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domingo, 26 de junio de 2016

MATEO 8, 23 NAUFRAGIOS

MATEO 8, 23 – 27: Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. Los discípulos fueron a despertarlo. —¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar! —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»


El cristianismo utiliza muchas veces la analogía de la barca para llamar a la Iglesia, es el lugar en el que Cristo y los suyos se salvaguardan del mar, que en la literatura antigua equivale al mal, a lo desconocido, lugar de olas y tempestades, pero también es un lugar y una institución que muchas veces se muestra temerosa, tiene miedo. Es absolutamente normal leer en la prensa, o escuchar, un nuevo miedo de la Iglesia, ya sea si por la libertad sexual, si por la opción de sexo, si por la liturgia, si por los signos… y por más que Jesús les interpele, el miedo sigue existiendo.

Claro, uno de los efectos que provoca el miedo hace que la barca no sea lugar para todos, por ello aunque en el mar se escuchen gritos de socorro, o aunque haya manos que logren agarrarse a la barca, se les impide subir. No es que quieran que se ahoguen, pero tampoco quieren compartir la embarcación, y esto provoca un tremendísimo choque entre el mensaje del evangelio (que es para todos) y los ministros, obispos, cardenales… Sí, salvan y han salvado a muchos náufragos que iban a la deriva, pero participan por omisión del fatal desenlace de otros, ¿es que la barca no es para todos?

Cada opción cristiana tiene su propia barca, los evangélicos, los protestantes, los católicos, los ortodoxos, y todas se hacen las sordas según quien pide ayuda, o quién quiere casarse, o quién quiere ser miembro… que si están en pecado, que si son lesbianas, que si es un divorciado, que si da culto a ídolos… excusas, excusas, excusas.

Sí, gracias a Dios que tenemos en este mundo la parte contraria también dentro de cada profesión de fe, siempre hay siervos, pastores, ministros, obispos, y fieles que indistintamente ayudan a unos u otros sin distinción, sin malas miradas, sin exigencias, son hombres y mujeres que viven dándose a los demás, permitiendo que suban a la barca, sin importarles ir más apretujados, todos reman, todos ayudan, todos comen… y la barca también llega a puerto.


Jesús va dormido en estas últimas, en las que todo el mundo tiene billete. En las que no, difícilmente puede dormir Jesús, porque no puede calmar los vientos ni las olas del corazón de aquellos y sufre, sufre viendo cómo en su nombre se aparta o se deja solo al ser humano. Qué hubiera sido de nosotros si Cristo hubiera apartado a los cojos, a las sordas, a los ciegos, a las leprosas, o a quienes cometen adulterio…? 

sábado, 25 de junio de 2016

MATEO 8, 5 QUIEN SOY YO...

Mateo 8, 5 - 17: En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.» Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.» Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» Y al centurión le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»


Jesús y el centurión viven bajo el amparo de dos disciplinas absolutamente diferentes. El Cristo lo hace bajo el signo del amor de Dios, el centurión lo hará sometido al Imperio romano. Uno vive instaurado en el orden jurídico militar del poder, el otro vive el Reino con una actitud opuesta, tomando nuestras dolencias y cargando con nuestras enfermedades, tomando en consideración a los más desfavorecidos de la sociedad. Pero entre los dos nace un diálogo que termina en el reconocimiento de la fe del centurión, exaltada por Jesús. Es la conciliación entre los dos sistemas de afrontar la vida que, a pesar de sus diferencias, encuentran un punto de comunión, de confianza. El evangelista nos ofrece la posibilidad de ser espectadores privilegiados que van a ver cómo de la colisión entre dos sistemas de vida opuestos surge una declaración de Dios, basada en la fe. Jesús reconoce la fe del centurión, representante del Imperio. Y esto quiere decir que la realidad de Dios, en verdad, no está tan distanciada de las opciones políticas, o de quienes son parte del poder, o de los que ocupan lugares de dirección…

Ahora, sustituyamos al Imperio Romano por nuestra realidad política, y al centurión por cualquiera de los dirigentes que quieren gobernar. ¿Se imaginan que Jesús se encuentra con alguno de ellos?¿creen que habría tal declaración, tal reconocimiento de fe? Aunque la misericordia y el amor de Dios es tan grande, no sean ingenuos, quizás más acorde a nuestra situación sería coger el capítulo 23 de Mateo, el capítulo contra los escribas y los fariseos.

No obstante, es cierto que necesitamos a personas como este centurión que quieran ocupar el lugar de aquellos otros que sólo viven por y para el Imperio (bancos, energéticas, grandes capitales…), que permiten y promueven la destrucción del mundo, los genocidios, las guerras civiles, el precio de la vida… Necesitamos que el poder se sustituya por la fe, que la corrupción se transforme en amor, que ministros, presidentes y representantes sociales carguen con nuestras dolencias, no sólo sus cuentas bancarias.

Me gustaría llegar a ver, algún día, tras unas elecciones a alguno diciendo: ¿Quién soy yo para merecer su voto? Entonces, si hace falta viajaré a Madrid, me presentaré en el Parlamento y me acercaré a decirle: nunca vi en política una fe tan grande

miércoles, 22 de junio de 2016

MATEO 7, 21 CAYERON LLUVIAS

MATEO 7, 21 – 29: Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina. Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley.



Sabiduría y prudencia han ido acompañadas de la mano a lo largo de la Biblia, lo leemos en proverbios, en los libros sapienciales, el algún salmo… cuando el evangelista termina ya el Sermón de la Montaña con las dos bases, vuelve a haber una especie de asimilación entre Jesús, la sabiduría y el éxito. Se trata de cumplir con lo que se ha ido diciendo a lo largo de todo el Sermón para vivir bien, que es el fin de la búsqueda de los sabios, porque sabiduría era el arte del buen vivir, del vivir rectamente.

Construir en la arena tiene algo que ver como soñar con las musarañas, vamos a hacer esto, vamos a hacer aquello, pero está claro que no puedes arreglar la vida desde el sofá comiendo patatas, o cubata va, cubata viene. Soñadores, que viven más en aquello que pueden imaginar que en su propio mundo, sin atender, ausentes de su entorno, de su trabajo, incluso de su potencial como ser humano, de aquello que verdaderamente podrían ser.

Hay otro caso de personas que construyen en la arena, que son aquellas que viven en países del tercer mundo, en regiones pobres, en lugares en los que falta educación, oportunidades, en las que hay abusos sexuales, y a los que no llega la sanidad. Vidas que no pueden acceder a la roca porque está reservada al mundo del Norte, al mundo económico, al mundo viable. Así ocurre en los huracanes, en las grandes riadas, en las devastaciones de la naturaleza, volcanes, inundaciones, tsunamis… cada vez que vemos en las noticias como un conjunto de casas se desploman por la montaña, o a personas subidas al tejado de sus casas para no ser llevadas por las aguas, porque cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina. Pero estos no son insensatos, aunque tampoco nosotros, los que vivimos en la roca azotados por la crisis y buscando cómo adaptarnos en casa de los abuelos, o con 400 € al mes, o salvando los recibos…


Pero hay insensatos en la roca, los que viven resguardados de cualquier fenómeno de la naturaleza, los poderosos, los insensibles, que discuten y discuten y discuten, que se reúnen, que toman el café sistemáticamente y que tienen las llaves del gobierno y que renegocian deudas. Hoy la roca ya no es sólo para aquel que edifica en Cristo, que casi es desplazado a la arena, la roca ya no es para sabios porque ahora se la reparten los insensibles, capaces de llevar el lujo al desierto.

martes, 21 de junio de 2016

MATEO 7,6 NI PERROS, NI CERDOS

Mateo 7, 6.12 - 14: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»


Siempre me ha picado la curiosidad, ¿quiénes son los cerdos y los perros? Bien, aunque podemos darle muchas vueltas, a pesar de que podríamos decir que son unos u otros, señalarlos, sabiendo que es muy fácil encontrar ejemplos para referirnos de un modo tan despectivo a algunos, el sentido de las palabras del evangelista hay que enclavarlas, necesariamente, en su lugar y época. Es decir, además, que aquel sentido que podía tener esta afirmación ha quedado absolutamente derribado por causa de la Cruz y la Resurrección de Cristo, pues por su obra son quitadas las barreras de la raza, el lugar…

En su lugar la paz, que es la bandera que proclama la victoria de Jesús. La paz tanto en las cosas terrestres como en las celestes, incluso entre unas y otras. Por ello, aquí ya no viven aquellos perros ni aquellos cerdos, sino otro tipo de realidades que, repito, nos deben hacer cambiar nuestro lenguaje. Es inadmisible tratar de explicar hoy este pasaje según el tiempo del evangelista. Es más! Si hoy hay que repartir perlas, ilusión, educación, tesoros, o santidad, que sea entre aquellos que corren riesgo de exclusión, o que viven alejados del Cristo, o que abandonados a sus situaciones (pobreza, guerra, violencia…) mascan la cultura del odio. Pero ni los más malos son perros o cerdos.

Si tienen que pisotearme, pues que lo hagan, pero no por ello voy a dejar de acudir allí donde creo que se necesita ayuda, que hay trabajo por hacer. Aunque quizás deba decirme yo mismo perro, o cerdo, si creo que por mi trabajo ha de venir una remuneración, una recompensa, quizás me vea a mi mismo pisoteando las perlas y lo santo, viéndome decepcionado por mi propio ego, por mis intenciones. ¿Empezaré a ladrar?


Que nadie merezca una reprobación como esta, que nadie reciba tal menosprecio. Hoy ya no hay perros ni cerdos sino personas humanas, hermanos y hermanas, gente con aspiraciones, con corazón, con ilusiones… que no me atreva yo a cortarlas.

domingo, 19 de junio de 2016

LUCAS 9, 18 SALVAR LA VIDA

Lucas 9, 18 - 24: Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»


La pregunta de Jesús podría venir dada a causa del desconocimiento de las gentes que acudían y caminaban con Él. ¿Sería un profeta, un taumaturgo, un sabio, una gran persona? La especulación acerca de la identidad de Jesús es algo que nos acompaña a lo largo de los evangelios, tratando de llegar a demostrar, a la conclusión, de que verdaderamente Cristo es el Hijo de Dios. Para ello se ayudarán de genealogías, de señales y de signos, de seres trascendentes, de teofanías y de conversas intencionales como esta que también quieren servir para esclarecer el misterio de la identidad de Jesús.

Esta situación, también, debió vivirse entre la comunidad lucana, que tiempo después, en la redacción del evangelio, tenía alguna problemática “ad intra” para resolver la cuestión de Jesús. ¿Quién fue?¿Quién es para el creyente?¿Qué percepción dejó entre sus contemporáneos, amigos y enemigos? El Mesías de Dios, el Hijo, el ungido, el unigénito, el Salvador… ya sea para griegos o para judíos los sinópticos pueblan de títulos a Jesús de quien quieren decirnos que es de Dios, que es Dios.

Esta problemática de principios de nuestra era aunque prosigue en la actualidad, no lo hace con la misma fuerza. La historia, la educación y la fe han crecido, se han desarrollado, se han impuesto, han conquistado y hoy no nos es tan difícil hacer un ejercicio de comprensión del Hijo de Dios, como tampoco la hay de regresar a los problemas cristológicos de los primeros siglos para determinar su naturaleza…

Pero, sigue siendo necesario acudir a la segunda parte del texto para encontrar la misma controversia en las gentes de un espacio u otro. Lo verdaderamente difícil ya no es determinar a Jesús sino que lo complicado estriba en perder la vida, en solidarizarnos con el destino de muerte de Jesús, con su sacrificio, con la cruz… esto es lo que verdaderamente nos lleva locos porque de ahí sale nuestro firme compromiso, o no, con el Reino y con la humanidad, la naturaleza, las necesidades…


Hoy perder la vida supone un contexto paradójico respecto de la voluntad de Dios. Por un lado estoy convencido que quienes la pierden, por hambre, por pobreza, por enfermedad, por persecución, por atentado…, la salvan (aunque ya en otra esfera). Por otro estoy seguro que, al final, esa misma situación de muerte que el mismo mundo provoca llamará a la humanidad a la muerte que solicita Cristo, al amor, al compromiso… Quizás lleve tiempo, quizás mucho sudor, lamentablemente también mucha desigualdad, opresión, corrupción, poder… todavía, pero no perdamos de vista que la muerte del mundo está llamada a acabar y la que nos ofrece Jesús lo está a la vida.

sábado, 18 de junio de 2016

MATEO 6, 24 ¿QUE VESTIREMOS?

MATEO 6, 24 – 32: Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?  ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?  Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?”o “¿Qué beberemos?”o “¿Con qué nos vestiremos?” Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.


Vivimos en un tiempo que para nosotros existe el Dios incomprensible, que permite lo bueno y lo malo, y del que somos capaces de verbalizar en tipologías que llevan el sello de: amor, libertad, compasión, ayuda, misericordia…, más nos ponemos cuando aparece el misterio del mal y no alcanzamos a dar una nueva respuesta a la vida. Ha habido incursiones en la inefabilidad de Dios con Rahner, el Dios incomprensible; llamadas a ver a Dios en la ausencia con Bonhoeffer; Etty Hillesum habla de perdonar a Dios por lo malo que sucede en el mundo y ayudarlo a construir el bien; Simone Weil, Edith Stein… grandes nombres que hablan de esta problemática con respeto y dulzura, incluso con algo de inocencia.

Es el enorme misterio de la vida, de Dios y del ser humano que por más psicología, psiquiatría, sociología o pedagogía, cada día nos sorprende más hacia dónde conduce las cosas. De bien seguro que hoy estamos en otra posición respecto de lo que es la providencia de Dios, o de lo que podemos esperar de ella. A veces porque estamos hechos a pagar para poder vivir, y vivimos bajo la tiranía del dinero; otras porque vertemos a Dios todas nuestras decepciones, y hemos convertido a Dios en un eterno culpable; otras porque simplemente hay que rendirse ante lo que nos es oculto y no comprendemos.


Todos necesitamos agarrarnos a la cuerda, o que nos sostengan de la mano, que no nos dejen caer. Pero hay que lanzarse al vacío, vivir en lo que llamamos ausencia, allá donde nos parece que no hay Dios, donde no podemos verlo, soportarlo, porque en el terreno inhóspito, en la niebla espesa, o en el desierto son lugares propicios para actualizar nuestra pasión por Dios. El punto de vista no puede cambiarse en la comodidad, sino que debemos ser removidos, arrancados de nuestra naturalidad para poder caer, y así lograr… como cuando se sube a una montaña y se ve el atardecer, o como se contemplan las estrellas en África, o como la enormidad en el Gran Cañón, lo más especial aún estamos por descubrirlo. 

viernes, 17 de junio de 2016

MATEO 6, 19 TESOROS EN CIELO Y TIERRA

Mateo 6, 19 - 23: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»


Vivimos una época de contrastes, inmersos en una sociedad capitalista y de consumo pero que, a la vez, evoca a la meditación, a la práctica del yoga, a la contemplación de la naturaleza y a la búsqueda de la experiencia mística, religiosa. Paradójica porque entre lo secular y lo religioso hay una relación de amor y odio que un día nos acerca y otro nos separa. Los límites entre hacer tesoros en la tierra y en el cielo ya no están tan claros ni tan siquiera para los más puristas. Ya no se trata de preguntar si es posible una vida en la tierra atesorando para el cielo sino que el tesoro del cielo también hay que gastarlo en la tierra.

Todos administramos, todos atesoramos, todos guardamos y, claro, todos gastamos. No es que tengamos también que ver nuestra fortuna celeste en clave económica sino que, necesariamente, el montante del cielo tiene que invertirse o gastarse también en la tierra. No podría almacenar amor, ni verdad, ni solidaridad, ni dones… pensando en engrosar mi cuenta bancaria cuando llegue con Dios. Lo que tengo que hacer es, como pidiendo a crédito, gastar ese montante que lo singularizan los dones para que, de algún modo, podamos construir en la tierra con los tesoros del cielo.

Veo a muchas personas que guardan, que atesoran, que como aquel administrador dejan en un pañuelo escondido en la tierra lo que se les ha entregado. Y lo que se nos ha dado es para que lo gastemos en los demás, para que también lo donemos, para que muchos, muchas, puedan beneficiarse… Hay que dar, y dar, y dar… hasta quedarse sin. Sin temor a que cuando hayamos gastado la fortuna celeste el Padre no vaya a darnos nada más. Tengo por seguro que cuanto más den, independientemente del resultado, más capacidad de administración van a tener en cuanto a los bienes celestes.

No vamos a salir de esta sociedad del consumo para irnos a otra de la donación, o de la gratuidad, o de la ayuda, pero con nuestro grano de arena, con nuestros bienes celestes podemos ir consumando la realidad de un Reino que se reparte entre las personas para que éstas lo otorguen a los demás.


¿Y los pañuelos? Desentiérrenlos! Caven en el suelo y desempólvenlo, piensen en cómo invertir o gastar ese talento, ese don, esa perla de Dios que les ha sido entregada.

jueves, 16 de junio de 2016

MATEO 6, 7 PADRENUESTRO

Mateo 6, 7 - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»


La oración del Padre Nuestro se ha convertido en un símbolo inequívoco de la confesión cristiana, de cualquiera de las muchas confesiones que se denominan cristianas. Es una oración universal, genuina y que sirve para tender un lazo a favor de la comunión, el diálogo y la práctica de la oración. Y aún cuando no en todas las iglesias cristianas forme parte del culto, sí guarda un lugar de especial relación en el corazón de los creyentes que, en algún momento, elevamos esta plegaria al Padre de Cristo, quizás como el mismo Jesús lo hiciera en su tiempo.

El tema de la oración guarda en mi vida un especial significado desde el momento en que escuché a un “padre espiritual” y hermano mío, predicar sobre el sentido, significado, motivo y capacidad de esta práctica como fuente de vida, como motor de acción y como solicitud de nuestra relación con Dios. Ese fue el momento en que tomé conciencia de la necesidad de oración en mi vida, porque a pesar de la frecuencia, de las formas, del modo… la oración sigue siendo, como pocas, un camino seguro de encuentro con la trascendencia.

Así, sea que oremos más o que oremos menos, no descuidemos nunca el objetivo de este diálogo espiritual que tiene la capacidad de acercarnos a Dios, a Cristo. No dejemos nunca de buscar un momento, o varios, al día para agradecer, para suplicar, para pedir ayuda o perdón, para encomendar nuestra vida al Padre, para motivar nuestra mutua relación y para acercarnos también al resto de cristianos con quienes compartimos esta praxis.


Hoy seré breve, más que nunca, porque en lugar de palabras, de reflexiones, de paradojas o de críticas, hoy es tiempo de oración, es momento de detenerse y unirnos a esta plegaria de Jesús, tal y como nos enseñó.

miércoles, 15 de junio de 2016

MATEO 6, 16 LO QUE ESTA ESCONDIDO

Mateo 6, 16-18:  Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»


El que espere algún tipo de recompensa por sus buenas acciones, su disposición, su solidaridad, su entrega… se ha equivocado de tercio porque nuestra fe no es una fe de recompensas (quizás sí de gratificación) y no debe (ni puede) medirse en lo económico, tampoco con palmaditas en la espalda. El tesoro de nuestra fe, de nuestro comportamiento, nace y termina en el corazón, pidiéndonos el mismo Jesús que aquello que hace nuestra mano derecha no lo sepa nuestra mano izquierda. Por tanto, el que quiera ver recompensado su trabajo que sepa que en muchísimas ocasiones no va a ser así.

Lo digo porque conozco muchos casos de personas que comienzan aventuradas a la gratuidad, a la donación, a fregar platos, a barrer escaleras, a llevar comida… y que cuando ven la falta de recompensa terminan por agriar su carácter, por enfadarse con aquellos a quienes estaba haciendo bien, por generar conflicto… Esta personas, lamentablemente, no se ha enterado de nada.

No es que sea un colectivo minoritario éste, al contrario. Muchos y muchas buscan que su vida les genere agradecimiento, reconocimiento, valor… pero miren, el verdadero valor ya se lo da el mismo Padre, quien conoce las intenciones de su corazón y les entrega este deseo de ayudar. Qué mejor y mayor reconocimiento que trabajar para el Reino, que ser como una prolongación del amor de Cristo. No hay nada más, no hay nada que se pueda igualar. ¿Y todavía quieren más?¿Siguen enfrascados en buscar el reconocimiento de los otros? Sin duda, hay que lavarse la cara, alegrar el semblante, qué preciosa encomienda que nos concede el Señor que, de entre toda la humanidad, nos hace hijos e hijas que le ayudan.

Por último, miren que este Padre celestial conoce en lo secreto lo que hay en sus corazones, su predisposición y su resultado, entonces… si van a terminar por enfadarse, por maldecir, por quejarse… no creen que eso es conocido por Dios?¿No les valdría la pena comenzar siendo más honestos?¿Quizás no haciendo esa obra que les cuesta un sacrificio tan grande?


No quieran ir de héroes, no quieran vestirse de blanco, no se descubran luego criticando, despotricando, lavando los platos enfadados mientras en la mesa hay risa, alegría, amistad...

martes, 14 de junio de 2016

MATEO 5, 43 CON LA CALAVERA

Mateo 5, 43 - 48: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»


A quién no le resuena el pasaje de hoy cuando ayer se produjo el debate entre los diversos candidatos a las elecciones españolas? O a quién, viendo los disturbios provocados entre rusos e ingleses en la Eurocopa? O tras el atentado de Orlando? O después de escuchar las declaraciones de Donald TRump? O… podríamos seguir y llenar toda mi reflexión sobre acontecimientos, palabras, acciones y situaciones que claman al desamor, que aprovechan cada resquicio de nuestro tiempo para sembrar, como una bandera pirata, la imagen de la calavera.

Veo con estupor como en los tiempos de hoy el diálogo que más une es el más xenófobo, el más derechista. Sea en la política, sea en la religión, sea en la economía… el desamor nos lleva a posiciones ultraconservadoras, antiguas, intransigentes, racistas… Y todo parece tener una excusa válida bajo el imperio de la negación, de la prohibición, de la deportación, de las grandes murallas, límites y fronteras que se olvidan de aunar pueblos y quieren separar, romper, como salvaguardándose de la humanidad, sea por miedo (aunque más por interés).

Vivimos un tiempo que necesita oración, oración como un ejercicio profundo de deseo de abrazar la vida, a los demás, a los iguales y a los diferentes, a quienes comparten nuestras ideas y a quienes no… Me parece pasmoso ver a cuatro personas que pretenden gobernar y que no sólo no logran ponerse de acuerdo, defendiendo cada cual su ego más que los intereses de un país, sino porque después de tanta parafernalia, finalmente, pactarán los inmovilistas, volverán a enfrentarse las izquierdas y, mientras tanto, las personas seguirán importándoles un cuerno.

Todo ello es desamor, cuando los intereses están por encima de las personas, cuando se premian las corporaciones, la explotación, la precariedad laboral, el paro, la corrupción, o cuando se somete al poder judicial, se recorta la sanidad y se deja de banda la educación, a pesar de que hoy aún muchos jóvenes tengan que enfrentarse a la selectividad, creyendo poder labrar su futuro.


Quizás, algún día, logre ver en el programa de algún partido el primado del amor, la búsqueda del bien común, del desarrollo, sostenibilidad… con garantías para aquellos que necesitan prestaciones, con un deseo de fomentar el trabajo, la inversión… Quizás algún día logre ver una nueva sensibilidad hacia el ser humano más que hacia los poderes, hacia el encuentro más que hacia la distancia… quizás algún día deje de ser una utopía, quizás algún día venzamos al desamor.

lunes, 13 de junio de 2016

MATEO 5, 17 PASARAN EL CIELO Y LA TIERRA

Mateo 5, 17 - 19: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»


El cielo y la tierra tienden no sólo a pasar, sino a repetir acontecimientos, como si los ciclos de la vida, aunque en diferentes circunstancias, vinieran y marcharan y volvieran a venir. Son realidades que no permanecen inmóviles, que se transforman, que hoy surgen de un modo y mañana, o al paso de los siglos, de otro. Por tanto, la Ley, como la naturaleza, también estaba llamada a la metamorfosis, o como dirá el propio Jesús a establecerse con un nuevo significado, en plenitud.

Y es que cuando la Ley converge en la vida de las personas, cuando el precepto choca con la vida humana, necesariamente tiene que transformarse. Si no cambia estamos ante un obstáculo. Por ello, de los primeros mandamientos del Sinaí la tradición estableció más de 600 preceptos que, como amontonándose, dificultaban no sólo la vida religiosa de las personas sino también su relación con Dios.

Para nosotros Cristo viene como el garante de la nueva Ley y el Espíritu es el que facilita su colisión con la vida del ser humano. Junto con Dios, ambos forman un nuevo engranaje que ya existía desde el principio pero que en Cristo cobra una dimensión absolutamente colosal. La ley se transforma en un principio mayor, el amor. Y desde el amor a una nueva realidad, que entre los hombres y las mujeres ya no debe haber espacio para el enfrentamiento sino para la unión, la solidaridad, la paciencia, el perdón… para que entre ellos viva el Reino.

No obstante, como he dicho antes, parece que la historia sea cíclica, tanto en lo bueno como en lo malo. Vivimos, quizás, un período bajo el imperio de la tiranía de la Ley (de la política, de las energéticas, de los bancos, de los lobbys…). El amor es algo que no se vive en la cúpula, aunque sí se vive en las bases, a pie de calle, en las casas. Parece que el amor ha vuelto a la clandestinidad, pero sabemos que desde lo más pequeño Dios ha actuado y actuará, como si tuviéramos que asistir a otro Pentecostés.


El amor es hoy nuestro remanente del Reino, pero no debe quedarse en la retaguardia sino que debemos empujarlo hacia adelante, hacia las cotas más altas en las que el poder se cree un dios. Por tanto, como revestidos de Cristo volvamos a subirnos en la barca, atravesemos la tempestad, echemos la red a la derecha… sintámonos llamados a descubrir el amor al mundo, apóstoles de fraternidad, porque el cielo y la tierra ya han cambiado, y la tilde ya no la pone el poder sino el corazón.

sábado, 11 de junio de 2016

MATEO 10, 7 PAZ A ESTA CASA

MATEO 10, 7 – 15: Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente. No lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento. »En cualquier pueblo o aldea donde entren, busquen a alguien que merezca recibirlos, y quédense en su casa hasta que se vayan de ese lugar. Al entrar, digan: “Paz a esta casa.”Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; y si no, que la paz se vaya con ustedes. Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies. Les aseguro que en el día del juicio el castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese pueblo.


Lo cierto es que hoy podemos sacar muchas conclusiones de este pasaje de Mateo, quisiera sólo centrarme en la actitud del cristiano, no sólo en la gratuidad de nuestros actos sino también en la forma en que debemos dirigirnos, como si no tuviéramos nada. Y ese darnos como el que no tiene nada no significa que estemos vacíos de contenido sino que somos capaces de dar tan absolutamente todo que de tanto darlo ya no tenemos nada, y aún así seguimos dando de nuestra pobreza. Es una fórmula extraña, lo sé, pero es una de las maneras más felices que tenemos a nuestra disposición para aferrarnos a la vida y a las personas: te lo doy todo, aún lo que no tengo.

En otras palabras estamos diciendo algo parecido a lo que Jesús les dijo en la barca a los discípulos cuando les refiere la levadura de los fariseos, y en el recuerdo las multiplicaciones de panes y peces. ¿Cuántas cestas recogieron?, esta es la pregunta clave que nos tenemos que hacer una vez lo hemos dado todo, porque si pensaron que de algún modo ya no hay más para dar seguro que se equivocan, sino miren cuántas cestas sobraron. Sí, a nadie se le exige que se vacíe absolutamente y luego aún deba tener fuerzas para razonar la pregunta, pero qué ánimo me da el saber que todo el esfuerzo, que toda la dedicación, que toda la entrega… jamás termina. Cada cual puede atender a su vida para ver cuál es la levadura de los fariseos, aquello que no nos deja ver las cestas. ¿Qué nos ocurre cuando vemos la nevera vacía y no llegamos a final de mes? Podemos pensar que las cosas materiales no son en definitiva el seguro que tenemos, ni el dinero, la visa… Finalmente aún cuando la comida se acaba pueden ir a recoger alguna de las cestas en Caritas, o en un comedor social, o …

Ni bolsa, ni bastón, ni oro, ni alforja… finalmente el camino parece que cada vez hay que recorrerlo con menos cosas, abandonados a la providencia, a la gracia, a Dios.

Hay algo en esta crisis que nos azota que nos roba la fe, que nos quita la confianza, que nos deja ciegos en la vida y que ha sembrado temor en las casas. Qué diferente pensamos los que la sufrimos de los que nos la hacen sufrir. Porque hoy es cierto que para muchos ni hay bastón, ni oro, ni calzado, ni vivienda, ni trabajo… Entones hay que devolverles la pregunta, sea con quejas, con manifestaciones, con denuncias, con todo lo que esté en nuestra mano para que podamos preguntarles a estos poderosos ¿Cuántas cestas sobraron? Porque tienen casas, solvencia, arte, economía, alimento… y no lo dan, ni quieren darlo.


Sí, a todos estos que no dan de gracia, que se comportan como prostitutas, que son avaros, codiciosos… que son como esas ciudades del pasaje, no me queda el consuelo del día final, sino el deseo de que recapaciten, de que extiendan la mano, de que nos acerquen viandas y nos devuelvan hogares, pues todo eso es poder de Dios puesto en sus manos, denlo. Sea de gracia, o a precio social, se lo agradeceremos.

jueves, 9 de junio de 2016

MATEO 5, 20 MISERICORDIA O SACRIFICIOS

Mateo 5, 20 - 26: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»


Para ser mejor que un escriba o un fariseo de entonces, que eran personas entregadas a la Torah, a la voluntad de Dios en la vida del creyente, era necesario un cambio de mentalidad evidente pues, en Israel, qué podía haber mejor que la obediencia a Dios?

Nuestro caso no es muy desigual, pues en muchos lugares todavía hay una devoción superlativa a la ley, a la costumbre, a situaciones y actitudes que parece que nos ponen en la buena relación con Dios pero que, de verdad, no se fundamentan en el mensaje de amor del Cristo. Sí, qué duda cabe, que nuestra vida espiritual va muy ligada a lo religioso, o a lo piadoso, y parece que cuanto más nos movemos en esta tesitura más cerca de Dios tengamos que estar. Que si oraciones por aquí, que si laudes, que si reuniones, que si misas, que si cultos… Todavía existe el precepto, la obligación, la necesidad de acudir y de hacer por temor, por si acaso…

Creo firmemente que uno vive más cerca de Dios cuando más realidad del Reino vive en él, o en ella. Es decir, cuanto más ama, más perdona, más tolera, más entiende los errores de los demás… Cuanto más realidad se hace el deseo de Cristo de que las personas vivieran unidas entre ellos. Cuántas más barreras se vencen entre pueblos, cuánto más se pacifica… Como dice el evangelista: misericordia quiero, no sacrificios.
No obstante, la convivencia entre las dos maneras de entender el acceso a Dios, o las tres, o cuatro, o cinco… están servidas a convivir y ello debe llevarnos a respetar unas formas u otras. Cuál es mejor, cuál es peor, cuál nos lleva a Dios o cuál nos separa de Él?


Qué misterio verdad?! Quiero pensar que toda barrera se vence desde el amor, no desde la Ley, pero quizás este equivocado, quizás no sea el camino seguro, quizás haya otra dirección.

lunes, 6 de junio de 2016

MATEO 5, 1 FELICES

MATEO 5, 1 – 8: Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.


Son los pobres bienaventurados? Los que lloran? Los que tienen hambre y sed? Los perseguidos? Qué es bienaventurado?

A lo largo del pasaje del evangelio de las bienaventuranzas, cada exclamación de Cristo tiene, por así decirlo, como dos direcciones: una que señala a todos aquellos que se habían reunido y otra que se dirige a los discípulos. Si nosotros nos fijamos, tanto la una como la otra también van dirigidas a nosotros en este doble sentido: una hacia el Pueblo de Dios y la otra hacia el individuo, o la comunidad, que dice querer seguir a Jesús.

Así, cuando el evangelista comienza: bienaventurados los pobres porque hallarán consuelo, dice que si los pobres son felices, es porque ese consuelo lo van a hallar en cada uno de ustedes, los cristianos (o las cristianas) que los consolaremos, que haremos un paso en firme para compartir su suelo, su realidad y esto es, que nos implicaremos en sus necesidades a fin que la pobreza no se convierta en un instrumento de opresión para el ser humano. Y esa felicidad no vendrá sólo por compartir la vida sino porque este acto de consolar es difícil, costoso y reclama un gran esfuerzo. Así que si somos prestos a vencer el miedo, la felicidad de los pobres también se extiende hacia las nubes, hacia la presencia de Dios. Felices, entonces, vosotros que lleváis a Dios delante de los pobres porque de ellos es también la vida.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque aquí la encontrarán. No decimos que se espabilen. Aquellos que desean justicia serán aquí saciados. Los que desean misericordia aquí la hallaran, pero nunca dejaremos que el ser humano se espabile, se apañe, se las arregle, porque ya conocemos qué sucede con las situaciones de desamparo, con los pueblos que son dejados de la mano del opresor y el peso de la historia nos habla ya mucho de muerte. ¿Cómo podríamos llevar este mensaje a Kiev, a África, a Dominicana…?¿Cuántos bienaventurados que no son felices tienen hambre y sed? ¿Qué respuesta les damos?¿Cuál es nuestra implicación?

Para el mundo el bienaventurado es uno, para Dios es otro. Ayudemos a estos bienaventurados de Dios para que encuentren felicidad en cada bienaventuranza, en cada necesidad, y forjemos a nuevas mujeres y a nuevos hombres que sean portadores de la simiente de Cristo, de la promesa, de la vida.


Participemos de Dios, subamos a la montaña.

domingo, 5 de junio de 2016

LUCAS 7, 11 LA MUJER DE NAIN

Lucas 7, 11 – 17: En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.


Todos conocemos muchos casos de personas que como este muchacho viven más en una especie de muerte que en plenitud de vida. Son personas que por diversos motivos como: enfermedad, precariedad económica, problemática familiar o social, dependencias… viven la vida como un sin sentido, como de un modo apático, defraudado y que termina por llevarlas a yacer en un ataúd, muertas. También, pero, hay otra serie de personas a las que la sociedad, la familia o las circunstancias colocan en esa misma tesitura a pesar de que en esas personas hay vida. Es decir, que ante el ataúd podemos encontrar a personas  que viven la vida desde el “bajón” y a otras que, aún viviendo, son subyugadas allí por la presión social, la incomprensión o la falta de posibilidades.

Sin duda que es un sector enorme de la humanidad la que se encuentra en cualquiera de estas opciones. Tras seis años ya visitando la unidad del dolor en el hospital es evidente que también existe una parte que de ningún modo quiere salir de esta situación inducida por los medicamentos y que, aunque no los cura, les proporciona un cierto bienestar.

Todos estamos llamados en Cristo a realizar este mismo milagro vivificador, sea en personas, sea a nivel social, sea incluso en el plano espiritual y religioso. Estamos llamados a comunicar vida, como Hijos de Dios, y a expresar el don gracioso de la vida eterna en Cristo, motivo de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría, comunión, solidaridad y amor.

Es un llamado a acudir a los cementerios de cemento, a las funerarias creadas por el capitalismo y esta sociedad de consumo, a realidades tocantes a esta crisis que atravesamos, incluso a mentalidades que han quedado enfrascadas en el conservadurismo, el miedo, el victimismo…


Por tanto, no escondan este carisma regalado por Dios, que abre los ojos de la fe, que genera vida interior, que proclama esperanza, que ayuda y crea vínculos, que es capaz de revivir y que además nos adhiere a la mejor forma de entender la vida, la creación y al ser humano, que es el amor.

viernes, 3 de junio de 2016

MATEO 11, 25 UN YUGO FACIL

MATEO 11, 25 – 30: En aquel tiempo Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad. »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»


Llevar este pasaje de su tiempo al nuestro supondría decir que ya no hay muchos como aquellos niños en nuestra sociedad occidental, europea, americana… pues ahora seríamos más como los sabios y entendidos gracias a nuestro nivel cultural. A los niños los hemos desplazados a las zonas rurales o a países en los que la cultura, o la prudencia, no ha sido posible alcanzar. El evangelio es de los pobres, pero también de los ricos, si yo uso el evangelio para hacer una especie de himno reivindicador hacia los necesitados, estoy perjudicando a quienes, siendo también creyentes, no viven bajo la amenaza de la pobreza. Hay muchas personas apacibles, humildes y generosas que son cultas, ricas, poderosas… y gracias a Dios que las hay porque si no fuera así los más necesitados serían completamente olvidados.

Sí es cierto, pero, que de la lectura de hoy existe una necesidad, o una llamada a ser como los niños. No a regresar a la infancia, y tampoco a desprenderse de las posesiones, sino que el término niños se refiere aquí a esa inocencia que todavía ni pide, ni exige, ni prejuzga. Volverse niño es para dejar a las personas ser quienes son, porque en esa edad, si miramos en un colegio, cada uno es lo que es: el que pega, el que recibe, el que juega, el que llora… y luego ya vendrá el crecimiento. En ese estadio infantil hay tiempo para pasarlo bien, para abrir la imaginación, hay amigos invisibles, y parece que algunos incluso pueden mirar más allá.

¿No habéis escuchado nunca aquello de: has perdido la espontaneidad, la gracia, la chispa, o la inocencia? Bien, eso es que nos hemos olvidado de ser niños, y la premisa fundamental para regresar a aquella etapa es descubrir, o redescubrir podríamos decir, dejando a las cosas y a las personas ser lo que son. Lo mejor de un niño (o de una niña) es dejar a Jesús ser Jesús, ¿y cómo es Jesús? Hoy te diría que es el Hijo, engendrado (no creado), unigénito y a través del cual todo fue hecho, imagen visible del Dios invisible… ¡vaya!

Parece que el sentido de las catequesis son para dar a conocer a Jesús, a Dios, nuestra fe y cómo se profesa, pero también deberían ser un espacio de acercamiento del adulto al infante, de intercambiar experiencia, de intuiciones. Sin duda, si buscamos un espacio en el que hacernos con este pasaje debe ser ahí, con los más pequeños, que nos contagian entusiasmo y ganas de descubrir, qué bonito es el mundo desde el prisma de una niña, cuánto color, qué castillos! O desde la vitalidad del niño, nunca se cansan… se agotan.


El reto del adulto es redescubrir al Cristo de la infancia y reubicarlo en nuestro mapa teologal. Quizás por el camino del desarrollo y el aprendizaje hemos dejado de ver a Jesús como Él es para proyectar en Él otro tipo de imágenes. Bien, volvamos a ese tiempo de imaginación, vivamos la experiencia de la gratuidad y regresemos a nuestro tiempo más vitales, incluso más inocentes.

jueves, 2 de junio de 2016

MARCOS 12, 28 AMAR A DIOS

Marcos 12, 28 - 34: En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Este pasaje de hoy nos recuerda que, en muchas ocasiones, todos terminamos por converger alrededor de las mismas ideas, o el mismo destino, cuando hablamos de lo trascendente. Este texto nos acerca a cristianos y a judíos, pero también podría acercarnos a musulmanes, por ejemplo, pues en el amor a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y el ser y en el amor al prójimo los lazos entre estas tres formas de entender a Dios se hacen estrechitos, casi, casi iguales.

Qué bueno poder hallar semejanzas entre diferentes confesiones y qué bueno el trabajo del ecumenismo cuando quiere entablar diálogo, en un espacio de paz, de convivencia, de tolerancia… Llevar a cabo este mandato de Dios es dejar la puerta abierta para aprender, para escuchar, para entender y para compartir la vida y la verdad con nuestros prójimos, sean de la confesión que sean, vengan de donde vengan.

Jesús se muestra hábil en sus respuestas, pero también abierto a que los presentes le puedan interrogar sobre múltiples y variados temas. Su actitud nos recuerda que para hablar de Dios no hay que sucumbir ante la discusión, el proselitismo… sino que para hablar de Dios lo que hay que hacer es amar. Y en ese retablo de amor, amar al prójimo.

Vivimos en una sociedad pluriconfesional, confeccionada a partir de elementos de diferentes lugares del mundo y cada vez hay más diversidad. Tenemos etnias de diferentes partes del mundo, religiones de oriente y de occidente, formas de entender la cultura, el arte… Tenemos ante nosotros una gran riqueza y la responsabilidad de aceptarla amándola. Aunque bien sabemos del avance de la política de ultraderecha de diversos países.


Recordemos que a lo largo de la historia los seres humanos tenemos más que nos une que no cosas que nos separen. Hoy, por tanto, aprendemos que la unión parte del amor a Dios y del amor al prójimo.