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jueves, 3 de agosto de 2017

MATEO 13, 54. PROFETAS EN SU TIERRA

 Mateo 13, 54 – 58: Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?» Y se escandalizaban a causa de él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio.» Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.



A ojos de la lectura de hoy, del Evangelio de Mateo, habrá que comenzar a reivindicar, también, la figura del profeta de cada lugar. Pues es evidente que ante la falta de vocaciones, por ejemplo, es necesario, más que nunca, dejar de exportar o importar vocaciones para centrarse en una pastoral para recuperar a la gente “de casa”. Está bien que se busquen soluciones, y si hoy pasa por traer a personas de diferentes lugares del mundo así sea, pero no puede ser nunca la solución definitiva. La gente de cada región, de cada pueblo, ciudad, país… necesita de los suyos, que son aquellos que han mamado de la cultura, problemas, situaciones, carácter y demás del lugar en el que viven. Habrá, pues, que devolverle prestigio a la institución local, desde la ordenación local.

Claro, para recuperar el prestigio del profeta en su tierra habrá que mantener una nueva lógica de formación. De nada valen sólo los conservadurismos o la vía única de espiritualidad porque así lo marcan las “ratio” o los documentos de formación. Hay que abrir el mundo cristiano a candidatos de toda índole, de toda edad, de toda orientación porque de otro modo no caminamos sino a un abandono progresivo del ámbito parroquial, que ya no será capaz de ofrecer diversidad, alternativas… El prestigio se recupera escuchando los signos de los tiempos, que claman desde hace tiempo una revolución.

Aquí, si no se hacen milagros no es, ni por casualidad, por la falta de fe o por la ausencia de ella. Fe hay y mucha. Lo que no hay, por ejemplo, son alternativas al único plan pastoral, o al vocacional, o al litúrgico… Es más, si quieren mantener las cosas como hasta ahora me parece perfecto, pero abran, por favor, a otras realidades los límites del ámbito cristiano.

Es una pena, una verdadera lástima, que no se puedan hacer muchos milagros. No por falta de fe sino por falta de valentía.

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