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domingo, 26 de febrero de 2017

MATEO 6, 24 BUSCAR PRIMERO EL REINO

 MATEO 6, 24 – 32Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?  ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida? ¿Y por qué se preocupan por la ropa? Observen cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni hilan; sin embargo, les digo que ni siquiera Salomón, con todo su esplendor, se vestía como uno de ellos. Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe?  Así que no se preocupen diciendo: “¿Qué comeremos?”o “¿Qué beberemos?”o “¿Con qué nos vestiremos?” Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.


Vivimos en un tiempo que para nosotros existe el Dios incomprensible, que permite lo bueno y lo malo, y del que somos capaces de verbalizar en tipologías que llevan el sello de: amor, libertad, compasión, ayuda, misericordia…, más nos ponemos cuando aparece el misterio del mal y no alcanzamos a dar una nueva respuesta a la vida. Ha habido incursiones en la inefabilidad de Dios con Rahner, el Dios incomprensible; llamadas a ver a Dios en la ausencia con Bonhoeffer; Etty Hillesum habla de perdonar a Dios por lo malo que sucede en el mundo y ayudarlo a construir el bien; Simone Weil, Edith Stein… grandes nombres que hablan de esta problemática con respeto y dulzura, incluso con algo de inocencia.

Es el enorme misterio de la vida, de Dios y del ser humano que por más psicología, psiquiatría, sociología o pedagogía, cada día nos sorprende más hacia dónde conduce las cosas. De bien seguro que hoy estamos en otra posición respecto de lo que es la providencia de Dios, o de lo que podemos esperar de ella. A veces porque estamos hechos a pagar para poder vivir, y vivimos bajo la tiranía del dinero; otras porque vertemos a Dios todas nuestras decepciones, y hemos convertido a Dios en un eterno culpable; otras porque simplemente hay que rendirse ante lo que nos es oculto y no comprendemos.


Todos necesitamos agarrarnos a la cuerda, o que nos sostengan de la mano, que no nos dejen caer. Pero hay que lanzarse al vacío, vivir en lo que llamamos ausencia, allá donde nos parece que no hay Dios, donde no podemos verlo, soportarlo, porque en el terreno inhóspito, en la niebla espesa, o en el desierto son lugares propicios para actualizar nuestra pasión por Dios. El punto de vista no puede cambiarse en la comodidad, sino que debemos ser removidos, arrancados de nuestra naturalidad para poder caer, y así lograr… como cuando se sube a una montaña y se ve el atardecer, o como se contemplan las estrellas en África, o como la enormidad en el Gran Cañón, lo más especial aún estamos por descubrirlo. 

jueves, 23 de febrero de 2017

MARCOS 9, 41. MALOS Y BUENOS

 Marcos 9,  41-50:  EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manosa la ugehennan al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».


Si pudiéramos cortar nuestro brazo o sacar nuestro ojo, la tierra estaría llena de cojos, de mancos... Quizás si entre nuestros atributos estuviera la regeneración de los miembros todavía podríamos ir dándonos al pecado porque por cada corte, tendríamos una nueva extremidad naciente. Y no, no es posible (por lo menos de momento). Y tampoco, tampoco es posible llevar una vida de santidad absoluta sin caer, un día u otro, en alguna situación difícil que saque lo peor de nosotros mismos.

Así las cosas, sabiendo que esto de amputarnos no entra dentro de nuestros esquemas, hay que afrontar la vida con la suficiente coherencia y valentía para lograr sobre ponernos al misterio del mal que habita en nosotros. Para ello, la forma más bella de corte de que disponemos es el perdón. Tanto el perdón humano como el divino, que nos viene siempre y en todo momento ya que el Misterio de Dios se vuelca en misericordia con todos, buenos o malos.

Nadie podrá evitar ciertos comportamientos, determinados pensamientos, algunas acciones. No vamos a cortar a nadie sin ver cuáles son sus condicionamientos, limites... Así que habrá que empezar a guardar los cuchillos y otras armas de tortura. Porque, a lo largo de los siglos, ya hemos dado buena cuenta del liberalismo del pasaje de hoy.

Que el ser humano sea bueno o sea malo ya no puede verse sino desde una óptica misteriosa. Claro, hay que mirar más allá de los posicionamientos actuales, de los bandos surgidos sea por poder, religión... La vida es Misterio evocado al bien y al mal, configurada de un modo desconocido que nos lleva a un polo o a otro. Buenos hay (y muchos). Malos? Habrá que busca otra terminología.

miércoles, 22 de febrero de 2017

MATEO 16, 13 QUIEN SOY?

 Mateo 16, 13: En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»  Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.


Quién es mi amigo? Quién digo que es?
Estas son las dos preguntas que sacamos de la lectura del evangelio. Dos preguntas que son importantes para Jesús. Y no sólo por cuanto pretenden la descripción de esa amistad, sino porque también va a indicar la pertenencia misma de Cristo. No es tan importante el saber describir cómo es el amigo, o simplemente ver quién es el amigo. Ahora empieza a tener relevancia conocer al amigo, dirigir la mirada hacia su origen, conocer sus raíces familiares y entrar a formar parte de su intimidad.

Si alguien cercano me pregunta: quién digo que es? Podría responderle con la obviedad. Tú eres Jesús. Y ciertamente, hay un primer signo de conocimiento y cercanía por cuanto conozco su nombre, y puedo identificarlo del resto de personas que están a su alrededor. Pero esta respuesta ya la saben todos los que están allí reunidos. Todos conocen a Jesús, porque Jesús lleva a sus espaldas ya toda una vida pública en la que ha habido curaciones, milagros, sermones e incluso enfrentamientos de diversa índole con ciertos grupos. Pero todos conocen a Jesús de Nazaret, un hombre especial que enseña a la gente una forma de espiritualidad, una especie de profeta que habla aspectos del Dios del cielo, y  a veces un instigador que se enfrenta a los maestros de la ley, fariseos y sacerdotes.

En aquella época, además, el pueblo judío estaba a la espera de la aparición del ansiado Mesías, aquel que pondría fin a la opresión del pueblo. El libertador! Y con ahínco buscaban a quien pudiera parecerse, adecuarse a la figura. Un nuevo rey, como antaño fuera Ciro, o como añoraba el profeta Isaías. Una promesa de Dios para la libertad del judío.


Para Pedro la realidad no era muy diferente que para el resto de sus compatriotas. Sería que ahora Jesús podría ser aquel que esperaban? Leyendo dentro de este mismo capítulo 16, el evangelista narra cómo los fariseos y los saduceos demandan una señal, y todo ello bajo la mirada aún puesta de la reciente alimentación a los 4000, momento que seguramente sirviera a todos estos para ver la pompa, el poder, la gloria… Juan el Bautista ha muerto (mateo 14), ahora el referente ya sólo es Jesús.

Quisiera entender que a mí también me es fácil identificar a mis amigos por sus logros, triunfos. Por su posición en la vida, su categoría social… Y a pesar de que yo no espero a ningún mesías, si parece que espero esta mejor versión, la más exitosa, la que no tiene ni fisuras, ni errores, ni defectos. Me resulta tan sencillo estar al lado del que vence…  Tengo muchas veces mi expectativa en función de las personas. Y mi valoración respecto de su grandeza, estatus, seguridad… Y debo ser muy como este Pedro que no hace sino embellecer la figura de Jesús. 

A este Jesús yo me apunto, lo sigo, lo adulo. Y además es mi amigo, y como amigo mío que es también se sentirá placido de recibir mi alago, mi efusión, mi alabanza. Yo conozco a este Jesús y en su realeza pongo toda mi confianza.


Pedro habla en voz alta, identifica a Jesús con su esperanza como judío, pero él mismo hace un tránsito ahora que lo lleva de la amistad al servilismo. Y que lo sitúa en una posición de seguidor más que de amigo. Desde esa posición dejo de ver la intimidad del hombre que conozco y sólo logro acceder a esa imagen externa con sabor a pompa.

Ya no hay esa relación tan estrecha del grano de mostaza, del tesoro escondido, del hablar con parábolas a la gente para explicar a sus discípulos el verdadero significado de las mismas. Parece que la esencia de la relación cielo y discípulos, Jesús y amigos, se está quebrando en este conocimiento del Cristo. En Nazaret sólo reconocen su humanidad, y ahora… camino después, quieren reconocerlo como rey.

Jesús escucha. La respuestwa de Pedro lleva ahora otra carga: El Hijo del Dios Vivo. Esta es la verdadera intimidad con respecto a la pregunta que lanza Jesús. Porque me conoces, Pedro, sabes que soy el Hijo del Dios Vivo. Porque tanto hemos compartido, vivido, que has visto de dónde vengo, mis orígenes. Te he presentado a mi Padre celestial, hemos vivido en su presencia, te he enseñado a orar. Lo has conocido, me has conocido.

Esa amistad sincera, gratuita y libre que se forja en Galilea, a orillas del mar, progresa con la elección y el apostolado, y se ratifica con esta respuesta. Eres el Hijo de Dios. La carga de intimidad, y de relación, de esta respuesta de Pedro nos indica por qué este apóstol formaba parte del núcleo más importante de amigos del maestro. Marta y María también hacen una procesión de fe similar antes de la resurrección de su hermano Lázaro. Creemos que eres el Hijo de Dios. Los más cercanos y allegados a Jesús conocen su intimidad, y Jesús la intimidad de ellos. Así, cuando nadie es capaz de identificar a Cristo, de responder a la pregunta, Pedro, aún perdido en los acontecimientos consigue enlazar la parte más externa, con la parte más sensible de la relación. Este hombre, no es sólo el Mesías que esperábamos, sino que además es el Hijo del Dios vivo.


lunes, 20 de febrero de 2017

MARCOS 9, 14. CAMBIAR LAS COSAS

 Marcos 9, 14-29: EN aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo. El les preguntó: «¡De qué discutís?». Uno de la gente le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces». Él, tomando la palabra, les dice: «Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo». Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: «Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó: «Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe». Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».


La estampa de hoy podría ser muy parecida si el Jesús de Marcos bajara con los discípulos del monte, encontraría a la gente discutiendo. En aquel entonces discutían por tema de índole religioso, que es lo suele interesa al autor. Hoy nos encontraría enzarzados en muchísimos temas, algunos más trascendentes que otros. Pero de ambas situaciones se daría el caso que las discusiones dejan a un lado lo que es verdaderamente importante. O no vemos que mientras discuten y discuten en el Parlamento, por ejemplo, las pensiones siguen bajando? La energía sigue subiendo? El paro sigue creciendo? La educación sigue faltando? Generación de víboras, les diría nuevamente el evangelista.

Hay, en todo esto, un dato alentador: si puedo? Para el que cree todo es posible!

Esta es la invitación que Marcos nos hace a los que somos no sólo seguidores del Cristo, sino a toda la humanidad. Todo aquel, o aquella, que pasa por una situación de desigualdad, pobreza, necesidad... tiene en su mano el hacer, el actuar, el procurar salir del foco de la discusión para actuar. Esto es, que el que cree tiene el poder de cambiar las cosas y eso, amigos, nos pertenece a todos.

Pues alentemonos como clama el evangelista, que toda opción de cambio es posible, que no nos sometemos al inmovilismo, que no claudicamos ante las estructura que hablan y hablan ni ante los gobiernos, consejos, o poderes fácticos que quieren hacer de la vía un bostezo. Porque para el que cree, todo es posible.

viernes, 17 de febrero de 2017

MARCOS 8, 14. LEVADURA

 MARCOS  8, 14 – 21A los discípulos se les había olvidado llevar comida, y sólo tenían un pan en la barca. Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes! Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no tenemos pan.» Al darse cuenta de esto, Jesús les dijo: —¿Por qué están hablando de que no tienen pan? ¿Todavía no ven ni entienden? ¿Tienen la mente embotada? ¿Es que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen? ¿Acaso no recuerdan? Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogieron? —Doce —respondieron. —Y cuando partí los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogieron? —Siete. Entonces concluyó: —¿Y todavía no entienden?



Tenemos muy a mal hablar de los fariseos para referirnos a aquellas actitudes del corazón que son más tenebrosas. En este pasaje, sería lícito llevar los ojos a la levadura de los fariseos y de Herodes para lanzar un mensaje cualquiera, pero la verdad es que nos estaríamos equivocando y no seríamos justos con la historia. Entre los fariseos había grupos más radicales y grupos más liberales, expresión de la gran pluralidad de entre los miembros pertenecientes a esa denominación. Hoy, por ejemplo, podemos presuponer que aquellos miembros del “Camino”, que significa conducta, podían pertenecer a un grupo dentro del fariseísmo. Más allá de toda suposición, podemos leer que los fariseos no condenaron a muerte a Jesús, sino que fueron los sacerdotes y el gobernador romano.

Los fariseos no pretenden separar a las gentes del Cristo, aunque ojo! Los fariseos no aceptaban el mesianismo de Jesús y de esa banda venían algunas disputas, las otras provenían del afán fariseo de que el grupo de Jesús viviera más conforme a la Toráh y de ahí las discusiones referentes al sabbath. Era como enfrentar aquello que se espera del buen judío con aquello que Dios no espera sino desea de nosotros en Jesús. Sea como fuere, en ningún modo debo distorsionar las relaciones entre unos y otros. Jesús compartirá la cena con algunos de ellos y compartir la cena es participar de las cofradías farisaicas y de las discusiones de la Toráh.

¿Cuál es la levadura de los fariseos?

La Toráh abarcaba distintas dimensiones de la vida: así la laboral, la familiar, la religiosa… era un modo de vivir, un estilo de vida. Pero esta manera de enfrentar la realidad tenía más de 500 años de vida y, por tanto, estaba obsoleta. Así surge el trabajo de los rabinos que adaptaban aquellos preceptos a la vida de entonces, aunque ello provocaba que estos maestros de la ley fueran a la vez los gestores de la forma en que había que vivir y casi todo lo que se vivía necesitaba de su consentimiento.

Así fueron los encuentros con la doctrina de Jesús, quien dotando de libertad al ser humano hacía de éste un ser autónomo. El sermón de la montaña es uno de los ejemplos fundamentales, pero si recordáramos aquel: “dadles vosotros de comer?” entenderemos este cuidado de la levadura de los fariseos. Es la Verbo divino que da sentido a lo que ya estaba obsoleto: no vengo a abolir la ley sino a darle verdadero cumplimiento.

¿Cuál es nuestra levadura?

Estamos ante el mismo episodio de estos discípulos y hoy somos nosotros quienes desde la barca escuchamos las palabras de Jesús que nos alerta sobre esta misma levadura. Levadura que ha fermentado desde el Concilio Vaticano II y que ha acabado de ahogar las preciosas intenciones de regreso al evangelio para vivir más conforme a las palabras de Jesús. Nuestra levadura responde a esta Europa cerrada a cal y canto y de corte conservador que ha frenado la alegría del evangelio, ha enfriado las expectativas y la ilusión. Sin que estuviera en nuestra mano, los gestores de lo religioso, como aquellos rabinos, han pretendido dictar el movimiento del vivir.

Ocurre aquí un paralelismo o una misma levadura, quizás porque en el fondo no somos más que una evolución del partido fariseo, quizás porque la religión se encuentra como entonces obsoleta. Pero a nuestro  favor tenemos el agente cristológico en la obra del Espíritu, quien promueve el movimiento de la gracia en nuestro corazón para no vivir conforme a la ley sino conforme al Amor, un amor que nunca envejece y que nunca caduca.

¿Todavía no entienden? Les decía Jesús que es la vida conforme al amor la que da sentido a sus vidas, la que obra milagros, la que es capaz de partirse. El amor nunca pasa, jamás está obsoleto, esa es la meta: fundarse en el Amor.

Hoy cobra sentido que podemos entender lo que aquellos no pudieron, que Dios es amor y que cada vez que yo amo Él se manifiesta.

jueves, 16 de febrero de 2017

MARCOS 8, 27. QUIEN DECIS QUE SOY?

 MARCOS 8, 27- 31Jesús y sus discípulos salieron hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy yo? —Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas —contestaron. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —Tú eres el Cristo —afirmó Pedro.  Jesús les ordenó que no hablaran a nadie acerca de él. Luego comenzó a enseñarles: —El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Es necesario que lo maten y que a los tres días resucite.



Podríamos decir que gran parte del evangelio está encaminado a contestar esa misma pregunta: ¿Quién dice la gente que ES Jesús? porque más que un relato histórico, con datos sociológicos, o con cronologías certeras, estamos ante un escrito confesional. Pedro dirá: Tú eres el Cristo, y esta es la respuesta que los evangelistas, que esas primeras y primitivas comunidades cristianas querían dar a conocer: Jesús es el “Mashiaj”, el ungido de Dios, que además se convierte en la respuesta definitiva, escatológica, de Dios: es necesario que lo maten y que resucite, lo que constituirá la predicación del kerigma cristiano. Estamos ante lo que Cristo es para el cristianismo de los primeros siglos y ante una de las primeras confesiones de fe, que además es de Pedro (con toda la connotación eclesial).

Siempre miramos este pasaje aludiendo a la misma pregunta: ¿Quién es Cristo para nosotros? Una solución a los problemas, un talismán, un gran sabio, el Hijo de Dios… Ciertamente cada uno se dirige de manera distinta al interrogante, todos profesamos una misma fe (que Jesucristo es el Hijo de Dios) pero también todos tenemos una vía personal e íntima para responder a la pregunta traspasando la confesionalidad. ¿Quién es Cristo para mí? Porque quizás es luz, quizás es mi fundamento, quizás alguien cercano… Para todos Cristo es transformación, aunque suene raro responder a la pregunta diciéndole: Tú eres mi transformador. Pero es cierto, Cristo tiene la facultad de transformar nuestras vidas como también la posibilidad de iluminarla dándole un sentido diferente a la existencia, la cual ha dejado de ser para nosotros mismos.

¿Quiénes somos nosotros para Cristo? Porque la pregunta va en una triple dirección: hay una primera de arriba abajo, de Dios hacia la humanidad: Tú eres el Cristo; está esta segunda opción, que va de abajo a arriba, nosotros somos hijos e hijas en el Hijo; y vive una tercera vía para la pregunta, que va de persona en persona: ¿Quién decimos que es o quién somos nosotros para el seno de la comunidad, de la familia…? Y es importante darse cuenta que somos algo para otros y que los otros son algo para mí, ¿Quién decimos que son? Que eres tú para mi, y ¿Quién dicen que soy? Quién soy yo para ti.

Esta triple vía existe a causa del amor, porque del amor divino entre Padre – Hijo y Espíritu no quisieron quedárselo para sí sino que lo extendieron como una fuerza hacia nosotros. Así en nosotros, el amor no puede quedarse en mí sino que tiene que proyectarse, que generarse en vosotros y así podemos construir camino, vivir en comunidad, hacer familia… porque el amor es perfecto.

¿Sabemos quién es cada uno?¿Nos conocemos?¿Podemos identificarnos? Porque uno no puede caminar entre desconocidos sino es con temor, con incertidumbre, con dudas. Para que exista unión tiene que haber respuesta para nuestra pregunta y respondiendo ¿Quién eres o quién soy para ti? ¿Soy amigo o enemigo?¿cercano o lejano?¿amable u hostil?...

Hoy podríamos responder casi que acudiendo a Facebook, o a Instagram… Es lo que antiguamente se hacía con el DNI y el apellido: éste es el hijo de…, la que vive en… El evangelista nos invita a profundizar en la respuesta, en lo que sabemos de cada uno, en lo que tú eres para mí y yo soy para ti, y este trabajo de identidad nos lleva, nos conducirá al amor, porque te conozco y como te conozco te amo.

Que tengamos hoy un tiempo para acercarnos a preguntar ¿Quién eres tú? ¿Quiénes sois vosotros?

martes, 14 de febrero de 2017

LUCAS 1, 9. Cosecha abundante

 LUCAS 10, 1- 9Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir. «Es abundante la cosecha —les dijo—, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo. ¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el camino. »Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa.” Si hay allí alguien digno de paz, gozará de ella; y si no, la bendición no se cumplirá. Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su sueldo. No anden de casa en casa. »Cuando entren en un pueblo y los reciban, coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.”



El pasaje se enmarca en un tiempo y una cultura muy determinada, el evangelista usa recursos y ejemplos del momento en que ocurrieron los acontecimientos y a nosotros, hoy, muchas de estas situaciones que se escriben en los evangelios nos resultan distantes, lejanas, incluso incomprensibles. Nos separa la historia aunque nos une la fe y del Cristo histórico al Cristo interior se suceden los siglos y las interpretaciones, las unas enriqueciendo a las otras. Todo ello en el seno de una comunidad distinta según el territorio en que se viva esa experiencia de Jesús. El evangelio de Lucas, como los demás, recoge en escritura una tradición oral que fue transmitiéndose de unos a otros hasta llegar al editor del relato, que una vez compila todos los datos, escribe toda esta relación de acontecimientos que vienen a resumir una idea determinada en Jesús, constituido como Reino de Dios y como esperanza a los seres humanos.

La idea figurativa de Jesús, aun siendo la misma, se presenta en muchas formas de entendimiento según el autor o los autores. Existe el reflejo de Marcos, de Juan, de Mateo, de Pablo, de Lucas y de los diversos autores de los textos, que han querido transmitir una experiencia de fe definitiva como testimonio de la voluntad salvífica de un Dios que, en esencia, se revela para amar, perdonar y para liberar. Los ejemplos que se usan o las situaciones que se representan, en ocasiones, no llevan a expresar el 100% de un momento histórico cierto, más bien conducen a un reclamo existencial con el que quieren participar cada uno de ellos a sus respectivas comunidades o conjunto de comunidades. De ese modo, en los evangelios, se sucede la historia y la intención conjuntamente. La intención del autor humano se une a la intención del autor divino y ambas son inseparables.

Así nos encontramos con un pasaje como el de hoy, un relato que podríamos espiritualizar de muchos modos: poneos en camino, rogad al dueño de la mies que mande obreros a la mies, como corderos en medio de lobos, está cerca de vosotros el Reino de Dios… Aunque también podríamos no hacerlo y leer este pasaje como la transición de un momento a otro dentro del suceso de Jesús y sus discípulos. Es decir que, como cada día, podemos llevar esta palabra, o no, a nuestro corazón y dedicarnos a meditar cómo está bajo la perspectiva de un texto del evangelio.

Sea como fuere, sirva o no para mirar nuestro interior, que sea palabra no quiere decir que sea cierto. El texto es susceptible de muchas cosas, entre ellas de ser construido por el autor definitivo, no por Jesús. Pero la obra espiritual, lo que el texto transmite y cómo lo acojo en mi corazón sí que es susceptible de verdad y me conduce a ella. Es entonces cuando trabaja en mi la obra regeneradora de Dios en Cristo y cuando la experiencia de Jesús se hace vívida, independientemente de los trances históricos.


Hoy atiendo que el evangelio no siempre permite una experiencia piadosa a mis situaciones, no siempre trasciende hacia lo espiritual porque también depende de mi percepción, de mi estimulación y de cómo acojo, o no, la palabra. Sea como fuere no hay que perder la intención del texto, que por un lado es humana aunque por el otro sea divina.

viernes, 10 de febrero de 2017

MARCOS 7, 31. ABRETE


MARCOS 7, 31 – 37: Luego regresó Jesús de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él. Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»


Bien, estamos ante un pasaje que nos invita a abrirnos. Abrirnos, primero, a la realidad, a nuestro diario, a las cosas que nos son cotidianas, a las necesidades que existen en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestra ciudad. Nos abrimos a lo que es más nuestro: la familia, pues es momento de iniciar un camino en el que va a ser necesario conocernos, amarnos, apoyarnos y sincerarnos, dando a conocer nuestros anhelos, nuestros temores, y lo que amamos (que siempre hay que decirlo, no se da por supuesto); en segundo lugar nos abrimos a la historia, al momento actual y preciso que nos toca vivir y a todo lo que sucede desde Pekin a Canadá, nos abrimos a esta crisis de la economía, de la religión y de la persona que atraviesa nuestra propia vida y a las necesidades que debemos cubrir: erradicar el hambre, detener la venta de armamento, desnuclearización de los países, aprovechamiento de las energías limpias, el problema económico… Y por último, y en tercer lugar, nos abrimos al cosmos, y esto es abrirnos a nuestra pequeñez, a ver lo diminutos que somos en el vasto universo, oscuro y frío. Somos unos arrogantes que dicen salir a la conquista del espacio, pero no somos capaces de conquistar, primero, el corazón. La cosmovisión nos permite ver con humildad qué papel juega la humanidad, cuántas cosas se nos escapan, o cuántas son realmente inaccesibles. El ser humano es pequeño, pequeño, pequeño.

Ya saben, abrirse también equivale a cualquier faceta, función, o terreno de la vida. Es aplicable a la política, pues ante los casos de corrupción, cada vez más comunes, no cabe sino levantarse en contra, limpiar la cúpula, renovar las cámaras; existe también en materia bancaria, pues a los bancos hay que exigirles ya otro tipo de interacción con el mundo y con los seres humanos, se acabaron las economías invasivas, la usura, los intereses de demora, dejar recibos como el de luz o agua impagados, o cobrar porque el usuario no tiene un duro y aunque no le pasemos la luz le pasaremos el mantenimiento de la libreta. Obviamente hay que aplicarlo a los agentes sociales: abrirse significa dejar de enriquecerse a costa de las subvenciones y de las listas del paro, de los cursos fantasma… y significa comenzar a decirle a los poderosos que ya no se mueve a nadie de su hogar.

Abrirse, hay que hacerlo ante las riadas imparables que huyen de los lugares de guerra, aunque esto  no viene de hoy sino que viene de cuando les habilitamos esa especie de campamentos, de zonas de guerra, de campos de concentración en los que estaban confinados, desde los saharauis a los palestinos, los indios o los sirianos…

Abrirse a la experiencia de Dios, que pacifica, que comunica amor, que nos hace escuchar, que nos allega a la realidad, que nos permite decidir…. Jesús quiere abrirte hoy la oída, para que escuches de qué se habla en el mundo, de qué habla el ser humano, y qué quiere decirte el Padre ante esta actualidad convulsa.

jueves, 9 de febrero de 2017

MARCOS 7, 24. MIGAJAS

 Marcos 7, 24-30: EN aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: «Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: «Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.


Quisiera quedarme con la primera parte del pasaje en la que vemos a un Jesús que, aún intentándolo, no puede pasar desapercibido para reclamar de la cristiandad mucho más protagonismo en su acción hacia el mundo actual. Cierto, ya hacemos muchas cosas. Pero hace falta más valentía en aquellas que necesitan, imperiosamente, una revisión en clave de amor. La política, la economía y, en definitiva, en poder han de verse interpoladas e interrogadas por la comunidad cristiana si queremos vencer esta espiral deshumanizadora.

Me da la impresión que todavía gusta mucho que se nos acerquen de rodillas a pedir alimento, alimento que nos sobra. Creo que a pesar del trabajo y la caridad de las comunidades de base, el cristiano de a pie se siente muchas veces mendigando no por comida, sino por el Evangelio del Reino. Hay prosiguen las problemáticas del clericalismo, la jerarquía, la endogamia... Y a ellas le sumamos la falta de actitud hacia las exigen las del tiempo presente y que tambalean a la humanidad.

No podemos seguir pasando desapercibidos, nuestro testimonio debe ir adelante. No podemos vivir ni un segundo más abandonando al ser humano a su suerte, pecamos por omisión. Necesitamos un compromiso imperioso hacia las dificultades de la vida, ofreciendo la luz que podemos dar, la sal que podemos ofrecer, el amor del que somos portadores y la paz, por la que hay que trabajar.

Basta de migajas, juntemos más mesas, más sillas y hagamos más comida.

miércoles, 8 de febrero de 2017

MARCOS 7, 14 DESDE DENTRO

Marcos 7, 14-23: En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos).  Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».


El evangelio de hoy nos llama a mirar al interior, tanto a nivel personal como a nivel comunitario y eclesial. El mundo de hoy solicita a los cristianos que, si en algo quieren hacerse notorios, tengan coherencia entre lo que se dice y lo que se vive. Es decir, un testimonio basado en la vivencia verdadera, capaz de interpelar o de interrogar sin mayor pretensión que la de establecerse no tanto como referentes sino como seres humanos integrales y solidarios, atentos a los signos de los tiempos, amables con sus semejantes, movidos de compasión, capaces de procurar por las situaciones de desigualdad...

Obviamente hemos traspasado el momento evangelizador y misionero como forma de convencer o de conquistar. La palabra y el discurso yacen para momentos de reflexión, yatan siquiera sustentan un debate porque, hoy, lo que verdaderamente concluye la fe es el testimonio y la opción de vida.

Si no hay coherencia entre testimonio y vida lógicamente hacemos más mal que bien. De qué sirve una Iglesia comprometida con los pobres si no es capaz de cubrir sus necesidades? De qué hablar de la inmigración si no se acoge y se lucha por la acogida? O de que testificar del amor si se vive el rechazo?

Sólo hace falta testimonio de vida, y no para convencer a nadie sino para ser consecuentes y justos con aquel que nos llama y decimos que nos sustenta. Cuidense de lo que penetra en su espíritu, vivan originalmente este amor que se derrama.

martes, 7 de febrero de 2017

MARCOS 7. COSAS DE LEY

Marcos 7, 1 – 8
Los fariseos y algunos de los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén se reunieron alrededor de Jesús, y vieron a algunos de sus discípulos que comían con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. (En efecto, los fariseos y los demás judíos no comen nada sin primero cumplir con el rito de lavarse las manos, ya que están aferrados a la tradición de los ancianos. Al regresar del mercado, no comen nada antes de lavarse. Y siguen otras muchas tradiciones, tales como el rito de lavar copas, jarras y bandejas de cobre) Así que los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús: —¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los ancianos, en vez de comer con manos impuras? Él les contestó: —Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito: »“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas.”


Cuando un cristiano habla de la comida, seguramente haga referencia al evento principal, o por excelencia, de la celebración, o del encuentro (que también es de celebración), porque posiblemente estemos hablando de la eucaristía. En nuestra sociedad, esto de comer es muy divertido: algunos quieren guardar las formas, otros buscan la excelencia, los hay que lo hacen rapido para marchar a la tv, los hay que piden silencio y quienes aprovechan para hacer una especie de cónclave de la familia... Los cristianos tambien tenemos en esto del comer todo un simbolismo, pero en el fondo y viendo nuestras eucaristias: Que cada cual coma como le de la gana, caramba!!

Sabemos que las reglas humanas, aquellas que decimos: como Dios manda, más que acercar están alejando a las familias de la mesa de la eucaristía. Sí, podemos aún decir que hay muchísimos creyentes que siguen reuniéndose en torno al altar, pero siendo honestos también diríamos que asistimos, cada día, a alguna nueva huída. Las discusiones sobre cómo hay que hacer, cómo vestir, cómo acercarse, cómo presentarse, cómo rezar… son como espantapájaros. Cuando digo: que cada uno coma como le dé la gana, reivindico la absoluta libertad de cada individuo para presentarse, dirigirse o estar ante Dios celebrando la fiesta de la eucaristía, que es también la fiesta con los hermanos. Sólo si me siento cómodo, a gusto, bien, comprendido, aceptado, amado estaré con ustedes en la mesa y comeré y beberé.

Jesús nos diría algo así como: déjense de manos limpias, o impuras, y denles ustedes de comer! Porque lo realmente importante pasa por recuperar al ser humano, que se dispersa por el mundo en busca de lo trascendente. Lo realmente importante es que quizás no sea esta generación, pero que los hijos, las hijas y los hijos de estos recobren el sentido de amor que Dios ha querido para el mundo y todo pasa por la mesa. Porque en la mesa, cuando hay fiesta, se reúne toda la familia. Y la mesa es el lugar de las confidencias, el momento para explicarnos cómo estamos, cómo nos va; es el momento de conocernos y si queremos ser comunidad debemos traspasar lo más cordial de la velada para llegar a lo profundo del corazón: así seremos hermanos.

Y, termino, no es que haya mesas de los creyentes, de los no creyentes, de los buenos, de los que no lo son… sino que sólo una única mesa, universal, en la que todo lo que se sirve pasa por el amor de los unos y los otros, todos invitados, todos comensales, todos con un lugar (un buen lugar) en la fiesta.


Que la mesa sea un lugar de encuentro y no uno de discordias; que sea un motivo para servir a los demás; que sea una oportunidad de abrir nuestras fronteras; que sea un camino que nos conduzca a la celebración; que sea un justo ejemplo de Cristo.

domingo, 5 de febrero de 2017

MATEO 5,38. LA LEY DE DIOS

Mateo 5, 38 – 42
Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.


La base de los códigos más antiguos como el de Hammurabi o el Talión romano es la de: yo te respeto si tú me respetas, es lo que ahora llamaríamos nosotros una ley de mínimos, aunque en aquel entonces era la base de toda conducta moral. Ciertamente y a pesar de lo que puede parecernos Israel fue muy un reino muy solidario, atento, y con un alto sentido del deber moral y del cultual. De otro lado, el derecho romano, por ejemplo, tenía un código ético familiar muy marcado con la figura del “paterfamilias”. Por tanto, para tratar de aproximarnos al Sermón del Monte de Jesús, deberíamos prestar la mitad de nuestra atención al entramado ético – moral de la sociedad romana, helenística y judía.

No es que busquemos cuál de estos códigos tiene más razón, o cuál es mejor, o si hay que cumplir uno u otro, todos ellos expresan la necesidad del hombre de establecer unos mínimos de convivencia, que cumpliéndolos viviremos bien, que al fin y al cabo es lo que busca la sabiduría. Incluso entre lo que proclama Cristo y lo que dictan los códigos, hay todo un abanico de actitudes y maneras de hacer: yo ayudo a los pobres, yo dedico mi tiempo, yo dono un dinero… que son iniciativas que surgen naturalmente de cada uno. Y todas ellas son buenas, y no por hacer más o por hacer menos tendremos mayor o menor recompensa.

Lo que Cristo propone sólo sale del interior del corazón, porque o lo haces naturalmente o cada bofetada en la mejilla será un motivo para dejarlo, o para irte. Jesús no impone a ninguna persona que actúe así, por más que puedan decirnos. Si Dios quiere que seas feliz y para ti es demasiado correr la segunda milla, sencillamente no la corras, porque Dios no quiere eso de ti. Entonces, no soy menos persona (o menos cristiano) porque no sea capaz de perdonar más de tres veces, o de dos, o de una. Sé que Jesús dice setenta veces siete, pero yo no puedo.

Antaño miré la propuesta de Cristo como una obligación, y señalé a los que no la cumplían, y hasta podía dudar de su cristiandad, porque pensaba que Cristo sólo podía pasar por la Ley. Pero hasta el más codicioso puede sorprenderte con su generosidad, y el más malo con su bondad, y hasta el más rigorista con su libertad. Y cuántas sorpresas te da la vida!


El ejercicio ético no nos aproxima a Dios, aunque permite una buena convivencia. La moral nos ayuda a regular algunos excesos a los que podría llegar el ser humano, o corrige otros excesos a los que ya ha llegado, y nos ayuda a comportarnos. El ejercicio de Cristo propone una transformación del ejercicio ético para superar lo que está bien por lo que está mejor, no como una exigencia sino como una opción. Los hombres y mujeres gobiernan el mundo, y Cristo nos invita a traspasarlo: está bien el respeto, pero está mejor el amor. 

viernes, 3 de febrero de 2017

MARCOS 6, 14. CORTAR CABEZAS

Marcos 6, 14-29: EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista».


El pasaje de hoy viene como anillo al dedo para hablar de la política actual. Vivimos en un tiempo en que todo lo bueno, a veces buenisimo, que surge de las personas termina por relativizarse, gastarse, evadirse o malograrse una vez pasa hacia la frontera política que, sin miramiento, termina con las aspiraciones del ser humano. Si las necesidades sociales, si la pobreza energética, si los conflictos armados, si la crisis de los refugiados, si el problema de la contaminación, si la supervivencia de las pensiones o si la falta de trabajo hallaran a un Jesús, nuestros políticos serían con este Herodes que, aun viendo el bien, le termina cortando la cabeza.

Y sí, todo ello entre grandes reuniones, banquetes, gabinetes de crisis, sesiones parlamentarias... Que no son más que una pantomima que no escapa al imperio de los poderes fácticos. Y también, sesiones en las que siempre aparece alguna Herodias que, con ánimo, pide cortar la cabeza a toda iniciativa profética. El bien que Dios quiere para el hombre no es el mal que el poder quiere. La aspiración a la libertad que promueve Cristo, no es la promoción de la esclavitud de nuestra independencia en democracia.

Pero ante esta situación cabe la alternativa de propugnar la fe, la esperanza, el amor como recursos capaces de plantear una batalla contra la tiranía de los poderosos. Para ello hay que vencer no solo el conformismo sino la idea de que vivimos en una cierta libertad que funciona. Pues la prensa, la televisión, las opiniones, los entresijos de los programas... nos parten y nos posicionan a la par que tratan de anular nuestra capcidad de crítica.

No dejen ni que les corten la cabeza, ni permitan más guillotina. Estamos llamados a Dios, sí! Pero también estamos llamados al cambio, al cambio que clama al Reino.

jueves, 2 de febrero de 2017

LUCAS 2, 22. PROFECIA EN EL TEMPLO

Lucas 2, 22-40: Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.


El evangelio de hoy nos presenta el encuentro entre dos profetas que, además, simulan el inicio de la vida y el final de la misma. Entre Jesús y Simeon se narra toda una vida dedicada a Dios y que comienza y termina en esperanza. Guardar la Palabra, cumplir con la Torah, vivir de acuerdo con la voluntad de Dios marca el camino del anciano que, incluso, nos ilustra un camino que acaba. Jesús, en cambio, nace desde otra perspectiva. Con Él llega un camino nuevo, de amor, que ya no quiere cumplir con Dios sino que quiere ser narración de Dios. Por ello tampoco será casualidad que el encuentro se produzca en el Templo.

Simeon se dirige al lugar privilegiado del encuentro con el Señor, como siempre. El Templo era el lugar donde hallar a Dios. Ahora, con Jesús, el lugar del Templo será en el corazón, en el espíritu. No nos extrañe que el encuentro no sea cerca del lugar santísimo sino en la entrada, como dando la bienvenida no sólo al mesías sino a esta nueva manera de acercarse a Dios, que sale a nuestro encuentro.

En el trasfondo, para nosotros, vive el deseo de llevar adelante una vida profética. Una vida que sea, también, narración de Dios porque la Palabra del Señor mora en nosotros. Una Palabra que es capaz de guiar una vida hasta la ancianidad y de vigorizar otra vida que justo empieza.

Que sintamos esa necesidad de vivir del alimento espiritual que es la Palabra que cobra vida en cada uno de nosotros.

miércoles, 1 de febrero de 2017

MARCOS 6, 1. FE PROFETICA

Marcos 6, 1 - 6: En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.


Estoy convencido de que lo fundamentalmente importante para el cristiano pasa por la adhesión vital a Cristo, y esta sólo es posible por acción del Espíritu. Claro que uno puede iniciar un camino de fe como un itinerario ascético, creyendo que por la acción de su esfuerzo podrá conseguir la realización de una vida según el evangelio, pero lo cierto es que es un camino que termina por cansar, pues el ser humano se agota cuando en su horizonte espiritual no existe una persona viva, que viene a nosotros por el influjo del Espíritu. Nuestra vida no proviene de una relación académica, intelectual o abstracta con nuestro Señor sino que surge de un dinamismo vital que nos adhiere a su persona, que es por medio del Espíritu.

Estamos, claro, en el ámbito del misterio, pues el Espíritu se derrama sobre quien quiere y como quiere. ¿Podemos decir que hay personas con más o menos Espíritu? No, obviamente, pero sí podemos afirmar que en algunas personas hay un mayor desarrollo o una mayor sensibilidad al trabajo que el Espíritu hace en ellos. Esto nos indica el caràcter vivo de la Tercera persona de la Trinidad, que no se mueve como un estándar sino que acude al encuentro de cada persona según es ella, según sus características, singularidades, límites... Porque como en ningún caso Dios quiere ser de obligación para las personas, tampoco puede obligar a una medida de Espíritu para cada uno sino a un único Espíritu que se derrama en nuestras vidas según quiere.

Esta vida, además, es un regalo que se nos entrega gratuitamente, pero que conlleva la responsabilidad de dejarse transformar por Él. Es un don que tiene capacidad de actuación en nuestra vida, que quiere transformarla, pues una obra de este Espíritu es la de enseñarnos la verdad, y esta verdad es la de andar como Cristo en amor. No con un amor carnal, o sexual, sino como una dinàmica de vida en caridad, de acogida, de perdón, de aceptación y de servicio. La acción del Espíritu nos abre las puertas hacia esta nueva comprensión del mundo y de las personas que vienen a ser más hermanas, más próximas, más amadas. Hay una iluminación interior que sucede en nosotros y que nos “abre a”. Y sólo podremos comprender esta renovación interior desde el plano existencial, no desde el intelectual, pues así como nuestra condición carnal será para toda la vida, necesitamos de la novedad vital de esta otra naturaleza, espiritual, que nos lleva a comprender otra faceta de nuestra existencia, más cercana a Dios, que tiende a Dios.

Esta vida, por último, no está exenta de peligros, de inconvenientes, de problemas, pero nos da algunas claves para que nuestro funcionamiento en el mundo sea en clave de felicidad, de gozo, de Buena Nueva. Y es que interiormente ha ocurrido una experiencia de vida sin igual, que nos abre a lo trascendente y que genera en nosotros una esperanza nueva, que nos acerca a esa realidad del Reino y que sólo es posible vivir en el Espíritu.


Quizás tendría que preguntar: ¿Por qué algunos podemos vivir esta experiencia y otros no?¿Qué requisitos hay que cumplir para recibirlo?...