Translate

domingo, 25 de junio de 2017

MATEO 1, 26. PRISIONEROS DE LA FE

 Mateo 10, 26 – 33: «No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.  Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.


Cuando en el evangelio nos encontramos ante situaciones de persecución, no hay duda que el autor evoca la situación comunitaria que vive en el momento de la redacción del texto. En un momento en que la fe puede perderse el evangelista acude a la defensa de la misma con las debidas recompensas para quien persevera. Algo parecido ya lo encontrábamos en el relato de Daniel, por ejemplo, en tiempos de Antíoco IV. Es, por tanto, un recurso recurrente para el creyente que en tiempo de flaqueza vea recompensado el hecho de mantener su fe intacta, segura y fiel. Algo que, además, se ha ido repitiendo a lo largo de la historia y que incluso hoy prosigue ante la desidia, el relativismo o las presiones.

Cuando todo esto campa por el mundo también recurrimos a la figura de los mártires, de los grandes hombres y mujeres del cristianismo que son ejemplo de fe, entrega y confianza. Pero, podemos seguir creyendo que sea este un modelo hábil, válido, certero? No nos estamos aventurando al asegurar para el creyente oro, incienso y mirra? No está de más hablar de lo que no sabemos a modo de recompensa? Se me ocurren muchas preguntas ante la dinámica castigo – recompensa que señalan no sólo los textos sino también la autoridad.

Todo ejemplo, como ejemplo debe quedar. No podemos, por consiguiente, tratar de fundamentar en ellos la vida del hoy, del aquí y ahora. La fe no puede guardarse ante el temor al castigo, porque nadie, absolutamente nadie, puede ser el garante del premio que se predica. Lo dijo Jesús? No son más bien los autores, verdaderos apologetas? Sea como fuere, y aunque me parece loable, no se puede tratar de hacer creer a la gente lo que no es, aunque ello conlleve la duda, el distanciamiento… Acaso fuimos llamados a libertad para vivir en el presidio de la creencia?

No hay comentarios:

Publicar un comentario