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viernes, 4 de agosto de 2017

MATEO 14. DECAPITADOS

 Mateo 14, 1 – 12: En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.» Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.» Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta. Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.


Un rey, una chica joven, un baile sensual y un deseo sexual son los elementos que se nos presentan en la escena para explicarnos las preferencias de Herodes ante la posibilidad de salvar la vida del Bautista. Son elementos normales de la vida que, aplicados a nosotros, también nos hacen decidir en un momento determinado hacia un lugar u otro. ¿Alguien cree que puede escapar a ellos? No, desde luego. Y no lo digo como argumentando nada de la debilidad humana, tampoco como haciendo espacio a la ley del pecado… Lo digo porque a pesar del escándalo son cosas normales de la vida. Herodes eligió su deseo sexual, otros han y hemos elegido otras cosas en la vida en lugar de otras y, sí, también en alguna ocasión le ha costado la cabeza a alguien.

Decapitar al otro está en nuestro día a día. Lo está en la sociedad que nos enseña que para conseguir el éxito tanto da a quien pises, a quien apartes, a quien empujes. Lo está también en la educación, que va separando entre aptos y no aptos, quienes sirven de quienes no. Igualmente en la economía, que separa Norte y Sur, ricos de pobres. Por descontado en la política, en las religiones o, incluso, en los equipos de salvamento y las políticas de integración social. En todos los ámbitos de la vida hay decapitados.

Como al Tetrarca, nos produce tristeza, desde luego, cada vez que esa acción nuestra toca algo que amamos, que nos es cercano, que conocemos. Pero bueno, es una tristeza que después de un tiempo ya deja de ser vigente. Es la tristeza que nos provoca, por ejemplo, lo que vemos en los noticiarios, leemos en los periódicos… como la de un compañero de faena al que han echado; una amiga que no ha superado unas oposiciones; una relación que se ha acabado…

Podría decir, pobre Herodes, vencido por el deseo. Aunque eso, como vemos, también podemos aplicárnoslo a nosotros.

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