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viernes, 30 de septiembre de 2016

LUCAS 10, 17 PEDACOS

Lucas 10, 17-24: En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo". En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!". 

LA sociedad constituye el hermoso mundo, a veces también difícil e incomprensible, donde vivimos. A raíz de la entrevista al Padre Ángel me vino a la cabeza la pregunta: ¿Qué es el pecado? Y lo digo porque tras dialogar con distintas personas sobre la entrevista hubo muchos que terminaron ahí su razonamiento. Y no lo digo con desprecio sino como eco de una educación cristiana, vieja, que conduce irremediablemente a pensar más en el desorden, la falta y la incomprensión que acercar posturas y reflexión ante la vida que se desarrolla.

LA historia ciértamente es caprichosa, propia de su momento determinado en que vivió. Nos guste o no, lo que se vive en el siglo XXI ya no es lo mismo que se vivió a principios o mediados del XX (por citar el siglo más cercano). Esto es, en cosas de Dios, que remontarnos en nuestro tiempo a las definiciones de pecado de San Agustín o Santo Tomas es como tratar de de abrir una puerta a golpes. Así la reflexión moral anterior, si bien nos sirve como base histórica, tiene necesariamente que ir evolucionando conforme pasos da la sociedad. Cómo es posible que hoy en los círculos religiosos se siga hablando de modernidad, secularidad… términos de hace 50 años?!?! Oigan, vivimos ya en los tiempos modernos y no puede ser que mientras el ser humano se configura cada vez más deprisa, la moral cristiana no sepa todavía en su conjunto actualizar ese software que configura al creyente, a la Iglesia y a a Dios.

Hoy no pensamos lo mismo que ayer, mañana no pensaremos lo mismo que hoy. Hay, por tanto, nuevas sensibilidades que dejan atrás las anteriores, que las superan y que permiten llevar la reflexión a cotas inimaginables. Cómo se hubiera entendido hace años esta paternidad/maternidad de Dios? Bien, el caso es que todavía algunos siguen sin entenderla.

Por tanto, hay que darle una oportunidad a la capacidad tanto de reflexión como de acción de la Iglesia y de sus miembros para que se reconstituyan en el marco de la vida, dejando atrás los viejos demonios que acompañan su pensamiento. Basta de tener una Iglesia siempre a remolque de los cambios sociales. Basta a esta Iglesia retrógrada que hincha de declaraciones la prensa amarilla. Basta de esta Iglesia que guarda má relación con la moral del medievo que con la necesidad del presente. Y Viva! Viva esta Iglesia valiente, integrada, solidaria y que demuestra cómo es posible convivir con el mundo y con sus necesidades.


¿En qué lugar creen ustedes que se habría posicionado Cristo? Para mí no hay duda alguna.

sábado, 24 de septiembre de 2016

LUCAS 9, 43 NO ENTENDER EL LENGUAJE

Lucas  9, 43b - 45: En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.


¿Cómo hacer de la catequesis un modus vivencial y no sólo un encuentro semanal que a veces, incluso, se hace pesado? Pregunto, en consonancia con el artículo, porque cierto es que para muchos chicos y chicas de hoy, los sábados por la tarde, esto de la catequesis se convierte en un formulismo, algo que tienen que cumplir. Puede que sea por tradición o voluntad de sus padres, o porque sus amigos y amigas participan... incluso algunos también lo hacen desde un sentimiento de esa fe floreciente, inquieta y que busca formación, expresión, comprensión. El caso es que sea cual sea la motivación primera con la que asisten a catequesis, la función de los catequistas y responsables de pastoral, comunidad… debería fundamentarse mucho más allá del encuentro sabático, en el aula de siempre, con la doctrina de siempre o con las actividades de toda la vida.

Claro, primero se necesita una buena planificación que tenga en cuenta quienes van a formar el grupo ese año y qué se quiere transmitir teniendo en cuenta que no debemos conformarnos con mantener el grupo hasta la primera comunión sino que, tras el culmen de la iniciación, el reto debe estar en conseguir encadenar estas generaciones de jóvenes que viven un proceso de fe. Por tanto, que la iniciación cristiana sea también un proceso de finalización me resulta escandaloso.

Entendemos el cristianismo como una religión que de la experiencia interior se proyecta hacia el exterior (hacia el prójimo). ¿Cómo pues tenemos una iniciación, que quiere llevarnos al Cristo resucitado y luego no haya ese proceso de exteriorización? ¿Podemos presentar la vida para, luego, darla por acabada? ¿No basta Cristo?

Tengamos por presente que toda persona, hoy, aún en este mundo secularizado, agnóstico, capitalista o feroz, busca trascender a lo que es. Lo hará mejor o peor, con más o menos recursos, dependiendo de la cultura, historia, situación personal o geográfica en la que se encuentre, pero lo hará. La paradoja de este siglo es que aunque se vive un proceso de crisis en la transmisión de a fe, cada vez proliferan más ofertas de espiritualidad, que al final son medios de acercar al ser humano a lo trascendente. Todos, todas, buscamos ese punto de llegada.

La catequesis, entonces, debe tener también esta posibilidad privilegiada de ofrecer al ser humano este imput precioso de la salvación y el amor de Cristo. No puede, por tanto, dejar de sufrir cada joven que no consigue mantener, cada vida que se trunca tras la primera comunión. ¿Quizás hayamos dejado de velar?¿Quizás nos estamos convirtiendo en este siervo que esconde el talento en un pañuelo?


Iniciativas, proyectos de pastora, comunidades que tratan de ofertar el evangelio; medios como internet, las redes sociales o el whatsupp; excursiones, retiros, meditaciones, experiencias de fe… Tenemos no sólo los medios sino que también tenemos personas y grupos implicados en conformar una sucesión entre la vida tras la iniciación, teniendo por seguro que el lugar privilegiado de la vivencia de la fe está en la vida misma. Una vida que hay que transmitir como un testigo eterno, válido, fuerte, incluso codiciable, deseable, como la perla o el tesoro escondido del que nos hablan los evangelios.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

LUCAS 9, 7 PROCURANDO VERLO

LUCAS 9, 7 – 9: Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que estaba sucediendo. Estaba perplejo porque algunos decían que Juan había resucitado; otros, que se había aparecido Elías; y otros, en fin, que había resucitado alguno de los antiguos profetas. Pero Herodes dijo: «A Juan mandé que le cortaran la cabeza; ¿quién es, entonces, éste de quien oigo tales cosas?» Y procuraba verlo.


Podemos leer sobre la confusión que los signos de Jesús, que sus milagros, provocaban entre sus contemporáneos, desde la gente más humilde hasta el rey Herodes. Todos andan descolocados ante las noticias de uno que de la forma que habla y actúa recuerda a aquellos hombres especiales que hablaban de parte de Dios. A Herodes le despierta la curiosidad, pero a muchos de entre el pueblo esa curiosidad empezó a convertirse en esperanza porque después de mucho tiempo de silencio quizás, sólo quizás, habría llegado el tiempo del Mesías.

En aquel tiempo vemos como muchos procuraban ver a Jesús, sabemos por ejemplo que Zaqueo (publicano) se subió a un árbol para poder verlo entre la muchedumbre, como también en el caso de la hemorroísa que se abre paso entre el gentío para tocar su manto. Cuando suceden cosas extraordinarias todos queremos verlas. Así queremos asistir al nacimiento de un hijo, a la graduación de una hija, al último concierto de la gira europea de aquella vieja banda de rock, o un partido de fútbol… Cuando ocurre lo extraordinario se agotan las entradas, no cabe un alma, se cuelga el cartel de completo y el mundo se aprieta. Así fue el acontecimiento Jesús de Nazaret para sus contemporáneos, así nos lo redactan y así quieren transmitírnoslo a nosotros.

De todas las cosas que existen, de toda la oferta que hallamos, todavía hoy sigue siendo lo más asombroso y extraordinario que una persona se encuentre con Cristo. Y es que en Cristo eclosiona el amor, en Él se halla la realización más plena del individuo, el acto más radical de libertad, la experiencia definitiva de salvación. Aquel que conoce a Cristo no vuelve a vivir, jamás, como vivía antes porque su vida acaba de ser abierta al mundo, al amor por los enemigos, a la solidaridad con los más necesitados, a la entrega total y desinteresada, a ser feliz en la pobreza, a vivir con júbilo en mitad de las tormentas…

Hay que procurar verlo, sea como sea, si subidos a un árbol, a un camión o desde una azotea, pero hay que verlo. Y si alguien no lo ve, somos nosotros quienes tenemos que subirlo a nuestras espaldas para que logre ver a Jesús, para que tenga su encuentro, para que se crucen la mirada y para que la profundidad del Cristo traspase su corazón como un flechazo de amor, verdadero. Quizás no salga en los libros, pero si hay que poner a una, a una primera maravilla, hay que olvidarse de las ruinas y de las murallas, o de los mercados, y colocar al Cristo, Él es la gran maravilla para el ser humano.


De Herodes poco podemos sacar, pero hoy quizás estemos ante la única vez en la que merece la pena hacer algo parecido: procurar verlo.

domingo, 18 de septiembre de 2016

LUCAS 16, 1 CUESTION DE PILLAJE

LUCAS 16, 1 – 8: Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.” Se dijo a sí mismo el administrador: “¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas.” «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” Respondió: “Cien medidas de aceite.” El le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.” Después dijo a otro: “Tú, ¿cuánto debes?” Contestó: “Cien cargas de trigo.” Dícele: “Toma tu recibo y escribe ochenta.” «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.


El evangelio colisiona, cada día, irremediablemente con la realidad que toca cada contexto social, civil, político… que se sucede alrededor del mundo. Obviamente que el evangelista, en su tiempo, quiso reflejar la situación del contexto histórico en que vivía, pero lo cierto es que hoy cada uno de estos pasajes se renuevo bajo nuestra perspectiva temporal. Así, sorprende (y de qué manera!) que a la luz de pasajes como el de hoy, o como el del joven rico, o el rico insensato… parezca que el evangelio no se capta de la misma manera según la posición social de cada uno. Es decir, que sin remedio uno no puede leer este pasaje, por ejemplo, y no pensar de qué manera deben interpretar la solidaridad, la opción preferencial por los pobres o el desapego de las riquezas personas, cristianas (o eso dicen), desde Fernandez Díaz a Merkel pasando por otros tantos y tantas.

Leemos acerca de esta jugada del administrador astuto y no vemos hoy una actitud hacia el Reino. Administradores astutos y pillos los sigue habiendo, pero quizás leyeron e interpretaron mal, rematadamente mal, el evangelio. Bárcenas, Rita Barberá, los Borbón, Fabra, Chavez, Lulla, Rato, Cameron… podríamos hacer un listón de nombres, empresas, tramas y demás. Pero, resumiendo, qie pillos y pillas tenemos por doquier. Ocurre que muchos de estos se declaran cristianos, cristianas o pertenecen a partidos demócrata-cristianos… y dicen que su bandera es Cristo y que creen en Dios y que bla, bla, bla… A su favor habrá que decir, si es que es posible, que a misa (a precepto) van. Quizás, entonces, habrá que pedir al clero que desde el púlpito les enseñen mejor a concilar su vida los valores de la caridad, fraternidad, amistad, solidaridad, ultimidad…

O, siendo más drásticos, si algunos niegan la comunión a los divorciados, o el matrimonio a los homosexuales… por qué otros no niegan esto mismo a éstos que practican injusticia, que son malversadores, que sólo buscan su beneficio o que, con su dedo ejecutor, echan a familias a la calle? Acaso faltan valientes? Es posible que el Imprerio de la riqueza venza al de la fe? O es que hay dos evangelios, dos raseros, dos fes y dos Señores?


La mejilla, amados, siempre la ponemos. La ponemos en época de bonanza y en época de crisis, haga frío o calor, gobiernen unos o lo hagan otros… Y la tenemos roja de bofetadas y bofetadas y más bofetadas. Pero como el evangelio no dice nada de las orejas… pues oigan! Por lo menos vamos a empezar a tirarles de ellas a toda esta casta de canallas, ladrones… 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

JUAN 19, 31 OTRA PASCUA

JUAN 19, 31 – 37: Era el día de la preparación para la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en sábado, por ser éste un día muy solemne. Así que le pidieron a Pilato ordenar que les quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos. Fueron entonces los soldados y le quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro. Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua. El que lo vio ha dado testimonio de ello, y su testimonio es verídico. Él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso» y, como dice otra Escritura: «Mirarán al que han traspasado.»


El testimonio de los mártires, de los pobres o de aquellos que sufren injusticia, persecución, mentira, robo… es incómodo. Cuando paseando por la calle encuentras a una mujer tirada en el suelo pidiendo dinero, también nos incomoda; cuando tenemos que lidiar en una discusión, o cuando nos hemos peleado y hay que proseguir con la convivencia, igualmente nos incomoda. Nos incomoda, normalmente, todo aquello que viene a nuestra vida violentamente, y más aún cuando esa situación que irrumpe testifica contra nosotros. Imagínense a estos judíos que tienen que celebrar la Pascua con la mirada puesta en el Golgota, donde en el madero se ha dado muerte injustamente.

Nietzsche es la forma más radical de mostrar esa incomodidad en el ser humano: dice que el hombre ya no puede soportar más el testimonio mudo de Dios, que ve las atrocidades de la humanidad, y de ahí nace la necesidad de matarlo. Y es evidente, es lo que habitualmente conocemos por hacer callar. A nosotros nos pasa cuando hemos hecho algo mal, o cuando hemos hecho daño a alguien… hay algo que quema en nuestro corazón, que nos inquieta, y que muchas veces no podemos soportar. Para algunos, con obras mucho mayores, el testimonio en contra de sus aflicciones les ha llevado a la locura, porque finalmente nuestra vida es muy frágil, tan delicada que un desorden de cierta magnitud puede acabarnos.

Vean, el testimonio de muchos y muchas personas de las que se ha cometido abuso infantil hoy repercute en muchos cargos eclesiásticos que ven cómo se les persigue, o se les acordona el terreno. Vemos también como el calor de los muchos defraudados de Bankia, o de los desahucios ilegales también llevan a juicio a los bancos. Vemos como los asesinatos políticos de dictaduras, holocaustos o terrorismo también lleva a juicio y castigo. Y aunque hoy hayamos dicho a algunos psicópatas, ni ellos mismos logran soportar el testimonio de los que matan y les arrancan los ojos. No hay quien soporte esa cruz multiforme.

Pero este tipo de cruz, de la que ya tendríamos que haber aprendido que no deja celebrar, nos impide ser felices, vivir en paz, amarnos con más fuerza, confiar… No creo que el ser humano esté condenado a repetir el asesinato una y otra vez, aunque cierto es que lo parece. Podemos ser capaces de romper la tónica, la inercia y de abrir los ojos a lo que sucede, a lo que nos sucede. Si a todos nos duele mirar a la cruz, dejemos de llevarle gente. A un lado está la cruz, al otro la Pascua, y no podremos celebrar fiesta hasta que dejemos de mirar a la cruz, y miraremos a la cruz creyendo que no hay fiesta.


Mírense, miren al otro, porque ahí está la verdadera fiesta, la verdadera Pascua.

martes, 13 de septiembre de 2016

LUCAS 7, 20 EL QUE HA DE VENIR

LUCAS 7, 20 – 23: Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»


Venimos de un contexto en el que a Jesús lo acusan de bebedor y comilón, de que anda junto a pecadores y prostitutas y, vamos, de una crítica total a su modo de vivir, de relacionarse y de interactuar con la sociedad de su tiempo. Entonces, este Jesús que se dejaba tocar por la realidad, que se sentaba en la mesa con los publicanos… era motivo de escándalo para la gran mayoría. Hoy, sin dudas, pasaría algo parecido y de hecho ya pasa cuando alguien sigue el ejemplo del Cristo y vive con aquellos a quienes no sabemos mirar, o miramos mal. Es la crítica, algo que nos acompaña desde tiempos inmemoriales y que ejecuta nuestra más feroz sátira hacia el ser humano. Frivolidad, apariencia… acompañan a la crítica y revisten a la sociedad de nuestro tiempo.

¿Dónde vive el escándalo para cada uno de nosotros?¿En qué situaciones nos sentimos violentos y no aceptamos que exista la mano de Dios? ¿o que Dios no pueda actuar en determinadas personas…?¿Acaso alguien conoce la actuación de Dios?

El evangelista nos subraya las acciones, lo que se ve y se escucha, para atestiguar la veracidad de la acción del Dios en Jesús, o en cualquier cristiano (diríamos aquí, hoy). Pero para poder ver las obras mesiánicas lo primero que debemos hacer es dejarnos sorprender y, luego, interpelar, para que nuestro corazón pueda acoger aquello de lo que es testigo y dejarse alcanzar por algo que va mucho más allá de la razón, que viene por la fe. Y  si no hay en nosotros un espacio para la sorpresa ocurrirá que siempre nos vamos a escandalizar, porque lo que estamos haciendo es rechazar lo que ocurre, y de ese modo no lograremos ver la vida ni como don, ni como algo maravilloso.

Claro, en ningún caso se nos dice que seamos testigos de fantasías, de cuentos del corazón, de fábulas, sino que atestigüemos de lo que en verdad sucede delante de nosotros cuando asistimos a manifestaciones de amor, de solidaridad… o cuando vemos a alguien preocuparse por otro, o darle de comer, o vestirlo, o acogerlo, o educarlo, o socorrerlo, o… Aquí están las grandes señales de nuestro tiempo, con la misma fuerza que aquellas, con su mismo impacto, y con una misma finalidad, que es el ser humano.


Podemos vivir, claro está, escandalizados de la violencia, de la corrupción, de las formas de gobierno, de los sueldos… pero nunca más de Cristo, nunca más de aquellos que se ofrecen a los márgenes, jamás de quienes dedican su vida al evangelio, a las personas (sean quienes sean). Como si fuéramos Juan, que todo escándalo de Cristo se nos vuelva como algo precioso.

domingo, 11 de septiembre de 2016

LUCAS 7, 11 VIUDA DE NAIN

LUCAS 7, 11 – 15: Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.


Incorporar a los muertos forma parte de las acciones carismáticas de Jesús, aunque en sentido figurado, o como imagen, podríamos decir que forma parte del  plus que nosotros podemos ofrecer al mundo como cristianos. Efectivamente, debemos fijarnos en la realidad que nos rodea, en nuestro entorno, para ver que lamentablemente existen muchas situaciones de mortandad, aquí o allí, y mucha gente llorando alrededor. Siendo conscientes de que estas situaciones existen, entendiendo la muerte como una etapa en la que el ser humano está seco, preocupado, triste, decepcionado… nosotros deberíamos ser capaces de llevar nuestra actividad al corazón (o al espíritu) de ese “muerto” para alcanzarlo a la vida, para llevarlo a Cristo.

No podemos conformarnos a ver estos episodios de muerte de la humanidad, que muchas veces vive sometida al entorno, al poder, a la religión, a las modas… No podemos admitir que el ser humano viva por debajo de su dignidad, como pidiendo limosna por vivir, como oprimido por los lobys, o por otras personas, circunstancias… Que el hombre, o la mujer, viva en plenitud debería ser la meta, el icono de este siglo XXI, porque después de tantos siglos ya viene a ser hora de consolidar la felicidad como derecho universal inalienable a la condición de ser viviente. ¿Qué puedes decirle a un niño pequeño? Pues que tiene derecho a ser feliz, por encima de cualquier otra cosa, y para ello seguramente vamos a tener que acercarnos a la madre (a los padres, a la sociedad en conjunto) para calmarla de su llanto y de su pena y decirle: no llores.

Hoy diría, también, que lo más cercano a nosotros (por la actualidad) sería para resucitar a los países de Europa, y no sólo de Europa, para que atiendan a la situación de la inmigración, de los refugiados, de las muertes en alta mar, o en la playa, para que persigan a las mafias… Está claro que el ser humano, en este caso, tiene el corazón muy sensible al llanto de estos muchos que caminan buscando un futuro. Lo que no está clara, como muchas veces, es la posición de los gobernantes, de los países, del poder en definitiva, que es uno de los mayores ejecutores del planeta. No podríamos resucitar al individuo si dejáramos que las instituciones siguieran muertas, o gobernadas por verdugos, es absolutamente incoherente (a pesar de ser así).

Más cerca nuestro está el tema de las ejecuciones hipotecarias, a mi entender un asesinato, y se está matando a muchas familias, a muchos pequeños y a muchos mayores, y ante esta realidad nos mostramos impasibles, insensibles, o vencidos, derrotados, quizás sean los dos polos: las instituciones insensibilizadas y los ciudadanos atados de pies y manos. Y no puede ser, basta de ejecuciones, basta de llevar a la persona a su muerte!!


¿Qué vivimos en un país de tradición cristiana?¿Que la tradición eclesial ocupa todavía un lugar de relevancia?¿Que si somos cristianos? Pues levanten, resuciten, hagan todo lo posible por preservar la felicidad del ser humano, todo lo posible para que los gobiernos hagan una opción por la vida, por la humanidad, por la dignidad, por el amor. Para resucitar primero algo, o alguien, debe morir; pues para resucitar al poder, a los lobys, a los gobiernos, la justicia… ya saben, primero deben morir.

viernes, 9 de septiembre de 2016

LUCAS 6, 39 CEGADOS

LUCAS 6, 39 – 42: También les contó esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.


Si ser ciego lo reducimos a dejar de ver, o a no ver, esta clarísimo que lo somos todos. Bueno, salvo el choque que producen algunas noticias o imágenes que despiertan la sensibilidad del corazón de las peronas, pero sólo un poquito. La imagen de Aylan copó portadas y primeros lugares en los telediarios de todo el mundo, hoy es un recuerdo pasajero de una situación que sigue viviéndose a diario. Con aquel chiquillo sirio que aparecía en estado de shock en una ambulancia tras sufrir los efectos de una bomba tuvimos un episodio parecido y duró lo que duró, nuevamente. Igual nos pasa con los refugiados, que ya han dejado de ser la noticia que era. Pasa con Ukraina, hoy en conflicto pero ya como un poco abandonados a lo suyo. Ocurre en África, o acaso han dejado de practicar la ablación, o acaso ha dejado de existir Boko Haram?

Como sociedad estamos prácticamente ciegos si no vemos las cortinas de humo que se levantan para distraer nuestra atención de la realidad, de cuanto ocurre y sigue ocurriendo, de los derechos humanos vulnerados, de las situaciones de exclusión, de explotación… Se nos desvía, además, con tonterías de un calibre bárvaro: desde el caso Lewinsky, hace ya años, al caso Soria, más actual. Y nuestra atención perdida en la letra grande.

Ocurre también en la política, ciegos que guían ciegos, aunque de ese tema ya hablamos mucho. Pero seguimos votando y creyendo en este sistema democrático que ya no es capaz de ofrecer alternativas. ¿Cambiará algo, sea quien sea el que gobierne, si en todos hay mentira, corrupción, hambre de poder...? Claro que no! O quizás nos conformamos con mantener algunos derechos sociales.

Ocurre con el sistema bancario, que siguen aprovechándose de la situación, quebrando y cobrando, enjuiciando y denunciando a los pobres ciegos que seguimos teniendo que trabajar con ellos. Si nos cobraban la demora ahora resulta que también nos cobran la cuenta corriente. Y no importa que se les recupere con nuestro dinero, que además ese dinero sirva para pagar comisiones, que salgan Ratos o Blesas, tarjetas black o fondos buitre que, para el caso, no importa mucho porque en un mundo ciego te quitan hasta el bastón.


Pero… vivimos en un tiempo donde caben las propuestas, las iniciativas… Sacar la astilla es recuperar muchas cosas: la libertad, la dignidad, el ser humano, la vivienda, sanidad… Porque si todo lo van quitando esto es porque todo, gracias a Dios, vuelve a estar por conquistar.

jueves, 8 de septiembre de 2016

MATEO 1, 18 JOSE vs ANGEL

Mateo 1,18-24: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


De este pasaje del evangelio de Mateo quisiera empezar por destacar algo que es fundamental, el diálogo entre el ángel y José. Y lo hago porque el evangelista, con muy inteligentemente, nos propone una verdad radical: el Hijo de Dios viene al mundo, pero viene al mundo también porque el ser humano quiere que venga.

El la época del relato, José podría haber denunciado perfectamente a Maria por la extraña forma en la que había quedado embarazada. Y aunque muchos son los que hablan de la nobleza y amor de José por María, el mensaje del evangelio trasciende aquí lo puramente sentimental y se alza hacia lo necesariamente trascendental. Que el Hijo de Dios venga es un deseo del ser humano. Ergo, hasta para este mismo caso, hasta para la encarnación, Dios cuenta con la voluntad del ser humano.

Qué importante poder entender este respeto con que el Señor trata a los seres humanos. Quizás recuerdo de los primeros días en el Edén, quizás porque somos creación suya, puede ser por tanto Amor que nos tiene, ¿Quién sabe? Este texto, que aveces pasa escondido en las cualidades, supuestas, de José abre el consentimiento a la propuesta de salvación de Dios para el hombre.

Por tanto, hoy en día, este pasaje viene a decirnos que aceptar a Jesús siempre va a ser, en parte, decisión nuestra. Dios nos propone el camino, nos muestra su salvación, indica... pero no obliga. Aunque tampoco cierra nunca esa puerta hacia Cristo, y así hombre o mujer pueden en cualquier momento dar un paso positivo para que el regalo de Jesús nazca en sus corazones.

María nos mostró la fe ciega y la felicidad de ser portadora de Aquel que viene a salvar. Ahora José posibilita la transición hacia el ser humano, y Jesús pasa a llamarse Enmanuel, Dios con nosotros, porque José también es parte de la puerta de entrada de Jesús a la humanidad y Jesús viene para estar con nosotros, para vivir con nosotros, para sufrir por nosotros y para mostrarnos, enseñarnos, posibilitarnos... No habría Enmanuel sin el silencio de José, y no habría Jesús sin su fe.
¿Quién sabe si Dios, que todo lo puede, habría podido hacerlo de otra manera? Seguramente. Pero Mateo nos dice que Dios, cuando hace algo, quiere contar con el ser humano.

Por tanto, siéntete privilegiado, o privilegiada. Dios quiere contar contigo, con tu opinión, quiere escucharte, desea que entables conversación con Él, que intimes. Él va a ayudarte a descubrir el mundo, te enseñará a amar, a caminar, a vivir... pero los pasos con los que un Padre coge primero a su bebé para sostenerlo, pasan luego a una mano, y finalmente el pequeño camina ya por su propio pié.

Pero el pequeño, siempre puede pedirle al Padre, o a la Madre, que le de la mano, porque dar la mano nos aporta seguridad, y jamás, JAMÁS! Dios negará esa mano al ser humano. Porque Jesús, que viene de Dios, ahora nace con el consentimiento del hombre.


Sentiros felices, gozosos, saltad de júbilo porque tenemos al gran ayudador que quiere vivir con nosotros. Enmanuel es Dios con nosotros, pero también podría, perfecamente, ser nosotros con Dios.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

LUCAS 6, 20 BIENAVENTURANZAS

LUCAS 6, 20 – 24: Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír. Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas. »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!


Sea por Mateo, o sea por Lucas, encontramos este espacio que es un llamado a la dicha, a la felicidad, a darla (claro) y también a recibirla. Pero mientras escuchaba el comentario esta mañana, sentado, pensé que las bienaventuranzas deben tener diferentes lecturas sea en Oriente, Occidente, norte o Sur… no pueden tener la misma lectura en España que en Nigeria, o Monrovia, o en los campitos de República Dominicana, o en Siria, por ejemplo. Y es algo que me lleva acompañando desde hace un tiempo, que para nosotros es relativamente fácil afrontar estas bienaventuranzas mientras que para muchos, muchísimos cristianos (y no sólo cristianos) no. Quién es capaz de interpretar “felices los hambrientos”??

Todos tenemos gravado aquello de que: al final, todo acabará bien. Lo hemos leído, hablado, compartido e incluso experimentado, pero no es una certeza afirmar que todo tiene que acabar bien. Las bienaventuranzas pueden ser una verdadera utopía en aquellos países donde la miseria y la violencia forjan el diario de una civilización. Nadie debería pasar hambre, nadie debería tener que llorar y a nadie se le tendría que insultar, no desprestigiar por ninguna causa. El evangelista nos reclama gozo, nos pide alegría… es el argumento de un creyente, y de un creyente de los primeros siglos (no se olviden).

Hoy podríamos decir que las bienaventuranzas deberían ser un paso hacia la solidaridad: felices los que ayudan y felices los ayudados porque se aman. En nuestra actualidad no podemos decir: felices los exiliados porque encontraran refugio cuando tenemos a todo ese groso de población transitando por Europa, o hacia Europa; hay mucha hambruna que no será saciada, por lo menos en nuestro tiempo, y hay mucha infelicidad, provocada por la crisis económica y el apetito de bancos, gobiernos y lobys.

Las bienaventuranzas son la meta que todos deseamos alcanzar, o entregar, o satisfacer, o ayudar a llegar, pero las bienaventuranzas son a día de hoy un punto de reflexión para la Iglesia y para cualquier creyente, en general: hay que asegurarlas, hay que garantizarlas. No podemos predicarlas nunca más sino está en nuestra labor el luchar por su cumplimiento, el ayudar a su cumplimiento. Jamás relativicen ese “felices los que…” por respeto y por amor, no sean insensibles al momento que vivimos porque es tiempo de dolor y en tiempos de guerra sólo cabe luchar y luchar por la felicidad en este caso.

Ser bienaventurado es implicarse, mojarse, atreverse a tender la mano, a sacar el resto, a poner su grano de arena. No sé en qué otra clave hay que leerlas, compartirlas o interpretarlas sino a favor del ser humano, por eso no cesen y ayuden bienaventurados porque en su mano está que no haya hambre, ni llanto, ni insulto. 

martes, 6 de septiembre de 2016

LUCAS 6, 12 ELECCIONES

Lucas 6, 12 - 19: En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salta de él una fuerza que los curaba a todos.


Respecto al texto de hoy y entrando directamente en política pienso, sobre la elección de los doce, que mucho tienen que aprender las formaciones, sobretodo las que se consideran cristianas, del modo de hacer y elegir a los representantes, ministros, consejeros, técnicos… con respecto al compromiso al que acceden, hoy, con tanta alegría y desfachatez.

Jesús, que primero ora para después elegirlos, bien podría serla sociedad en su conjunto, que primero medita para después votar. Con los doce, en cambio, hay muchas diferencias respecto del día de hoy: En un primer momento los discípulos se muestran entusiasmados pero confusos, fieles en el seguimiento pero no comprendiendo el sentido mayor de la obra de Jesús; gozosos y efusivos, pero abandonándo al Cristo antes de su Pasión. Finalmente, cuerdos, recuperados y con una fe vivificada por la experiencia de la resurrección que los lleva a continuar esta obra del Reino, incluso, dando su vida.

Respecto a los políticos de nuestro tiempo ocurre todo lo contrario: nos engañan, nos roban, nos sancionan con impuestos, tasas… nos recortan educación, sanidad, cultura… Se sirven de entramados empresariales, jurídicos y financieros para esconder fortunas. Se colocan y recolocan en los lugares mejor remunerados. Son incapaces de llegar a un acuerdo que desatasque situaciones y, además, niegan la ley de la pobreza energética, el derecho a decidir de los pueblos y crean un clima de violencia, intransigencia y menosprecio. Éstos, ni comprenden el mensaje de Jesús ni lo comprenderán jamás. Pero cómo son las cosas que nosotros los seguimos votando.


Como Jesús, la política y sus dirigentes, deberían copar a la sociedad en su conjunto al modo de la segunda parte del pasaje: curando, sanando sea de enfermedades o de tormentos que en nuestros días hay muchos y variados. Por tanto, ¿a quién hay que pedir responsabilidades? ¿A la sociedad que permite, con su voto, que se perpetúe esta situación de insostenibilidad y vulneración? ¿o a los políticos, que ni nos hacen caso ni lo van a hacer?

lunes, 5 de septiembre de 2016

LUCAS 6, 6 NO JUZGAR Y NO SER JUZGADOS

LUCAS 6, 36 – 38: Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.


Este pasaje de hoy es como el Quid pro Quo del comportamiento del cristiano en Lucas. Pero el evangelista omite en este pasaje dos aspectos fundamentales del individuo, la espontaneidad y la visceralidad, porque en nosotros está en enfadarnos, el juzgar y el no perdonar que, irremediablemente, surgen en determinados momentos de la vida y a veces no sabemos cómo. La fórmula de Lucas habla de compasión, la de Mateo (que vimos hace poco) de perfección, sean compasivos y sean perfectos como el Padre. Bien, dos grandes atributos que aun con la persona de Jesús viva en nuestro interior no siempre están presentes, incluso pierden batallas.

Estamos en el ámbito del amor al prójimo y al enemigo, de la regla de oro, y el evangelista habla como de un premio para todo aquel que actué de esta manera perfecta. Una medida llena y desbordante. Aunque debemos saber que a pesar de juzgar, de no perdonar, de condenar o de no ser compasivos, la forma en que ama Dios supera la nuestra y en su regazo, todos tienen esa misma medida, a pesar de ser como sean.

Así debo entenderlo, que a pesar de vivir en un ambiente determinado tanto puedo ser yo como cualquier otro el que se comporte de manera contraria a ese espíritu compasivo del que se habla aquí, hoy, en Lucas.
¿Y es posible apartarse de la compasión y seguir siendo amado, amada, de Dios?¿Ustedes saben cómo mide el Señor la maldad? Bien, así como todos presuponemos que con estas actitudes de hoy hay premio asegurado con Dios, pretender que ese triunfo sea exclusivo nos conduce al error, ¿Acaso no tiene piedad Dios de quienes se equivocan? Eso mismo se dirige ahora a nosotros, que haciendo esa partición entre justos e injustos no hacemos sino condenar y no perdonar.

Si pudiera quitar alguna cosa de los evangelios sería toda esta normativa respecto del comportamiento humano que quiere Dios, porque no creo que Dios quiera algo del ser humano salvo su felicidad, así debe funcionar el amor de Dios, que no pide cuentas y que vierte misericordia. Fundados sobre esta verdad si es cierto que actuando así o asá la vida se hace mejor, pero debo entender que regular la vida de las personas es, muchas veces, coartar su libre movimiento. Parece que esto de ser Hijo o Hija de Dios cada vez está más complicado.

¿Cómo debe comportarse un seguidor de Cristo? Equivocándose, sin duda. Actuando en libertad, seguro. Deseando amar y ocasionando, no siempre, dolor. Queriendo esbozar una sonrisa y terminar llorando… Un seguidor de Cristo se comporta viviendo este don de Dios de existir, sin un quid pro quo, porque Dios no pide contraprestación ni saldar cuentas.


Las analogías tienen que ver con lo que nosotros hacemos, con lo que nosotros somos, pero en poco tienen que ver con el comportamiento de Dios. No miremos más con nuestros ojos, ni construyamos según nuestras manos la voluntad de Dios o el destino de la humanidad y permitamos romper la norma, rasgar la jurisdicción y hacer añicos cualquier mentalidad para dejar espacio a que esa medida lucana acabe por desbordar.

sábado, 3 de septiembre de 2016

LUCAS 6, 1 SABADO

LUCAS 6, 1 – 5: Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas. Por eso algunos de los fariseos les dijeron: —¿Por qué hacen ustedes lo que está prohibido hacer en sábado? Jesús les contestó: —¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y, tomando los panes consagrados a Dios, comió lo que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y les dio también a sus compañeros. Entonces añadió: —El Hijo del hombre es Señor del sábado.


La actualidad podría llevarnos a representar en esta parábola lo siguiente: que los discípulos que arrancan espigas para comer son éstos inmigrantes que desean acceder a un futuro y que los fariseos, por hacer una similitud, son desde el trayecto a recorrer (entre pateras, naufragios y mafias organizadas) o los países a donde llegan, o la misma Unión Europea. Pero no sólo debemos quedarnos aquí sino que esos discípulos de Jesús que tienen hambre son todas aquellas personas que en nuestro país, en nuestra ciudad, no tienen acceso al trabajo o a la vivienda (ni a la comida) y que los fariseos, o los maestros de la ley, son desde los gobiernos, los lobbys, o la banca que rápidamente quieren lanzar la hipoteca, o ejecutarla… Así, mientras el mundo gime resulta que tenemos a estos ortos implacables que quieren aparentar ser lobos con piel de cordero.

Los campos de trigo son los recursos, la comida, el agua, la electricidad, la vivienda, o el futuro y estos campos garantizan la supervivencia del ser humano; los fariseos, estos poderes, recriminan a la humanidad su deseo de acceder a los recursos, tienen capacidad para limitar, para quitar o para recortar y así nos dejamos conducir año tras año, si el sábado es de alguien será porque es de ellos. Jesús, y el evangelista, llevan más de dos mil años recordándonos que no hay mayor poder que el de Dios, y que lo que Dios quiere es la plenitud y la felicidad del ser humano por tanto, que el sábado se hizo para el hombre y la mujer y no al ser humano para el sábado.

Pero no ocurre así, ¿cierto? Somos esclavos de muchas cosas, de muchos poderes, y somos esclavos de nuestra falta de iniciativa, de reivindicación, de pelea o de lucha: dejamos que nos roben la cartera. Que sube la luz, vale; que sube el transporte público, venga; que recortan los salarios, de acuerdo; que nos ahogan los impuestos, qué le vamos a hacer; que nos echan de nuestras casas, haber pagado; que no se ayuda a los refugiados, no es mi problema… La verdad es que podría seguir y seguir y seguir.

¿De quién es el sábado?


Amados y amadas hay que empezar a despertar, es el tercer propósito del año: si el primero es enseñar y el segundo es curar, ahora hay que despertar porque al ser humano le han robado el sábado. Se lo han robado!! Mientras en el hemiciclo siguen reuniéndose con traje y corbata + menú de 30€ + coche + escolta + pensión vitalicia + …  el resto de la humanidad se debate entre la vida y la muerte. ¿Acaso no es momento para que nos regresen el sábado?¿Acaso necesitamos más para salir a la calle?

viernes, 2 de septiembre de 2016

lucas 5, 36 VESTIDOS VIEJOS

LUCAS 5, 36 – 39: Les contó esta parábola: —Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor.”


El evangelista nos sitúa hoy ante un buen ejemplo que utiliza para referirse a la doctrina de Jesús en contraposición con la doctrina de los fariseos, con los que viene discutiendo, e incluso con la de los discípulos de Juan el Bautista: el vino del Padre no es el vino de los hombres, la Palabra de Dios no son nuestras leyes. Pero si bien una cosa son las doctrinas, otra cosa muy distinta sucede en el global de nuestra vida y es que vino nuevo y vino viejo terminan por mezclarse, ya sea por tradición, por herencia, por educación o por el motivo que sea. Lo hemos visto en cualquier transición, en el paso de los setenta a los noventa, de la religiosidad a la secularización, del Holocausto a la acogida de refugiados… El mundo es el ejemplo perfecto de un odre viejo que contiene vino nuevo, y de un vestido nuevo, rasgado, que a veces se remienda.

Nosotros somos odres viejos, en nuestro interior conviven muchos tipos de vino, desde el más joven al añejo, desde el que está agriado al mejor, un único cubículo, una sola barrica capaz de contener diferentes líquidos e incluso capacitada para terminar con unos y renovarse con otros. La clave, diríamos, está en saber vaciarse o aprender a vaciarse porque es necesario desprenderse de todo mal, de toda avaricia, de toda ira, de todo ego para llenarnos de Dios, de amor a los demás, o de generosidad, por ejemplo. Esa es la fórmula ideal para todo hombre o mujer que quiera vivir en libertad, vaciarse de toda regla, de todo prejuicio, de toda doctrina, de toda opresión. Vaciarse, sabemos, también es como el preámbulo para llegar a lo espiritual, desprenderme de lo físico, de las riquezas, de mis seguridades. Hay que aprender a vaciarse.

Pero no siempre es posible, y no tiene que quitarnos el sueño cuando vino viejo y vino nuevo deben convivir. Nos pasa en la vida conyugal, en la vida de pareja, en las relaciones unos y otros. Hay discusiones, disputas, diferencias, posiciones, normas, tradiciones… lo de siempre no sabe acoger a lo nuevo, y lo nuevo quiere imponerse a lo de siempre. Y cuando eso ocurre en toda comunidad se vive un tiempo de agitación, y se derrama vino viejo y se derraman vino nuevo, y marcha gente (nueva y vieja). Lo podemos ver en el ámbito civil, en el ámbito político, en el ámbito económico y mucho más en el ámbito tecnológico, que aunque se renueve el vino y los odres siempre resta alguno antiguo, viejo, tradicionalista, obsoleto… Hay un viejo reclamo que dice: renovarse o morir.

Cristo diría: hay que morir a lo que somos cada día, en cierta manera hay que saber vaciarse para que cada día entre, en nuestro interior, nuevamente ese aire, ese vino, ese Espíritu del Señor. Lo mismo diría a las instituciones, en especial a la Iglesia, con sus odres rotos y sus vestidos viejos repletos de remiendos: vacíense! No queremos una iglesia repleta de egos, de autoridades, de intransigentes, de inmovilistas… No queremos odres por los que no pasa el vino de la vida, el vino de la historia, el vino de la humanidad.

Hoy resulta paradójico que aunque vamos a iglesias vacías, uno siempre las encuentra llenas, pero hay que saber leer el tiempo que vivimos, ver lo evidente, que ese vino está picado, agria, disgusta, que hay que vaciarlo, lavarlo y volverlo a llenar.


En estos últimos tiempos el mundo ha mostrado sus demandas, sus deseos, su oración (si quieren llamarla) ¿y las instituciones? Por qué me da que cada vez veo a más costureras, y más hilo, y más coderas y rodilleras.