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lunes, 30 de noviembre de 2015

MATEO 4, 18 PESCADORES DE HOMBRES

MATEO 4, 18 - 23: Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.



Lo más precioso de la vida, aquello que puede darle pleno valor, es sentirse llamado a… Claro, en nuestro caso diremos que es el llamado de Cristo el que nos abre las puertas de la fe, y de la vida cristiana, pero en todos los ámbitos y religiones existe también un llamado, que es universal, porque en definitiva, aunque con distinto nombre, aquello que nos llama viene a ser la misma cosa. Quizás alguien se siente llamado por la vida, otra se siente llamada a ayudar, otro siente el llamado del amor y aún alguna siente un llamado a la maternidad… Que seamos llamados nos indica que alguien (o algo) nos llama, y esta es una prueba innegable de la trascendencia, que existe, que sentimos, que nos acompaña, que nos conoce y que quiere sernos cercana.

Cada cual puede poner un nombre, una creencia, una espiritualidad, un camino… pero todos convergemos en el llamado a… que es como el sentido de nuestra vida, la respuesta a la pregunta ¿Para qué estamos aquí?

Bien, que lindo para nosotros entender que desde siempre somos llamados a la libertad y al amor. Somos llamados como estos discípulos a favor de la humanidad, para liberarla de este mar de problemas por el que muchas veces se tiene que navegar y que es inexcusable, y que nos somete. Ser pescadores de hombres es un llamado a afrontar estas dificultades con nuestros semejantes para, de algún modo, traerlos a la orilla, a tierra firme, darles descanso y comida (que sería libertad) y la oportunidad de que siendo libres puedan elegir qué quieren hacer, cómo quieren vivir… Y ese es el llamado universal que hace Dios, que aquello que Él creo en libertad recupere su estado auténtico.

Pescar hombres no significa necesariamente llevar a las personas a Dios, aunque también. A las personas sólo hay que liberarlas. Si después deciden que se quedan con Dios, con Cristo, con nosotros, será fantástico, pero si deciden que no, que nuestra propuesta no les interesa que también sean libres para decirlo, porque Dios no quiere obligar a nadie a seguirlo, a ser cristiano, sino que desea ver al ser humano viviendo en libertad, feliz, porque en esa felicidad también hay expresión del Padre.

Dejemos que cada cual elija, pero procuremos que todo el mundo tenga esa capacidad de elegir libremente, sin sometimientos, sin presiones, sin lazos, sin prisiones. De la oscuridad a la luz admirable hay un camino muy intenso de transformación, pero jamás de obligatoriedad. Podemos llevar a las personas a descubrir esa luz, pero no podemos sujetarlas para que la acepten como nosotros la entendemos.


Vencer al mal que oprime es la prioridad, y después veremos y aceptaremos, porque nuestro llamado no es a una etiqueta sino a la vida.

sábado, 28 de noviembre de 2015

LUCAS 21, 34 QUE NO PESEN NUESTROS CORAZONES

LUCAS 21, 34 – 36: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»


Proseguimos por el camino de estos signos escatológicos que nos alientan a estar vigilantes, a ser buenos administradores y a permanecer en la esperanza a pesar de que la venida de Cristo pueda ser, aún, tardía. Esta claro que la comunidad redactora del evangelio, como nosotros, era consciente de aquellas cosas que estaban perjudicando a los cristianos y utilizan este discurso escatológico para hacer una exhortación a la comunidad: para alentarlos a la fe que estaban perdiendo y para que mantuviesen el corazón encendido por mantener aquellas actitudes que provenían de la vida apostolar, como la invitación a la oración que (en definitiva) es un llamado a ser íntimos con Dios, como lo fue Jesús.

Nosotros siempre podemos leer estos discursos en clave de actualidad, aunque pienso que estamos sensiblemente mejor que aquellos, por lo menos en cuanto al conocimiento de la tardanza de las últimas cosas o al fuego de la fe, a pesar de que los tiempos que corren en Occidente no sean tan propicios, o tan eclesiales, como lo fueron años anteriores. Aunque quizás es porque la sociedad y la Iglesia también tienen que purificarse, como fuego, y es necesario que muchas cosas sean consumidas para que finalmente quede algo genuino sobre lo que volver a construir comunidad, ¿Quién sabe? Lo que tenemos por seguro es que no debemos perder la esperanza, ni por temor a los terroristas, ni por las políticas de turno que extorsionan la libertad (sea económica o militarmente hablando).

Está claro que la embriaguez de nuestras vidas no viene a causa del alcohol, ni por causa del dinero, sino que a través de la especulación, y de los intereses de los poderes fácticos, ayer nos emborrachan con el Black Friday mientras sigue la guerra en Siria, el miedo en París, las medidas de seguridad en Nueva York, o mientras la población de los países productores de petróleo pasa hambre. Bien, el Corte Inglés está de promoción y las calles se engalanan para las navidades, y esta es nuestra embriaguez, que otro año está por caer y nada nuevo en el horizonte político, o social, todo sigue estando hecho un traste. Entonces, ¿celebramos algún nacimiento?

No quisiera perderme en el frente de los despropósitos esta vez sino lanzarme a disponer mi corazón para que con estas fechas venga alguna luz nueva, que nos arranque de la comodidad, de las seguridades y de la percepción que cada cual tiene de la realidad. Ya cambiemos, no sigamos al amparo de las ideologías, de los discursos y de las promesas, sino demos un paso firme por la libertad del ser humano, por la dignidad de la persona, por la causa del amor y la comunión entre pueblos.


Que este tiempo que ya empezamos sea para nosotros un buen motivo de reflexión profunda y existencial, pues las señales son de sobras conocidas y, en muchos casos, ni velamos, ni somos administradores.

jueves, 26 de noviembre de 2015

LUCAS 21, 29 EL DIA ESCATOLOGICO

LUCAS 21, 29 – 33: Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.



Estamos delante de la serie de discursos escatológicos de Jesús y ante una invitación a permanecer vigilantes, atentos, porque si bien conocemos los signos de nuestro tiempo, de nuestra época, de nuestro espacio, no conocemos en absoluto cómo será, o cuándo será, que regresa el Señor. Señales de antes del final siempre tenemos, parece que se van repitiendo en cada generación: guerras, rumores de guerras, hambres, falsos profetas… y sabemos que por ese motivo las palabras de Jesús no pasarán, y no pasarán porque en Él existe la plenitud, que todavía ha de cumplirse, nuestra esperanza.

Pero el tiempo escatológico para nosotros es algo que queda como muy lejano, y que no nos pase como aquellos antiguos que perdieron el fervor, el primer amor, viendo que su esperanza no llegaba, porque no sabemos cuándo, ni cómo. Pero, en cambio, sabemos algunas cosas: que en nuestro tiempo, en nuestra vida, en el capítulo que escribimos, tenemos la oportunidad de acercar esa esperanza a nuestra línea espacio-tiempo y, de algún modo, anticipar esa plenitud de los tiempos bajo el primado del amor, bajo la imagen de la fraternidad, entre días de paz y con un espíritu de acercamiento, de comprensión, de entendimiento.

Conocemos los rumores de antes del final de los tiempos porque se van repitiendo sistemáticamente a lo largo de la historia, pero qué pena que llegue a través de ellos nuestro conocimiento, esto significa que, todavía, somos un poco obtusos. Qué lindo sería que estos signos cambiaran, que no hubiera hambre, ni envidias, ni nación contra nación, ni traiciones sino que viviéramos promovidos por el espíritu de Amor, en colaboración, en celebración, colaborando con Cristo incluso antes de su regreso, con Dios, con nuestros hermanos y hermanas en lugar de pelear, de acosarnos, de robarnos o de rechazarnos… a la basura con esos signos! Terminen con esa historia!

Busquemos signos de unión, trabajemos por unificar los corazones, por secar las lágrimas, por traer alegría, paz, esperanza, tranquilidad, calor. Olvidemos que somos de oriente u occidente, de Norte o Sud, sabios o pobres, necios o ricos… qué importa si todos compartimos esta experiencia de la vida, que además es única, que jamás será como lo está siendo, que no volveremos a repetir. ¿Para qué dejar de encontrarnos?¿Por qué pelear? ¿No vale más el amor?¿No es mejor sonreír?¿acoger?¿perdonar?...


El otro día celebrábamos el día internacional contra la violencia a las mujeres, deseo de corazón que algún día podamos cambiar esta forma de llamar a una fiesta. Quizás llegue el día en que digamos que celebramos el día mundial del amor a las mujeres. Pienso, que como aquella cruz que no quería Dios y que truncó en la Resurrección, también nosotros seremos capaces de darle la vuelta al mal para celebrar el bien.

lunes, 23 de noviembre de 2015

LUCAS 21, 1 LA VIUDA POBRE

LUCAS  21, 1 – 4: Alzando la mirada, vió a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.»



Sin dudas, estamos llamados a darlo todo, a vaciarnos, a entregarnos por completo a los demás. Aunque entregarse por completo no significa otra cosa que ser nosotros mismos en medio del mundo. Qué importante! Porque esta viuda no se mide por el esfuerzo que hace, sino por su generosidad y una generosidad que se mide porque es quien dice ser, no como aquellos a quienes les gusta aparentar. La autenticidad es generosa: “te doy lo que soy, no puedo darte más, pero lo que soy te lo entrego todo”. Y qué vida nos espera si nos comportamos así y si somos capaces de darnos en gratitud y gratuidad, sin reservas, sin mejor para unos y peor para otros, sólo siendo quienes somos, verdaderos, honestos.

Claro, los pobres ricos salen muy mal parados en el evangelio, cuando la realidad no es así y conozco a muchos, a muchas personas con dinero que son igual de pobres que esta viuda, que participan, colaboran y se dan en gracia, como son, sin ornamentaciones. Quizás, por eso, los ricos pueden ser todos (o todas) estos que piensan que tienen mucho de Dios, que son cristianos de verdad, que cumplen el precepto, que participan del donativo dominical, que asisten a las reuniones, cenas, comidas o que hasta participan de la comunidad… pero que no son ellos, y que viven bajo una apariencia de piedad. Son “ricos” espirituales, pero ricos sin riqueza. ¿Dónde encontramos al Dios vivo de Jesús en medio de nuestra vida sino es a partir de nuestra originalidad, de quiénes somos y de lo qué vivimos?

Porque si Dios quiere la felicidad del ser humano, quiere también que el ser humano sea quien tiene que ser, porque siendo quien es vive su plenitud y su luz brilla, como ninguna, tan especial como las demás que también se unen en el lucernario, en el cielo, en la noche. Jesús nos enseña a darlo todo, pero a darlo todo desde quienes somos, porque la Cruz, como la vida, es singular y para cada uno, y aunque podamos acompañarnos, cada cual tiene sus cualidades, su forma de errar, su manera de amar, su música, sus capacidades, su relación con Dios y con los demás, y cuánta riqueza tenemos entre nosotros! De Cuánto podemos aprender, complementar, crecer, descubrir…!

Nuestra gran aventura al dejar la adolescencia es para llegar a ser viudas pobres, aunque esta aventura se expande a lo largo de los años y nunca, NUCA, es tarde para verse dando todo lo que tenemos, incluso lo que tenemos para vivir, porque cuando uno entrega la vida se obra un milagro, y con cada milagro se consigue una vida. Y conseguir una vida es capacitarla con una identidad, ahora eres tú, quien tienes que ser, este un gran milagro.


Dios, en su trascendencia, nos conoce a todos, tiene incluso contados los pelos de nuestra cabeza, pero quiere que de su trascendencia llegue a nuestro corazón ese mismo conocimiento, de Él y de nosotros. Que nadie renuncie a lo que es, que no les quiten la libertad y muéstrense como son, amadas y santos.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Marcos 14, 36 PADRES

Marcos 14, 36: Y decía: «¡Abbá, Padre!


La verdad es que tengo mucho por lo que agradecer a Dios la oportunidad de volver a vivir. Aunque de la experiencia del Abba de Cristo que llega a mi vida hoy quiero agradecer, en la fiesta del Cristo Rey, a quienes aquí en la Tierra puedo llamarles: Papá! Porque la experiencia del Padre en los cielos pasa también por la experiencia del Padre en la tierra, sea por paternidad, siendo mi Padre, Pedro, que siempre ha estado allí (a veces aunque no lograra verlo), o sea porque la vida me los ha dado en adopción en momentos determinados e importantes de mi vida: Manolo, Alberto y Jordi. Los cuatro son las columnas paternas que mueven mi vida, como ejemplo, por lo que me aportan, por intimidad o por amor, y cada uno aporta su personalidad, su experiencia, su temperamento, su honestidad, su cariño… Desde quienes puedo ver atisbos del Dios que nos trasciende pero que se muestra tan próximo y cercano a nosotros. Ni el tiempo, ni las circunstancias, ni las malas experiencias, ni la distancia, ni nuestras carencias, no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios.

Son cuatro caminos distintos, pero son cuatro mejores caminos. Si voy por uno encuentro paz, si me dirijo al otro hallo voluntad y trabajo, si por otro encuentro carisma y bondad, y si elijo el cuarto me encuentro con un ejemplo de perseverancia e incondicionalidad. Qué importante para mi vida teneros, porque no quisiera encontrarme faltándome el amor de alguno.

Ayer tuve el reencuentro con Manolo, hacía ya tres años que no lográbamos encontrarnos. Sí, llamadas, pero las llamadas ciertamente con el tiempo terminan por disipar esa necesidad del encuentro, ¡y cómo echaba de menos poder tocarlo! Porque, en esta vida, para saborear las cosas, también hay que tocarlas (o quizás es que yo no sea muy espiritual). Puedo escucharte, puedo intuirte, puedo sentirte… pero necesito tocarte, y si no te abrazo, y si no te beso, y si no te veo a mi lado… la vida no es en abstracto, como Dios, que si bien trascendente se hace presente en vosotros, y también así logro tocarlo.


Deseo que cada cual encuentre a su Padre, a su Abbá, y que de su encuentro en la tierra se dibuje otro encuentro en el cielo del que poder hacer experiencia, amor. Si ustedes pueden, sean padres, sean madres, no importa la sangre sino que importa el corazón, no importa si lo dice el registro civil, deseen la vida, quieran convertirse en padres y madres del mundo necesitado, lugares de familia para aquellos que no pueden hacer experiencia de ella, para los que están desestructurados, dolidos, o decepcionados. Toquen su realidad, rescaten a sus hijos e hijas repartidos por el mundo, por las calles, en su escuela, en su trabajo… ámenlos, quiéranlos, abrácenlos, dense en confianza, sean lugares de confort para ellos, vivan deseando ser parte del Abbá del cielo que se dona en la tierra, sean obra de Dios, y vivan felices y dando felicidad.

sábado, 21 de noviembre de 2015

JUAN 18, 33 NO MATAR POR NADA

JUAN 18, 33 – 37: Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»



La Pasión, dice Jordi Cussó, es lo más contrario a Jesús, el anti ágape. No cabe duda que Jesús muere porque todos morimos, pero muere por el mail innecesario, aquel mal que se podría evitar. Como ocurre en nuestro tiempo, que también hay mucho mal que se podría evitar. En este caso, si Pilato hubiera querido Jesús no hubiera muerto. Si el Sanedrín hubiera querido, Jesús no habría muerto, porque no hacía falta.

En la vida hay personas a las que yo machaco, quizás lo hago sin querer o quizás lo hago queriendo, el mal intencionado, o no intencionado, pero un mal que si dejo de hacerlo evitará el dolor de los demás, incluso del mío propio. Porque el mal que más nos hace sufrir se puede evitar y se debe evitar. El supuesto mal que hizo que Jesús perdiera la vida, también se podría haber evitado, y nos sirva de reflexión para entender que ante el dilema del mal siempre hay algo que yo puedo hacer y que es no hacerlo.

El mandamiento que nos dejó Jesús dice que ames (por encima de todo), y que cada vez que no amas a tu hermano has matado un vínculo, una amistad, parte de lo más especial que tenemos los seres humanos y que nos hace iguales, porque dejar de amar al otro en parte también es dejar de amarme a mí mismo.

Cómo vivir no es tarea fácil. Esta maravilla del vivir lleva una parte de cruz, llevar cosas que no son fáciles. Entenderse a uno mismo, entender a los demás, dejar atrás algunas cosas... Puedo entender la vida como un gran don, como Cristo, o como una gran cruz. Hay gente que entiende la vida como una cruz, y cuanto más suframos... en la otra vida ya estaremos bien. Este valle de lágrimas que nos hace perder casi todo será recompensado en la otra vida.

La vida tiene momentos de lucha, complicados. Algunos nos cargamos almas, otros mesas, algunos toda la vida. Algunos momentos son fáciles de llevar, otros no, y no todo puedo llevarlo solo.

Mientras haya posibilidad de cambio, desde lo más sencillo todo es posible. Pero aquí Jesús es condenado a muerte. Jesús es un hombre que pasó por el mundo haciendo el bien, pero la gente decidió ir en contra de Él.


No matemos a nadie, por nada. Nadie lo merece

viernes, 20 de noviembre de 2015

LUCAS 19, 45 UNA VOZ INCOMODA

LUCAS 19, 45 – 48: Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»  Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.



Siguiendo el itinerario lucano, estamos llegando ya al punto de inflexión que marcará los deseos de la clase sacerdotal de matar a Jesús. Para nosotros se muestra a un Jesús valiente, decidido, que defiende la originalidad de la relación entre el Templo y Dios y que no consiente, de ninguna manera, que el lugar del encuentro se convierta en una excusa para aprovecharse de la fe, de la gente, de la intimidad entre Dios y nosotros. Para aquellos sacerdotes, para la gente del Templo, que vivían precisamente del sabotaje de la experiencia del encuentro entre Dios y los creyentes, alguien tan valiente sólo merece morir, porque agita a las masas y porque ahora se convierte ya en un rival con capacidad de menguar los privilegios que habían adquirido por su clase sacerdotal.

En nuestro tiempo no ocurre algo diferente, aunque cierto es que nuestros medios son más sigilosos. Si Jesús hubiera vivido estas escenas en nuestro tiempo podría haber ocurrido dos cosas: 1) Jesús es un judío y, por tanto, problema entre Israel y Palestina, así que dejémoslos que se maten, o 2) si Jesús hubiera violentado a otras dos grandes potencias probablemente habría sido objeto del ataque de un dron, o de una mala campaña de prensa, o de embargo de sus recursos, y se acabó el problema. Sea como sea, tan fácil era callar a alguien en aquel tiempo como lo es hoy cuando el que habla incomoda.

Llevar la verdad incomoda, denunciar la situación social, económica, política… también incomoda, incomoda que se destapen secretos a través de wikileaks, también que se filtren informaciones a la prensa, radio o televisión. Incomoda la independencia de Catalunya, incomoda Escocia, incomoda el Papa Francisco, incomodan los divorciados a la Iglesia, incomodan las femmes a los obispos… Y vaya! Parece que manifestar la verdad incomoda, y mucho.

Se incomoda sobretodo cuando es posible hacerse oír, escuchar, cuando se puede alzar la palabra y denunciar, cuando se tiene voz, opinión, cuando se es un personaje notorio, o público, o político, o religioso… Pero nosotros también tenemos esa capacidad de incomodar, porque miles y miles de personas exigiendo sus derechos, su dignidad, su derecho a la vivienda, su malestar por los problemas de la sanidad… también lo hace, que se lo digan al PP de Madrid que no quiere manifestaciones. Y es que estas clases de hoy, como las de ayer, viven muy bien del silencio, de la duda, del desconocimiento.

Tengamos hoy el deseo de ser un poco incómodos con el sistema, no con las personas (que esa es otra incomodidad), sino que sintámonos con esta fuerza de Jesús que denuncia y se hace escuchar.


Desde aquí todo el apoyo a cuantos y cuantas salen a la calle, gritan en las plazas o elevan su voz en las manifestaciones. Todos y todas, profetas de este siglo XXI.

jueves, 19 de noviembre de 2015

LUCAS 19, 41 SI CONOCIERAMOS LA PAZ

LUCAS 19, 41 – 44: Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»



Es increíble cómo está de actualidad el mensaje del evangelio si miramos a lo alto y ancho de la geografía mundial, política, económica o militar, pues aunque últimamente corren muchos mensajeros de paz, muchas ocasiones para hablar de la paz y otros tantos conflictos para practicarla parece que no hay luz en esto de entendernos, comprendernos, aceptarnos y convivir. Si hay guerra contestamos con guerra, si hay conflicto medimos la distancia que nos separa, y si se atenta contra las personas o contra los derechos humanos aparece el aparato diplomático, que de paz… nada.

Hay mil excusas para no hacer caso a los mensajeros de paz, a los que quieren la paz (que somos muchos). Con sólo mirar la de situaciones de hostilidad que hay en el mundo y que son permitidas por los poderes lograremos ver cómo las diferentes industrias, como las de armamento, tienen que hacer su agosto a costa de vidas humanas. Hoy no sé si hay mucha diferencia entre quien vende el armamento y el que persigue el terrorismo, aunque poco se habla de las primeras, que son las que encienden la guerra en el mundo a costa de grandes fortunas, de una vida de lujos y de excesos. Es el dollar, o el petrodollar, o el oro, o los diamantes, o cualquier fuente de riqueza (la que sea) que compra guerra en lugar de paz, y eso que la guerra se vende muy cara.

¿Por qué van repitiéndose, todavía, desfile de las fuerzas armadas, de los ejércitos, aviones, tanques…?¿Qué sentido tiene llamar a la guerra? Particularmente no me interesa, en absoluto, ver a la marea verde, o azul, o del color que sea a paso por las calles haciendo gala del armamento, del poder de destrucción, o de su grandeza (o pequeñez)… ¿quieren medírsela? Hay poco sentido…

Vivimos en un mundo que sabe muy bien dirigir sus intereses, y los nuestros, a través de los medios de comunicación, de las informaciones, de las opiniones, de personas carismáticas… pero también vivimos en un mundo escaso de paz, que tiembla, que gime, que se lamenta y que también grita basta! Aunque estoy convencido que aunque salgamos cada día, cinco millones de personas en contra de la violencia, de la guerra, de los conflictos, de la venta de armamento… mientras exista la industria, mientras haya política, o mientras se primen las relaciones, la diplomacia, o los acuerdos… el mundo permanecerá roto.


Y no hay tiempo para coser, el hilo ya no pasa por la aguja y en lugar de reparar el roto solamente hay uno y otro pinchazo, sangre, dolor y una herida abierta. Que vengan los costureros de paz, los sastres de la concordia, los modistos de la cordialidad y que nos arreglen el traje.

martes, 17 de noviembre de 2015

LUCAS 19, 1 VENGO A COMER A TU CASA

LUCAS  19, 1 – 7: Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.»



Si supiéramos el bien que hacemos, o que podemos hacer, a la gente encontraríamos, en adelante, a muchos y muchas que también querrían devolverse a la vida con gratitud, esperanza y amor. Si dejáramos de criticar, si aparcáramos nuestros recelos y si dijésemos: hoy voy a comer a casa de “Zaqueo”, conseguiríamos abrir corazones. ¿Cuántas veces nos perdemos un encuentro por qué aquella persona nos cae mal?¿o vive de un modo que nos gusta?¿o piensa diferente?¿o cree en otra cosa? Dejamos pasar, a la semana, muchas oportunidades para disfrutar de la gratuidad, porque en esta vida no todo el mundo tiene ni que pensar como nosotros, ni vestir como nosotros, ni escuchar la misma música… aunque pueda parecernos extraño, raro, inapropiado…

Miren, de ninguna manera quiero dar la impresión de que yo voy por la vida dispuesto a comer, a cenar, o a compartir un rato con el Zaqueo de turno, porque es algo que nos cuesta a todos. Entonces hoy escribo desde mis miserias, con la esperanza de volverme un poco como este Jesús de la gratuidad que conoce el bien que hace a aquella persona por quien se deja acoger. Qué valentía! Y no es por caridad cristiana, ni por bondad, que debemos movernos sino por gratuidad, porque la experiencia del encuentro nace de la libertad, del deseo de querer ir contigo, o con ella, porque en realidad nada me lo impide, y si mis impedimentos son mis prejuicios, qué locura!

Entiendo la incomodidad que provoca esta experiencia, ya ven que a Jesús lo terminan señalando, aunque eso no le impide hacer lo que debe hacer, que es sentarse a compartir su intimidad con Zaqueo, porque cuando alguien se abre al otro, no puede sino ofrecerle lo que hay en su corazón, y ¡esto es amor! Por qué no hay otra experiencia tan cercana al corazón humano que ese encuentro interpersonal sincero, cercano, familiar y hasta ingenuo de creer en tu bondad y de admirarme de tu belleza, seas lo que seas, te llamen lo que te llamen y me digan lo que me digan, hoy quiero comer contigo.

Y bueno, termino, quizás no terminen todas estas experiencias en algo tan colosal como lo de este Zaqueo, que devuelve el cuádruple de lo que se quedó, pero seguro que tras el encuentro habrá una doble llama, un fuego encendido, “caliu” decimos en Catalunya, y qué mejor para el invierno y el frío.


Salgamos a la calle, miremos en las copas de los árboles y preguntemos: ¿Qué hay de comer?

lunes, 16 de noviembre de 2015

LUCAS 18, 35 JUNTO AL CAMINO

LUCAS 18, 35 – 43: Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.


Que importante ser hoy como el Jesús de este pasaje. Cuánta gente conocemos que está parada, estática, o que no se mueve junto el camino. Son personas que están esperando una oportunidad para declarar su mal, para desear su bien, para ser rescatados de muchas situaciones, quizás por riesgo de exclusión, quizás por temor, o puede que por enfermedad (y enfermedad espiritual)… entre el día a día lo cierto es que conozco a muchas personas que son como este ciego, que no viven en el camino sino que los veo a los lados, caminando junto a mí.

Los peores gritos del ser humano son aquellos que se hacen callados, que no conoce nadie pero que nos aprietan, son subyugan, nos condenan y terminan por hacer diálogo en nuestras prisiones, en nuestras oscuridades. Llegar al fondo de un alma, o poder sanar a un enfermo, es verdaderamente difícil, porque hasta llegar a sus prisiones hay un camino de celdas interminables, las cuales forman como un laberinto por el que tan fácil es perderse como no encontrar la salida y desistir, pensar que no hay solución.

Miren, en el Reino de Dios también hay una verdad para los que están en los márgenes y es que Jesús también los llama a la propia responsabilidad. Los milagros vienen cuando se suscita la fe, cuando me veo siendo consumido por el fuego de la esperanza, del deseo de salir de mi realidad, cuando traspaso mi condición oprimida para volverme un buscador de tesoros. Entonces, hay que promoverle al ser humano su responsabilidad, su necesidad y la posibilidad a la esperanza para que de los márgenes decidan pasar al camino, porque si alguno clama, o pide, o busca al Señor… sea cual sea la situación, o el ruido de la gente de alrededor, que sepa que va a ser escuchado:

                - ¿Qué quieres que te haga?


Que seamos capaces de vislumbrar a quienes habitan junto al camino para alentarlos a caminar con nosotros, a compartir el suelo de la vida, a descubrir otro horizonte, un día nuevo, una oportunidad. Que seamos también personas que animen a cada cual a usar su responsabilidad, sin exigirles nada sino como entregándoles esa libertad, la libertad de aceptar o rechazar (sin opresiones). Y que no seamos como la multitud que no deja acercarse al ciego a Jesús sino que tengamos oídos prestos para la necesidad, para la hermana o el hermano, para la amiga o el amigo. Que seamos acceso a Cristo.

domingo, 15 de noviembre de 2015

MARCOS 13, 26 LOS FRUTOS DE LA HIGUERA

MARCOS 13, 24 – 30: «Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.


Los discursos de carácter escatológico siempre me han supuesto una dificultad. Pero quizás la providencia nos coloca este pasaje a la luz de los atentados de París y sobre los que, salvo mi pesar, no voy a comentar pero que nos sirven de pretexto para entender el pasaje de hoy en clave de presente, porque de algún modo nuestro sol se ha oscurecido y las estrellas no cesan de caer del cielo. Y aunque cada cual puede interpretar la imagen como quiera, el juicio de nuestros días tiene mucho que ver con la política, la diplomacia, la venta de armamento y lo lejos que quedan algunas situaciones, que en cambio nos sobrecogen a 1000 kilómetros de distancia y en suelo europeo. Aunque no nos coge desprevenidos, ¿verdad? Esta situación la llevamos viendo por televisión día tras día.

Pero, ¿aprendemos de la higuera? ¿En clave de qué puedo interpretar el verano? Quizás en clave de lo que estamos recogiendo a causa de la necesidad del mundo, de la preeminencia de la religión, del terrorismo por doquier, de los intereses económicos. Y si vivimos así es porque realmente interesa, y si atravesamos esta crisis también es por interés, y si sube o baja la vida, el petróleo o la bolsa, las acciones, los réditos, el IBEX… por interés, porque es el fruto que nos está dando la higuera.

Hoy sólo quisiera dejar esta reflexión, para que cada cual pueda extraer sus conclusiones, expresar su sentir, decidir qué hacer… porque cuando caigan estos frutos ¿Qué le quedará a la humanidad?
                               Cristo…?

                                               Dios.

viernes, 13 de noviembre de 2015

LUCAS 17, 26 GANAR Y PERDER LA VIDA

LUCAS 17, 26 - 33: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.



Es increíble cómo en esta vida, y en el mismo día, podemos reír y llorar amargamente. El mundo es un multi-escenario por el que acontecen episodios de lo más dispares y que, en muchas ocasiones, nos ofrece dos representaciones: una de mañana y otra de tarde/noche. Ayer mismo se abrió el día con la noticia de la muerte de un sacerdote chino, presumiblemente a manos del mismo gobierno (supongo que sabrán como están las cosas en China referente a la persecución y a la clandestinidad del cristianismo) y al atardecer, cerca de Barcelona, pude ir a ver las primeras horas de una nueva vida que llega al mundo y a sus felices, y muy enteros, padres. Es como si de alguna manera el acontecer de lo divino hiciera balancear el cosmos para templar una muerte con una vida.

En este caso, además, me da en el hocico que este naciente va a tener un papel importante y que, de algún modo, continuará con la labor de esta vida que se ha perdido, porque ha nacido con un carácter tranquilo, conciliador y generoso que casi podría decir que proviene de la herencia del recién desaparecido. Sea como fuere, expreso mi dolor por la vida que marcha y celebro, con alegría, la vida que está.

Muchas veces hablo del evangelio en sentido figurado, utilizando metáforas… pero no puedo olvidarme de que el evangelio también tiene un sentido crudo, real, en muchos lugares en los que coger la Cruz no significa sólo capacidad para afrontar las dificultades, o para llevar la enfermedad… sino compartir el mismo destino de Cristo, morir por el evangelio, terminar crucificado.

¿Es la voluntad de Dios? No creo. Pienso que Dios no desea que se vuelva a repetir otra Cruz, otro martirio, porque no tendría ningún sentido revolcarse en el sadismo del que hacemos gala los seres humanos, en cualquier tiempo y en cualquier época. Sí, quizás hoy no hay cruces, ni se usa tanto la decapitación, pero en este tiempo hay persecuciones que terminan en palizas, en tortura, coacciones, intimidaciones… De un modo u otro todo esto sucede delante de nosotros, ante nuestras narices, ¿Dónde está mi responsabilidad?¿nuestra responsabilidad? Quizás esté en la distancia que hay con las situaciones de violencia, pues aquí, en Barcelona puedo hablar con cierta relatividad de todo esto, y no me enorgullece sino antes me llena de tristeza.


Quizás en un futuro me permitan compartir ese mismo destino, entonces dejaré mi relativismo.

jueves, 12 de noviembre de 2015

LUCAS 17, 20 DESCUBRIENDO EL REINO

LUCAS  17, 20 – 25: Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.» Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.



Es algo realmente importante. Cada vez pienso más en que cada día podemos hacer presente el Reino de Dios aquí, en nuestra rutina, en nuestro día a día, en nuestro corazón o con nuestras relaciones, amistades, familia… ¿Cuántas oportunidades tenemos de hacer presente el Reino?¿Cuántas de ellas somos conscientes?¿Cuántas se nos escapan? Que importante hacernos con este texto de hoy que nos dice que no esperemos grandes señales, grandes prodigios porque el Reino ya se ha acercado y, en cierta parte, depende de lo que yo hago para instaurarlo en mi vida, en mi realidad, en mi presente. Si cada día es otra oportunidad para reencontrarme con la vida, ¿cómo no va a serlo para descubrir este Reino?

Claro, yo por lo menos no quiero pasarme el día malgastando momentos, encuentros y ocasiones para poder ponerme de rodillas y exclamar: verdaderamente aquí está Dios. Será que tengo la suerte de convivir con muchas personas que irradian algo del Padre, o algo del Reino, aunque estoy seguro de que todos y todas tenemos las mismas oportunidades para ver cómo la obra de Dios prosigue en nuestro mundo a pesar de la crisis, de los problemas, de la enfermedad… Y que al final del día puedo terminar por dar otro gracias, como el primero, porque hoy volviste a acercarte.

El año pasado me hicieron una entrevista unas chicas de la universidad Pompeu Fabra aquí en Barcelona y me preguntaban si me consideraba optimista. Bien, la verdad es que no más que cualquiera de ustedes, o de vosotros, porque siempre hay cosas que nos sujetan al dolor, a la soledad… y uno no puede obviarlas. Pero, les dije, sí me considero un privilegiado que es capaz de descubrir muchos momentos que, realmente valen la pena y que me hacen feliz, como ese mismo instante en el que conversábamos. Ese también es un momento del Reino, cinco personas compartiendo de la vida, hablando, intercambiando experiencias y escuchándonos en un clima de absoluta entrega, paz y amor. Caramba! Si eso no es Reino que baje alguien y me lo aclare.


Seré breve, que no les pase la vida por delante y se queden sin descubrir el Reino, y a este Dios que pasa entre nosotros con tantas situaciones, de tantas maneras. Abran sus ojos, los ojos de la fe y los ojos del corazón, miren y remiren, busquen y lleven a sus vidas, cada día, un poco del Reino.

sábado, 7 de noviembre de 2015

MARCOS 12, 38 ESCRIBAS Y VIUDAS

MARCOS 12, 38 – 40:  Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.



Vivir no es tarea fácil, aunque es algo maravilloso. Podríamos decir, no obstante, que esta maravilla del vivir tiene una parte, una cara, que es de vida y otra cara, la B, que es de cruz y que nos conlleva cosas que no son fáciles, por tanto puedo entender la vida según la cara en la que me encuentre: o un don, o una cruz. Hay personas que entienden la vida como una cruz y piensan que tienen que sufrir, incluso sufrir para ganar otra vida, como si este valle de lágrimas que nos hace perder casi todo fuera recompensado en otra vida. Es indudable que la vida tiene momentos complicados, y también que todos cargamos con algo en esta vida: unos muebles, otros almas… Añado, y para poder llevar la cruz te necesito, porque yo no puedo con todo.

En este pasaje Jesús nos dice que no carguemos una cruz al otro, a nadie. ¿Se han dado cuenta que hay personas a las que les molesta la felicidad de otros? Y les cargan con una cruz, como si no pudieran ser felices. Que si un enfado, que si una envidia, que si una carga… Qué tremendo es esto que pueda molestarnos la felicidad de los demás y que hagamos todo lo posible por borrarles la sonrisa. O qué increíble, aunque de lo más normal, que podamos aprovecharnos del dolor de otros, de un momento de bajón, de la pérdida de un ser querido para añadir dolor sobre dolor, hasta desnudar a la víctima.

Sería correcto que si llevamos una vida en plenitud seremos más solidarios con la felicidad del otro, e incluso con su dolor. En esta vida ya tenemos demasiadas cosas que nos pesan y lo que necesitamos, si cabe, es alguien que nos ayude, no que nos pise, o que nos hunda, o que nos dinamite el camino.

¿Quiénes son los escribas de nuestro tiempo? Quizás sólo tengamos que mirar dónde están las víctimas para poder responder, porque los escribas de hoy son más numerosos y tienen mucho poder, controlan el poder mediático y el fáctico, controlan el tiempo y la energía e incluso tienen la facultad de crear confusión, tiempos de crisis o de terminar con nuestra economía. Son escribas que actúan a lo descarado, con impunidad, incluso con el beneplácito de las urnas. Han cambiado las filacterias y su ropaje por democracia, por consenso, por Constitución… y siguen devorando nuestras haciendas con largas oraciones, con promesas, con intenciones…


Hay muchas viudas, tantas como escribas, ¿y dónde estamos los cristianos? Quizás tenemos que pedirle a Dios que nos ilumine para aprender a consolar el tiempo que vivimos, porque más que nunca hoy debemos ser como ese hospital de campaña. Que el que tenga lona la traiga, que el que camas las lleve, que el que medicinas que las suministre…

LUCAS 16, 10 EL BUEN Y EL MAL ADINISTRADOR

LUCAS 16, 10 – 13: El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.»



Todos somos administradores, en una u otra forma. Todos tenemos alguna responsabilidad que recae sobre nosotros y cuando pareciera que no, tenemos la propia vida que administrar, y bien administrar porque constituye el bien más preciado (que es existir) y algo que nos viene dado, que no es por nosotros. Respecto de la existencia Jesús nos insta a permanecerle fieles, es decir a ser fieles a nuestra autenticidad, a lo que somos, a este ser propio y que nos identifica y que nos da identidad. Podríamos decir que en nosotros mora la vida y que, por tanto, tenemos el cometido de saber llevarla, de cuidarla, de amarla, de desarrollarla y de proyectarla, de entregarla y de compartirla. Esta es la primera fidelidad del ser humano como administrador de algo, la más primitiva.

La tentativa entre Dios y el dinero respecto de la vida la podemos también entrever en otras muchas realidades, aunque nos servirá a nosotros de polo respecto a la buena administración. Para el evangelista el buen administrador opta por la vida, por el amor al prójimo, por ser desprendido, por ayudar… en cambio, el pesetero hace todo lo contario, vive de la soberbia, depende de su monedero, su felicidad es efímera, es egoísta y vive bajo la opresión de ese otro dios. Dios, dirá el exégeta, nos lleva a amar, mientras que el Dinero nos conduce a robar. Sin duda estamos en el extremo de las dos administraciones pero no le falta verdad.

Ahora, respecto del administrador que cubre lo poco tengo otra opinión, porque si bien puedo estar de acuerdo con el evangelista, en la poca administración no llega a descubrirse lo que vive en el corazón de las personas. Porque mientras se es pobre, por ejemplo, o mientras no se ejerce autoridad hay tentaciones que no llegan a nuestra vida, que no se hacen presente. Sí, quizás logremos ver al mal administrador pero… demos un paso.

Si quieres descubrir un mal administrador tienes que darle a la persona la posibilidad de guardar lo mayor. Quizás por una posición de poder respecto de otros, quizás gestionando un capital mayor, quizás con una amplia cartera de clientes, quizás como párroco de una parroquia, quizás como obispo, o quizás como padre o madre en una familia… ahí descubrimos, a veces quedamos estupefactos y sorprendidos de lo que había en el corazón de aquel, o de aquella. Pero es necesario, porque en definitiva estamos buscando al buen administrador y en ese camino los habrá de todos los colores, y es necesaria la posibilidad para todo ser humano.


¿Eso nos lleva a la desconfianza? No, por supuesto, ello nos permite llegar a prestarle a la persona la ayuda que necesita, o descubrir quienes son verdaderos administradores. Si hay malos administradores habrá que enseñarles, que procurarles un aprendizaje, que seguirlos en su proceso y prepararlos para la mayordomía porque aquí no se desecha a nadie, quizás se busquen otras maneras de ayudar.

viernes, 6 de noviembre de 2015

LUCAS 16, 1 ASTUTOS Y DESPIERTOS

LUCAS 16, 1 – 8: Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.” Se dijo a sí mismo el administrador: “¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas.” «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” Respondió: “Cien medidas de aceite.” El le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.” Después dijo a otro: “Tú, ¿cuánto debes?” Contestó: “Cien cargas de trigo.” Dícele: “Toma tu recibo y escribe ochenta.” «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.


Qué bien debe sentirle a Dios que nosotros también seamos capaces de echarle una mano, de solucionar los problemas con los que nos vamos encontrando en la vida, porque en el pasaje de hoy el Señor nos pide astucia, inteligencia, curiosidad y algo de pillerío (del bueno, claro), porque desde el momento que Dios nos entrega libertad el ser humano tiene la responsabilidad de gestionarla, de cuidarla, de procurarla, de asistirla y de comunicarla. Si tenemos que ayudar a liberar personas, si nos constituyen pesadores de hombres, tengamos en cuenta que saldremos a la mar brava en muchas ocasiones, y ¿qué haremos entonces? O nos espabilamos o perecemos.

Claro, mirémonos a nosotros, uno no puede estar ayudando a otro a perpetuidad porque entre ellos se crea una especie de situación de dependencia que, algunas veces, ralla el aprovechamiento. Y no es por maldad, pero como a aquel se le solucionan los problemas casi sin necesidad de moverse pues su radio de acción se va discapacitando y, finalmente, se acomoda. Sólo tenemos que ver a muchos de los pensionistas que en su día consiguieron una paga más que justa por causas que no eran tan graves y que ahora penden de una medicación, de la bebida, y de la paga que mes tras mes no viene como una ayuda sino como una losa. Cuando impedimos al ser humano capacidad de resolución estamos amputándole la libertad, y si Dios quiere que nos espabilemos es precisamente para que la libertad que nos otorga cobre su pleno sentido, sea llena, nueva y capaz de impulsarnos hacia metas por alcanzar.

¿Quién quiere que se le corten las alas?¿Quién quiere dejar de tener ilusión? Pues es imprescindible que comencemos a solucionar nuestros problemas, sin depender de los demás y sin depender de Dios. Pero, claro! Eso no quiere decir que deje de poner mi vida a sus pies, porque mi valentía, mi osadía, mis capacidades están de un modo u otro dispuestas por él, que me las dio. Dios no quiere que nuestra relación sea dependiente, porque la dependencia termina por oprimir y nos enseña a cobrarle sentido a la vida, como Jesús en el huerto de Getsemaní cuando le dice: Señor, si puedes, que pase de mí esta copa… y luego añade, pero hágase su voluntad. Qué ejemplo, no? Pues ahí lo tienen.


El cristianismo necesita a mujeres y hombres astutos para que lleven adelante la buena noticia, para que devuelvan la esperanza… así que no se adormezcan, o despierten a los adormecidos porque hay derribar barreras, fronteras, prejuicios, poderes, situaciones… y los necesitamos despiertos.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

LUCAS 15, 1 FIESTA POR LOS EXTRAVIADOS

LUCAS  15, 1 – 7: Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.” Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.


Las parábolas de Lucas 15 nos sumergen de lleno en el corazón de Dios. Es decir, que ningún capítulo como este para saber cómo es el amor de Dios, para quien todos son importantes y para quien todos merecen la especial atención, dedicación… ¿Qué haría un Padre, o una Madre, si se perdiera su hijo, o su hija? Bien, esa es la pregunta que el evangelista nos responde en este pasaje. Pero no sólo merecen atención los que son hijos sino también aquellos que, por la razón que sea, ya no lo son, o no quieren serlo, o… los extraviados, en definitiva.

Claro, situémonos en la situación de familia de Dios y en la actualidad: vendría a ser como un Padre que de los muchos hijos e hijas que tiene, una amplia mayoría se ha perdido, o se ha rebelado o, incluso, lo ha negado. Es, por tanto, una experiencia dura la que tiene este Padre respecto de sus descendientes, ver cómo viven, como crecen, como hacen entre un abismo ( a veces muy grande) que los separa. Más, que si bien algunos podemos vivir la experiencia de su presencia y ello nos otorga cercanía y familiaridad, con otros la experiencia es del todo imposible a causa de la insensibilidad. ¿Cómo es decirle a un Padre, no existes? Es algo brutal.

La situación de Dios pero, a pesar de los muchos que han marchado, sigue siendo ejemplar y guarda en esperanza el encuentro con todos estos “desaparecidos” no como algo enteramente suyo, pues finalmente todos estaremos delante de Él, sino como una empatía hacia el sufrimiento de los extraviados, cuyo gemido logra alcanzar a Dios. Porque cuando uno niega a su Padre, o a su Madre, o cuando uno se encuentra sin ellos, la vida no es la misma. En la experiencia de la enemistad se produce una fractura dolorosa, que escuece y que a pesar de la distancia no logra olvidarse hasta que, finalmente, hay perdón. ¿Hay algo peor que la soledad?¿Que el desamor?¿Que el no ser amada?

Seamos una comunidad de acogida. Tenemos que ayudar a Dios, amados y amadas, tenemos que trabajar con el Pastor para recuperar, reencontrar y acercar a estas ovejas dispersas que, por el motivo que sea, se perdieron en el vasto camino de la vida. Y cuando los encontremos no vamos a castigarlos, a golpearlos, a echarles una bronca… porque el Padre quiere que hagamos fiesta y que celebremos el encuentro.


Por último, ¿Quién es justo? Porque el final de este pasaje nos lanza la reflexión a nosotros mismos, que también estamos en posibilidad de extraviarnos o de vivir el extravío. No piensen, ni por un momento, que su camino es infalible, pero sí estén convencidos que así como acogieron, los encontraremos y serán reacogidos y volveremos a hacer fiesta.

LUCAS 14, 25 SI SE CAE MI CASA

LUCAS  14, 25 – 30: Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar.”



Este pasaje ha venido a mi vida en más de una ocasión porque en mi hay una rutina que me espanta, que me persigue porque realmente me provoca temor de Dios y es el fallarle, el empezar a edificar y no poder terminar, o el abandonar, el decir hasta aquí. Esto me angustia, y mucho, porque creo en el valor de mi SI a Dios pero soy consciente de mi ser humano que tantas veces quiere empujarme, someterme, o apartarme. La primera vez que fui invitado a una convención de estudios bíblicos al finalizar el acto los ponentes, todos pastores, llamaron a quienes quisieran a ir delante de ellos para hacer oración. Íbamos avanzando en cola de uno, que al llegar delante del escenario se ponía delante del pastor que le tocaba y pedía por algo en concreto, cuando me tocó a mí sólo tenía por decirle una oración: que Dios me diera fuerza para no dejarlo jamás, pues conociéndome… hay peligro.

Claro, de un modo pienso que todos tendríamos que empezar aquello que es bueno, que es un bien, que genera amor, que supone ayuda… y que para ello tenemos que poner todo de nuestra parte, fuerzas, mente y corazón, y me atrevería a decir que aunque todo falle, y aunque nos quedemos sin fuerzas, y aunque parezca que fracasamos y que no podemos terminar… en el amor y por amor, nunca hay derrotas. Jamás. Si tienen que correr algún riesgo, si tienen que atreverse a, o si tienen que dejarlo todo… que sea por amor. Eso querrá decir que estoy edificando una casa más grande, aunque quizás haya caído una pared.

Mi compromiso es con la vida, y aunque temo de flojera quiero renovar cada día esa decisión, qué viva! Porque el compromiso que adoptamos está muy por encima de las obligaciones terrenales, y trabajamos en una obra que no es de nosotros acabar sino que le corresponde a Dios, quien la terminará en el día que quiera, o sea. Supongo que de Jesús pensarían algo parecido sus contemporáneos: miren éste, crucificado… comenzó a edificar y no pudo terminar! Pero… wow! Qué grande construcción tenía que venir.

Quiero decir, que cuando se pongan a calcular los gastos, lo que cuesta, las dificultades, los presupuestos… que el dinero no sea un impedimento, que tampoco lo sean los años de construcción, ni los problemas con el ayuntamiento o la Ley de costas… Que nada en este mundo les detenga cuando quieran contar qué cuesta seguir a Cristo, o qué cuesta amar, o cuánto vale la vida, PORQUE LO VALE TODO.


Que sea por gastar que muramos, que sea por haber derrochado todas nuestras fuerzas, toda nuestra salud y todo lo que tenemos. Que sea por la vida, por la humanidad, por la luz y que si entonces se rompe mi corazón, que sea porque encontró a Dios.

domingo, 1 de noviembre de 2015

JUAN 11, 17 RESURRECCION DE LAZARO

JUAN 11, 17 – 27: Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»



El texto de Lázaro se enmarca en el interés de acabar con la vida de Jesús, éste es el último signo, la última señal previa a la cruz, aquí se toma la decisión de matar a Jesús. Resulta paradójico, entonces, encontrar en este pasaje que un himno a la amistad, y al amor, se convierta en el clamor de los poderosos por acabar con el Nazareno. Quizás, aquel Lázaro era alguien importante para la comunidad (no sólo de Betania) y podría ser un poderoso que se convirtió a Jesús. Como suele ocurrir, cuando se realizan signos entre los pobres no pasa nada de nada, pero cuando se tocan las estructuras de poder, o a los que ya tienen capacidad de decisión, o a los que son importantes, influyentes… la cosa cambia, y entra el miedo. Hay que matar a este Jesús.

Miren, en nuestra vida ocurre que muchas, muchas veces estos amigos y amigas amadas vienen a nosotros con el poder de la resurrección porque con su vida, con su simpatía, con su abrazo, con su forma de escucharnos, con su complicidad… nos rescatan de la misma muerte (entendiendo muerte como aquellas cosas que entristecen el alma, por ejemplo). En algún momento todos podemos ser Lázaro y todos podemos ser Jesús, porque mientras estemos en este mundo vamos a vivir multitud de circunstancias y situaciones que nos llevarán a identificarnos con el que murió o con el que resucita. Pero qué bueno será que siempre tengamos alrededor a estas personas con el poder de arrancarnos de la muerte, de la tristeza, de la angustia, y que calmen nuestro llanto y vuelvan a darnos vida.

Betania no siempre es casa de paz sino que, como hoy, puede convertirse también en casa de dolor, porque el dolor es enteramente humano y no podemos pasar por la vida desatendiéndolo, o relativizándolo, porque existe y escuece. Y a veces, cuando ya no sabemos qué más podemos hacer, terminamos por colocar una losa, una pesada losa.

Jesús lo primero que dice es que quiten esa losa! La comunidad debe aprender a dejar de ser una losa, que también es otra gran faena. Porque a pesar de las buenas intenciones, debemos aprender a no ser una carga para el sufrimiento de los demás. Porque consolar no significa oprimir la ya pesada carga de una muerte, o del llanto que provoca. Yo no tengo ningún martillo para romperla, y a veces aunque lo tuviera pues no tengo fuerzas, hay que ser un poco más sensible con la situación de los demás y no aumentar su dolor.


Dios tiene la última palabra en la historia de la humanidad. Allá donde aparece un sepulcro Dios es capaz de sacar vida y de involucrar al ser humano a ser partícipes de ese trabajo de liberación. Hay una corresponsabilidad. Dios no puede forzar pero puede interpelar, algunos lo escuchan y otros no. 

MATEO 5, 1 BIENAVENTURADOS

MATEO 5, 1 – 8: Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.


Son los pobres bienaventurados? Los que lloran? Los que tienen hambre y sed? Los perseguidos? Qué es bienaventurado?

A lo largo del pasaje del evangelio de las bienaventuranzas, cada exclamación de Cristo tiene, por así decirlo, como dos direcciones: una que señala a todos aquellos que se habían reunido y otra que se dirige a los discípulos. Si nosotros nos fijamos, tanto la una como la otra también van dirigidas a nosotros en este doble sentido: una hacia el Pueblo de Dios y la otra hacia el individuo, o la comunidad, que dice querer seguir a Jesús.

Así, cuando el evangelista comienza: bienaventurados los pobres porque hallarán consuelo, dice que si los pobres son felices, es porque ese consuelo lo van a hallar en cada uno de ustedes, los cristianos (o las cristianas) que los consolaremos, que haremos un paso en firme para compartir su suelo, su realidad y esto es, que nos implicaremos en sus necesidades a fin que la pobreza no se convierta en un instrumento de opresión para el ser humano. Y esa felicidad no vendrá sólo por compartir la vida sino porque este acto de consolar es difícil, costoso y reclama un gran esfuerzo. Así que si somos prestos a vencer el miedo, la felicidad de los pobres también se extiende hacia las nubes, hacia la presencia de Dios. Felices, entonces, vosotros que lleváis a Dios delante de los pobres porque de ellos es también la vida.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque aquí la encontrarán. No decimos que se espabilen. Aquellos que desean justicia serán aquí saciados. Los que desean misericordia aquí la hallaran, pero nunca dejaremos que el ser humano se espabile, se apañe, se las arregle, porque ya conocemos qué sucede con las situaciones de desamparo, con los pueblos que son dejados de la mano del opresor y el peso de la historia nos habla ya mucho de muerte. ¿Cómo podríamos llevar este mensaje a Kiev, a África, a Dominicana…?¿Cuántos bienaventurados que no son felices tienen hambre y sed? ¿Qué respuesta les damos?¿Cuál es nuestra implicación?

Para el mundo el bienaventurado es uno, para Dios es otro. Ayudemos a estos bienaventurados de Dios para que encuentren felicidad en cada bienaventuranza, en cada necesidad, y forjemos a nuevas mujeres y a nuevos hombres que sean portadores de la simiente de Cristo, de la promesa, de la vida.


Participemos de Dios, subamos a la montaña.