, músculos, huesos… y es que, en algún momento, el Creador infundió sobre nosotros su aliento de vida y fuimos. Y este ser de Dios también tiene que llevarnos a su cuidado, sea por oración, sea por amor, sea por la celebración. Claro que nos preocupan las cosas de la Tierra, del día a día, pero también nos preocupan las cosas del cielo y las cosas de Dios, por ello además de trabajar para ganarnos el sueldo, también trabajamos (aunque de otra manera) por amor a Dios. Por un lado tenemos que ganar dinero, por el otro también tenemos que ganar almas, que liberar almas, que procurar llevar o acercar el Reino. Así como hay un trabajo físico, también hay otro espiritual.


Podríamos acabar diciendo, que también somos responsables (en cierta medida) y ayudadores de Dios para que su voluntad, su Salvación, continúe llegando a cada persona, a cada ser humano. Si rehuimos de nuestra responsabilidad ¿no rehuirá luego Dios de nosotros? Bueno, yo entiendo que no, que tanta misericordia finalmente nos cubrirá, pero según nuestra lógica debería ser, por tanto: 
¿Qué ocurriría hoy si reclamaran mi alma?

domingo, 18 de octubre de 2015

MARCOS 10, 36 A DERECHA Y A IZQUIERDA

MARCOS 10, 36 – 41: Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado? —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido.



A Jesús, no me cabe la menor duda, tenemos muchas cosas que pedirle. Me entristece las veces que, como ocurre con los discípulos, esas peticiones nuestras tienen que ver con el ansia de poder, con la búsqueda de lugares de honor, con ser visto, aclamado o tenido en cuenta. ¿Acaso no hay en la vida cosas mucho más importantes?¿Es que quizás no daríamos nuestra vida por un padre, una madre, un hermano o una hermana? O vayamos al plano social, quién se atrevería a anteponer su egoísmo ante el azote del hambre, los desahucios, la inmigración o la pobreza… Si nos paramos a pensar, hace tiempo que se ha tocado nuestro corazón, que nos hemos dejado alcanzar por el sufrimiento, o por la enfermedad, o por África, o por República Dominicana o Haití. Cada día veo más acertado pedirle a Jesús lo siguiente: Que me siga dejando vivir, porque a esta vida que me interpela quiero dedicarle la vida. Quizás un día lo haga mejor, quizás otro peor, incluso puede que me levante perezoso o presto para llegar a los rincones, pero si quiero pedirle algo que sea vivir.

Mi vida, como la tuya, está decidida, es algo que sólo le corresponde a Dios concederlo y, alégrate, porque has sido agraciada, agraciado. Vivir no es sólo la experiencia más maravillosa que puede experimentar, gozar, gastar o explicar un ser humano sino que además, si somos conscientes, es también otro regalo para el prójimo, para la hermana, o para el hermano que, en su experiencia, puede abrirnos, descubrirnos, amarnos… como nosotros a él/ella. ¿Qué puedo pedirle a Jesús? Otra vida: que me ayude, me capacite, me inquiete para descubrir otra vida, tu vida, tu regalo. Y no quiero morir sin descubrirlo, sin ayudarte, sin amarte, sin comprenderte, sin acompañarte, sin escucharte.

Cada uno de nosotros estamos ya a la derecha y a la izquierda del otro y del otro, de nuestra madre y del amigo, de nuestra hermana y el padre… Tenemos el lugar de privilegio garantizado cuando nos descubrimos, cuando caminamos juntos, cuando estamos en comunión, cuando nos consolamos, celebramos, reímos o lloramos. Y cuando eso ocurre, cuando te tengo aquí o allí, es como si estuviera sentado en un trono y no puedo pedir nada más, salvo que sigas conmigo.


¿Quién quiere poder si a estas horas aquí atardece cuando allí amanece?¿Quién quiere ser más que la noche o el día? Quizás no deba pedir, sólo dar gracias.

viernes, 16 de octubre de 2015

LUCAS 12, 1 PONERSE A LA LUZ

LUCAS 12, 1 – 4: Mientras tanto, se habían reunido millares de personas, tantas que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, o sea, de la hipocresía. No hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. Así que todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas. »A ustedes, mis amigos, les digo que no teman a los que matan el cuerpo pero después no pueden hacer más.



Este curso estoy, desde verano, trabajando con un chico al que no hay manera de resituar en la vida. Ciertamente no porque sea alguien con una problemática espectacular sino más bien porque sigue empeñado en esconder aquello que, para nosotros, es de sobras conocido. En un primer momento parecía de lo más colaborador, preocupado con su futuro, mirando por su madre, con la intención de darle un vuelco definitivo a las cosas y se le propuso terminar los estudios primarios para acceder a unos estudios superiores, que era lo que él pedía. Pero la vida, que es muy sabia, rápidamente le hizo llegar la posibilidad de cubrir esa etapa de estudio en un instituto de la ciudad en horario de tarde. Lo que ocurrió, o lo que está ocurriendo, es que la oportunidad que nos estaba pidiendo se le ha convertido en un instrumento de presión ya que, en todo momento, sus intenciones permanecieron encubiertas. Sí, quizás parecía que la luz había llegado a su vida, pero la luz, cuando llega, deja al descubierto nuestras oscuridades y cuando eso ocurre, aunque quieras ponerte debajo de la cama, aunque quieras esconderte,  has quedado expuesto.

Hubiera sido más sencillo decir que de momento no quería hacer nada, que agradecía la posibilidad, que seguramente sería una ocasión única, pero que no quería. Cuando uno decide salir a la luz, y ocurre siempre, debe saber que va a tener que afrontar sus tinieblas, porque precisamente cuando alguien se quiere iluminar va a dejar expuestas sus carencias. Pero eso no es nada malo cuando está en mí el deseo de que esas insuficiencias se vayan resolviendo, porque lo que estoy pidiendo es ayuda en mis enfermedades. Pero si en lugar de mostrarme como soy, aún desnudo, lo que quiero es jugar con la mentira, escurrirme en las oportunidades, o en la bonanza de las personas, o en el aliento del tiempo, me estoy equivocando por completo porque a la luz mis planes se desbaratan en cuestión de segundos. Lo malo, amigos, no perdura ante la luz.

Nadie va a molestarse, a enfadarse, porque digas NO a las oportunidades, o a lo que nosotros o quienes nos aman creen que son oportunidades, trenes en la vida, porque si hay algún beneficio, será para ti. Entonces, si quieres permanecer en las sombras es mejor que te quedes en la oscuridad, en la complicidad de la noche, porque si te atreves a dar el paso, tú que duermes, hacia la luz( y la luz verdadera) no vas a encontrar artimaña, ni excusa, ni posibilidad, ni astucia que te pueda servir para evitar que te traspase tanta iluminación.


Es mejor correr hacia la verdad sabiendo que lo que soy quedará descubierto que tratar de hacerme de la luz engañándome a mí mismo. Lo que es bueno, al final, es bueno para ti y nosotros nos alegraremos, pero no es bueno para nosotros sino hay felicidad en ti. Haz lo que debes, vive como quieras, haz lo que te parezca pero cuando quieras venir a la luz, que sepas que vienes desnudo.

jueves, 15 de octubre de 2015

MATEO 11, 25 DESCANSO PARA EL ALMA

MATEO 11, 25 – 30: En aquel tiempo Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad. »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»



Las vicisitudes de la vida nos llevan aquí y allí, por un lado u otro, como hacen las olas del mar con el terreno que se encuentran lo van erosionando todo, quizás poco a poco o quizás de tajada, como cuando el mar está bravo. Si pudiéramos ver cómo transita nuestro corazón, cómo funcionan nuestros sentidos, o cómo nos situamos frente a la vida, observaríamos que los años de camino han trabajado, y de qué manera, nuestro centro motriz. Así, cada latido prolonga muchas vivencias, muchos encuentros, algunos desamores, cuestiones sin resolver, éxitos y fracasos… Vaya desgaste! Está de más decir que, cada cierto tiempo, todos nosotros nos convertimos en estos cargados y cansados de los que hoy habla el Evangelio.

Pero, si bien podemos darnos cuenta de que necesitamos un respiro, algún alivio, o descansar, tenemos un trabajo intrínseco a nuestra condición de hermanos: cuidar de todos aquellos a quienes la vida no les ofrece descanso, porque cuando no hay reposo, cuando no hay sosiego, vienen los episodios de ira, de descontento, de suspicacias e incluso de paranoia. Jesús sabía perfectamente a quienes llamaba con esa invitación al descanso: a todos aquellos a quienes las exigencias del tiempo y de la época apremiaban ya fuera como pobreza, hambruna, miseria, opresión, o crisis existencial. Para poder hablar de la vida primero hay que conseguir sosegarla, porque cómo vamos a hablar de traer la paz a un mundo que no es capaz de detenerse y reflexionar?

Nuestra sociedad vive de día y de noche, pero hay grandes diferencias entre los que eligen el día y quienes eligen la noche. Aunque tengan la oportunidad de dormir durante el día, vemos que la cosa cambia, porque el mundo está a plena actividad, o porque molesta la luz, o porque no paran de llamar las tele-operadoras de los bancos… También el caso más evidente lo encontramos en los jóvenes, que aprovechan el fin de semana para salir y disfrutar hasta altísimas horas de la mañana del día siguiente, y a quienes después el cansancio acumulado les pasa factura tanto en humor, como en rendimiento, como en lucidez, como en felicidad. El cuerpo humano es como una gran pila que, a pesar de irradiar energía, va descargándose poco a poco y que, en algún momento, necesitará recargarse. Es decir, que o encontramos un enchufe en forma de descanso o nuestro ser se satura, se extralimita, se sobrepasa y revienta, desfallece, se derrumba, termina.


Hay muchos casos, los más extremos nos los brindan la población drogadicta, aunque los más normales los tenemos conviviendo con nosotros. Nuestra labor principal no podrá llevarse a cabo mientras tratemos con personas cansadas, agotadas… porque lo que primero necesitan es descansar, y sólo descansando hallaran la forma de acoger la vida porque recuperarán su ritmo, sus ganas, su sonrisa. Que nunca nos asuste tomarnos ese tiempo para el descanso, que nunca nos inquiete reconocer que estamos cansados, que tengamos espacios, lugares, sitios para la paz y para el encuentro, espacios que nos redescubran. Paren! Párense! Y descansen… aún queda mucho, y bonito, por hacer.

lunes, 12 de octubre de 2015

LUCAS 11, 47 LAS APARIENCIAS

LUCAS 11, 37 – 41: Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que entró en la casa y se sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que Jesús no había cumplido con el rito de lavarse antes de comer. —Resulta que ustedes los fariseos —les dijo el Señor—, limpian el vaso y el plato por fuera, pero por dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo lo de afuera no hizo también lo de adentro? Den más bien a los pobres de lo que está dentro, y así todo quedará limpio para ustedes.



Esto de las apariencias es algo que molestaba, o presumimos que molestaba, al Señor, quien conociendo todo lo que ocurría en el corazón de las personas premiaba la honestidad por encima de las posibilidades, las habilidades, las capacidades de cada uno. Personalmente si alguna cosa me molesta y no puedo soportar es encontrarme delante de esta realidad. Más aún cuando esta realidad proviene de la comunidad, de la Iglesia o de los cristianos. Me puede, no consigo entender por qué la gente (y la gente más religiosa) puede ser tan complicada, retorcida o mal intencionada. Además, parece mentira, esta serie de personas están tan enraizadas en la realidad de la comunidad que nunca marchan, siempre están.

Cuando era pequeño, si algo me apartaba de los caminos de Dios era precisamente cuando veía esta actitud. Pensaba: ¿Cómo es posible querer aparentar amor, solidaridad, fraternidad… teniendo un corazón tan sucio, tan laberíntico? El tiempo, tengo que decir, no me ha dado ninguna respuesta y la paciencia, si es que tengo el don, tampoco me ha ayudado a mantenerme frío al respecto, cuando me topo con ellos la cosa nunca acaba bien. Y no me basta con la denuncia porque lo que no me gusta es tener que vivir con ellos, o que precisamente esté en ellos el dar, o no, entrada, cabida y lugar a miembros o nuevos miembros.

Sí, algunos siempre tienen una excusa a mano: es que soy así; Dios me transforma poco a poco; no es que mienta es que se me olvidan las cosas… Otros, en cambio, van camuflando sus intenciones: te quiero pero hago todo lo posible por fastidiarte; cuánto me alegro pero en realidad me muero de envidia… Supongo que todos tenemos experiencia de un modo u otro, y es que no conozco Iglesia, comunidad o familia que se libre de ellos.

Que mala es la apariencia, porque además el proceso interior de cada una de esas personas termina por ir destruyendo lo poco que les queda de felicidad, de alegría, de vida. Lo que hacen no les satisface, pero no tienen el valor de afrontar lo que les ocurre, piensan que podrán seguir alimentándose de los demás y dentro de poco descubrirán que ni la sangre les sacia. Son como vampiros, muertos tras una gran demostración de poder, oscuros a pesar de su inmortalidad, y que aun teniendo cuerpo su alma no refleja nada.


De vez en cuando sólo me falta leer un pasaje como el de hoy para recordar que tengo esa espina clavada en el zapato. Hoy, por tanto, aprovecharé para pedir por mí, porque no hay forma de salirme de esta. 
Cómo es esto del amor a los enemigos? 
Cuándo lo podré aprender? 

domingo, 11 de octubre de 2015

LUCAS 11, 27 LOS PECHOS Y EL VIENTRE

LUCAS 11, 27 – 28: Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud exclamó: —¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó! —Dichosos más bien —contestó Jesús—los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.



Tanto esta mujer, como el ángel en la anunciación, como generación tras generación, a la Virgen María se la llama (y se la llamará) dichosa, bienaventurada. No sólo a María, que por expresión divina recibió un encargo especial y único, sino que generación tras generación todos los hijos y las hijas que se levantan del “polvo” también tienen motivos para gritarles a sus madres: ¡Dichosa! Y a quienes también van a serlo, que se preparan para el acontecimiento por antonomasia: dar vida. Qué puede haber más especial, o qué puede recrear mejor al ese Dios Creador, que una madre que da a luz y, claro, un padre que la ayuda en el crecimiento, educación y formación del nuevo viviente. Podemos tratar de reducirlo a un conjunto de sucesos químicos y biológicos pero, esencialmente, el misterio de la creación, la sorpresa de la vida emerge del interior como un sacramento.

¿Y estos que oyen la Palabra y la obedecen? Esencialmente también son madres, pues llevan la simiente del Señor en su corazón que, poco a poco, proceso tras proceso, o según el caso, manifiesta en cada uno de nosotros una transformación hacia un yo, nuestro, nuevo, más solidario, más humilde, más cercano, más comprensivo, más atento, más agradecido, más vital… Felices todos aquellos que pueden renacer de la Palabra! Felices todos y todas las que son bautizadas! Los que se confirman! Los que viven su comunidad como un espacio de familia, de encuentro! O los que cuando viven, viven para los demás! Dichosos! Felices! Bienaventurados!

Quizás algunos podrían pensar que diciendo: Viva la madre que te parió! somos unos ordinarios. Pues que viva! El vientre, los pechos y lo que sea…

Por último, me reservo un viva para el final porque en estos próximos días voy a tener que exclamar uno, y bien grande. Vane y Jaume, que están ya a las puertas del nacimiento de su hijo, están siendo para mí un bello recuerdo de cómo se arropa, cómo se mima, cómo se prepara y cómo se vive la llegada de un pequeñín. Cuando nazca el pequeño Jaume, y sin levantar la voz, me acercaré cuidadosamente a su cuna y susurraré en sus recién abiertos oídos: Dichosa la mujer que te dio a luz! (y te amamantó… pero aunque eso también lo hará bien, vendrá luego).


Viva!

jueves, 8 de octubre de 2015

LUCAS 11, 1 EL PADRE NUESTRO

LUCAS 11, 1 – 4: Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: —Cuando oren, digan: »“Padre,  santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden.  Y no nos metas en tentación.”



El Padrenuestro es la oración por excelencia de cualquier cristiano. Pero realmente la dijo Jesús? Bien, podríamos entrar en lo especulativo teniendo en cuenta todo lo que rodea a la redacción de los evangelios. Quizás esta oración responde perfectamente a una intencionalidad teológica de aquellos autores… Sea como fuere y traspasando las dudas, afirmamos que lo esencial del pasaje reside en la oración en sí, no en la forma sino en el fondo. Jesús se relacionaba de muchas maneras con el Padre, pero era en oración (podríamos decir), cuando se nos muestra la habitación íntima, el corazón de la relación entre Padre e Hijo. Ese es el testigo, y también la herramienta, que nos deja a nosotros el pasaje.

Ustedes diríjanse a Dios como su corazón les diga, olvídense de formalismos, de gestos, de dramatismos. Hay días que puedo dirigirme a Dios en acción de gracias, hay otros días en los que a causa de la salud me dirijo en un tono menos confiado, incluso algunas veces cuando levanto el pensamiento, o cuando digo algunas palabras estoy enfadado. Pero estoy convencido que todas ellas son formas de oración, porque son una expresión a Dios de lo que tengo (más íntimo) en mi corazón. Es como la señal de mi confianza absoluta al Padre, que puedo explicarle si estoy bien, o estoy mal, o si estoy enfadado porque no entiendo, o porque no me parece bien. ¿Todas las oraciones son de olor de rosa? No, desde luego! Podemos acudir a Getsemaní, por ejemplo, o recorrer en algunos salmos las intenciones del salmista.

A Dios hay que hablarle, si es para bien o es para mal, diría Jesús (seguramente). La oración nos pone en contacto con ese íntimo más íntimo de nosotros mismos, con el espacio del alma, con la espiritualidad. Pero nosotros accedemos a la habitación trascendente como somos, con lo que tenemos, sin transformarnos en un yo nuestro más místico, hondo o sabio. Somos como aquel publicano que se golpeaba en el pecho: Señor, mira… si yo soy así. Entonces le puedo dar gracias, o le puedo pedir perdón, o puedo implorar un favor, o simplemente estoy para pasar un rato con Él, una intimidad (desde mi intimidad).

La oración es una experiencia de proximidad, pero a veces cuando escucho el Padrenuestro, en según qué lugares, parece más una expresión ritual, porque toca. Nuestra vida, en sí, es una gran (o puede ser una gran) oración, porque nuestra vida es un diálogo ininterrumpido con Dios a través de Cristo, en el Espíritu. Es una comunicación que jamás se rompe, aunque nosotros (y no Dios) podemos decidir interrumpirla, o acallarla. La oración es un medio de conocimiento, de interioridad, de mística, de realidad, de intencionalidad, de contacto, de diálogo… La oración es un todo que nos conforma.


Puedo pasar la vida reservándome para un padrenuestro, para un momento especial, para una misa, para una reunión de oración. Pero puedo, por el contrario, pensar que la oración y mi vida van juntas, como juntamente vivo en Cristo con Dios, y hacer de mi oración una vida y de mi vida una oración.

lunes, 5 de octubre de 2015

MATEO 7, 7 MI PADRE NO DA PIEDRAS

MATEO 7, 7 – 11: »Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.



Hoy en día, aunque siempre ha debido ser así, cualquier mensaje, catequesis o evangelización debe ir precedida del testimonio de amor que pasa del cielo a la tierra, traspasando la humanidad y que empieza en Dios y sigue en el ser humano. Y fuera de este testimonio pueden existir muchas cosas, puede haber palabra, dones, capacidad económica, organización o jerarquía, pero jamás, nunca, en ningún caso puede faltar el amor. Porque si hablamos de un Padre, o de un Padre que también es madre, que tanto ama, sus hijos e hijas deberían (ipso facto) ser continuadores de su testigo, como en una carrera de fondo siglo tras siglo, tras siglo.

Fijémonos en nuestra actualidad, miremos a aquellos casos cada vez más frecuentes de violencia de género, de abandonos, de ingresos en centros de menores por actividad delictiva, de fracaso escolar, de maltrato… Porque ¿cómo va a dirigirse a ellos la comunidad cristiana diciendo que Dios es Padre, si su realidad familiar es inexistente, o dura?... ¿Un Padre que me ama?(dirán) ¿Cómo vamos a actuar ante esta respuesta? Porque está clarísimo que en gran parte de nuestro tiempo hay una ausencia de paternidad y de maternidad, quizás porque no se ha sabido dar, quizás porque no se deseaba… Sea como fuere, si en nuestro tiempo presentamos a un Dios que es Padre (o Madre), tengamos presente que debemos no sólo fundamentarlo sino, además, convertirlo en realidad.

Y esa conversión significa nuestro testimonio, el testigo de una familia amante que desea, valora, comprende y quiere cuidar de cada nuevo miembro (y de cada uno de los que ya forman esa gran familia). Por tanto, si bien estamos en tiempo de reivindicación de la figura del Padre amoroso, también estamos ante la necesidad de que ese amor sea manifiesto en nosotros y lo estamos con más urgencia que nunca, porque la sociedad está enfermando de insensibilidad, de relativismo. Estamos siendo espectadores de un continuo peregrinaje de huérfanos y huérfanas que caminan pensando que el mundo es hostil y que para sobrevivir en él se deben al desamor, a pelear, a morder.

A lo largo de este tiempo que viene, vamos a comenzar a ver a hijos e hijas de estos que estarán sobre algún cartón sufriendo las calamidades del frío. Se sumarán a los muchos que hoy, bajo la ley del desahucio, ya viven en las calles, o en precariedad, con las vistas puestas a atender el frío como puedan, a sobrevivir.

¿Ante todos estos tenemos que hablar del Padre Amoroso? Pues tenemos mucho trabajo, porque como siempre ocurre el tiempo se nos viene encima, nos atrapa el toro y nos vamos a quedar, nuevamente, a las puertas de haber podido hacer algo más.


Podemos optar por llevar a un Dios abstracto, con un amor abstracto, que es éste que viendo la miseria decimos que no actúa, que se olvida de nosotros… Pero podemos optar por el Dios vivo, el Padre amoroso, y ello nos implica absolutamente a favor del otro, a la solidaridad, a la entrega, a la preocupación, a la ayuda (sea cual sea). Deseo que todos seamos este año testigos del amor de Dios, testigos vivos.

domingo, 4 de octubre de 2015

MARCOS 10, 13 DEJÉMOSLOS ENTRAR

MARCOS 10, 13 – 16: Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.» Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos.



Jesús dirá en su predicación que el Reino de Dios ya se ha acercado, en su persona. En este pasaje vemos a unos discípulos que parece que han olvidado las palabras de su maestro cuando no dejan, a esos pequeños, acercarse al Reino que Jesús inauguraba. Del mismo modo, nosotros, debemos hoy ser conscientes de las veces en las que podemos impedir la entrada, o las veces en las que estamos tan agolpados que no dejamos entrar a nadie. No es que las iglesias estén llenas de gente, sino que aún sabiéndolas vacías hay personas que se dedican a afinarse en las entradas barrando el paso, o restringiéndolo. De ese modo aquel Reino que dificultaban los discípulos con sus actitudes también lo complicamos nosotros con las nuestras: este puede comulgar, la otra no; aquella puede acceder al perdón, aquel no…

Claro, con estas palabras podríamos decir que nuestra religión y nuestro Reino son exclusivistas, pues excluyen no a unas pocas sino a muchas personas, sea por motivo de confesión, de clase, de sexo, o de situación social. Hay veces que todo recuerda al ámbito más contrario a Jesús, pues para el Cristo el Reino del Padre será para todo el mundo: no sólo para los que están sanos sino también para los enfermos y para los que necesitan un médico.

Cuando hoy escucho que debemos volver a las fuentes, al evangelio, sin duda que debemos empezar con aquello que cada uno de nosotros puede y no con imposibles, ni con afanes conversivos. Y lo primero que podemos hacer todos es abrir nuestras puertas, las de la casa y las del corazón, en lugar de restringir la entrada. Que todos tengan su oportunidad de encuentro con Dios debería ser la preocupación fundamental de cualquier cristiano, más allá de la condición del que suplica, del que desea o del que sin saber cómo calla, porque siente vergüenza. Lo primero que nos toca a nosotros es hacernos como los más pequeños, porque ni somos mejores, ni tenemos seguro, ni condiciones especiales que nos hagan diferentes. Si algo genuino es la presencia de Dios en cada uno de ustedes y esa misma presencia original no es para ustedes solos sino para todo ser viviente.

El Reino está aquí, entre nosotros, en la Tierra, ¿Qué hago, o qué dejo de hacer, por este Reino? Si lo presento, si lo comparto, si lo regalo, si permito la entrada, si además no arrendo ninguna parcela, ni vendo su propiedad… dejo a esos niños acercarse, y los recibimos. Cada vez que recibimos un alma, una hermana, un hermano… estamos recibiendo el mismo don de la vida, que viene con distintos nombres, edades, tamaños, situaciones… Cuando damos asilo, cobijo, acceso, lugar… propiciamos el Reino, y cuando propiciamos a Dios sentimos gozo, y vida.


Si sus puertas son pequeñas dejen espacio, si con ese espacio no sirve háganla más grande, y si aún haciéndola más grande todavía no es suficiente, será que estamos haciéndolo bien, y que al final hemos comprendido esto que es compartir el Reino.

viernes, 2 de octubre de 2015

LUCAS 10, 13 CORZIN Y BETSAIDA

LUCAS 10, 13 – 16: »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si se hubieran hecho en Tiro y en Sidón los milagros que se hicieron en medio de ustedes, ya hace tiempo que se habrían arrepentido con grandes lamentos. Pero en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás levantada hasta el cielo? No, sino que descenderás hasta el abismo. »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.»



El mensaje y el mensajero son, a las veces, aceptado y rechazado. Aceptado por aquellos que confían en las palabras, en la noticia, en la predicación; rechazado por los que guardan recelo o no están conformes. Nosotros mismos, aún siendo creyentes, en muchas ocasiones se diría que somos como Corazín y Betsaida, que a pesar de los múltiples milagros que acontecen a nuestro alrededor no somos capaces de dejarnos cautivar por la esencia de Dios. Sea a través de un gracias, por medio de una ayuda, en una gentil sonrisa… o echándonos una mano, soportando nuestras desgracias y acompañándonos en momentos difíciles, cada día ocurre uno u otro milagro al lado, al ladito nuestro y los pasamos por alto. ¿Acaso esperamos ver caer fuego del cielo?¿Acaso asistir a otra pesca milagrosa? Si, fijándonos, hoy en día suceden muchos más (y tan grandes) milagros entre nosotros.

Corremos el riesgo de convertirnos en aquellas ciudades que no lograron entender, ver y aceptar el milagro del Reino de Dios, que si bien tiene una faceta espiritual, también tiene otra física que depende de la vida, de las personas y de cómo nos comportamos, hacemos, ayudamos, convivimos… Nadie, absolutamente nadie, puede decir que junto a él no hay milagros, porque sea en una primavera floreciente, o en un día de lluvia regenerador, o con un sol vivificante en cada estación, en cada momento, todo lo que está ocurriendo lleva el sello de Dios. Claro, quizás el problema es que somos muy espirituales y si no vemos levitar a un místico todo lo otro que ocurre es cotidiano, mundano. Nuestro peor peligro es la misma costumbre, que nos impide valorar la grandeza de la vida.

Cada día el espacio se abre, se ilumina, oscurece y en cada tiempo ocurren cosas maravillosas, inexplicables, que nos abren a lo trascendente, a lo asombroso, al wow! Entonces podemos decir que cada día es una nueva oportunidad de saborear todo lo divino que ocurre alrededor nuestro, y si nos sobrecogemos es que estamos muy cerca del Padre, y el Padre muy cerca de nosotros, aunque Él siempre lo está. Caray! Date cuenta.

Seamos de la plenitud y ayudamos de la carencia porque pruebas tenemos más que suficientes como para vivir felices, agradecidos, llenos de amor, satisfechos, esperanzados, ilusionados… apasionándonos por la vida, por la existencia, por el otro y por el mundo. Claro, y también por Dios. Que no nos pase como estas ciudades con tan grande expectativa que se les olvidó lo más imprescindible, lo que ocurría tan cerquita y que aún tocándolos menospreciaron.


Hoy tenemos todo por vivir, por hacer, por sentir, por conseguir… dejémonos tocar por la estela de Dios, que todo lo abarca. Abramos el corazón a este nuevo día, a cada olor, a cada ruido, a cada persona, a cada momento… y que al final del día ya no seamos Corazín ni Betsaida.

jueves, 1 de octubre de 2015

LUCAS 9, 57 NI A LOS PADRES, NI A LOS MUERTOS

LUCAS 9, 57 – 62: Iban por el camino cuando alguien le dijo: —Te seguiré a dondequiera que vayas. —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza. A otro le dijo: —Sígueme. —Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre. —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús. Otro afirmó: —Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia. Jesús le respondió: —Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.



A la vista está que el evangelista pone en boca de Jesús palabras muy duras. Hay que dejarlo todo! Nosotros, que podemos pensar, entenderemos que para aquellas primeras comunidades, que estaban perdiendo la esencia de aquella primera noticia, necesitaban que los suyos fueran prestos a dedicarse al evangelio. Quizás en aquellos momentos no habría el furor de los llamados de los discípulos, que lo dejaron todo, y por ello Lucas decide tomar cartas en el asunto para presentarnos tal exageración: dedícate, primero, al evangelio. Habrá veces que en nuestra lectura encontraremos pasajes complicados, pues debemos entender las carencias de estas comunidades que, aprovechando el mensaje de Jesús, describen lo que les está ocurriendo a ellas.

¿Y nosotros? Bueno, imaginemos… viviendo como vivimos en este mundo cada vez más secular estará de más decir que no sólo enterrar a nuestros padres o despedirnos de ellos, sino que primero déjanos vivir la vida, ganar dinero, formar una familia… y finalmente, si lo vemos necesario, te seguiremos. Es una gran parte de nuestra realidad, que hemos dejado hace años la evangelización y que, por ejemplo, en las escuelas (en la formación) se ha desplazado a Cristo por una ética, y a esta ética por módulos de periodismo, sociología… Como si leyéramos una historia de Asterix, únicamente, en una pequeña región, viven unos cuantos cristianos que siguen bautizando a sus hijos, llevándolos a catequesis… y en esa pequeña región aún menos son los jóvenes que se confirman.

Claro, también exagero un poco! Pero es verdad, hemos desplazado nuestra necesidad de Dios, nuestra capacidad trascendente, y cualquiera se pone ahora a trabajar por el evangelio teniendo que pagar las letras del coche, del viaje de novios, los libros del cole, los recibos del agua y del gas… Tendríamos que decirle: Señor, déjame regularizar mi saldo, mis impagos, coger la baja unos días en el trabajo, llenar la nevera para los de casa, ponerme algo cómodo y, pronto, te seguiré.

Esas son nuestras prioridades, no hay que avergonzarse, no pasa nada. Nuestro mundo se mide por la capacidad económica de cada uno, su solvencia, su puesto de trabajo, cómo viste, cómo come… el evangelio ocupa uno de los últimos lugares, seamos conscientes. Pero aparquemos todas estas urgencias de nuestro tiempo y sentémonos para guardar unos minutos de silencio, a escuchar, ¿Qué es lo que me está pidiendo el alma?
¿Qué es lo que justo ahora estoy necesitando?
¿Por qué, a pesar de todo, hay vacío en mí?
¿Esto es lo que quiero?


Si te viene alguna pregunta, o si preguntándotelo necesitas las respuesta, el texto hoy cobra significado para nosotros: dejadlo todo, todo… padres o muertos… dejadlos, y seguid a Cristo, curad el alma, recobrad aliento y volved a la vida. Hay que empezar a girar esos valores, esas necesidades y volver a construir desde el evangelio hacia fuera, cuidando del corazón, cuidando del alma.