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lunes, 26 de junio de 2017

MATEO 7. VIGAS Y ASTILLAS

 MATEO 7, 1 – 5: No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.


En la dinámica de la vida tenemos muy anclado en nuestra forma de hacer, de ser, esto de criticar a los demás. Parece que todos entramos en una especie de escaparate, nos ven, nos analizan y, finalmente, algunos nos critican, otros nos bendicen y algunos simplemente hablan de nosotros. Es un mundo de vigas, de paja, de astillas y de hipocresía. Si alguien cree que no es su caso, sencillamente se equivoca. Todos estamos inmersos en esta dinámica del vivir respecto de los demás y todos, en un momento u otro, entramos a jugar al digo y dije.

Desde este punto valdría todo tipo de excusas. Es cuando entran en juego los actos de cada persona; la estética de cada individuo; el grupo social en el que vive, con quien se relaciona; su nivel o no de cultura, de estudios; el tipo de trabajo… Desde la mañana a la noche todos jugamos al reproche, al cotilleo, a la conversa: te has enterado…? Te has fijado…? Ayer me contaron que… En fin, todos sabemos.
La dinámica del Evangelio se propone como algo sumamente difícil en nuestra sociedad. No sólo en nuestra sociedad, porque el Evangelio está lleno, también, de juicios. Es lo innato al autor, que justifica su doctrina en detrimento de actos y personajes aunque se justifique en su mala praxis. Sólo, y quizás, el ejemplo de Jesús se salve de toda esta gran cascada amarilla que rige la vida humana. Su último perdónalos está teñido de inocencia y amor.

Y qué nos queda a nosotros, simples mortales? Sencillo: o tratar de remar a contracorriente atando lo que es intrínseco a nuestra forma de ser, vertidos al pecado, o aceptar que nuestra humanidad vive de todo tipo de obstáculos oculares que no podemos pretender sacar. Y ante tanta dificultad, ¿alcanzaremos algún día ver con claridad?

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