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miércoles, 18 de octubre de 2017

LUCAS 10, 1. DE OTRO MODO

 LUCAS 10, 1- 9: Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir. «Es abundante la cosecha —les dijo—, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo. ¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el camino. »Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa.” Si hay allí alguien digno de paz, gozará de ella; y si no, la bendición no se cumplirá. Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su sueldo. No anden de casa en casa. »Cuando entren en un pueblo y los reciban, coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.”


Volvamos a la situación política. Veamos a estos representantes del pueblo, elegidos por un sistema X por los ciudadanos para que representen, no sus intereses, sino las propuestas que como grupo político quieren llevar adelante y que, nosotros como corderitos, aceptamos porque, en definitiva, es lo que hay. A grandes rasgos, más empleo, dinero para sanidad, mejoras en el área social, actualización en infraestructuras, políticas de crecimiento… Todo ello al engroso porque no hay política a modo individual, ni tampoco a modo solidario, ni tampoco bajo una ética del cuidado… Como llevamos así un buen montón de años, será que nos gusta. ¿Quién va a discutir el derecho, adquirido como algo inalienable, al voto?

Avancemos ahora. ¿Qué ocurriría si estos representantes nuestros adoptaran las vías del pasaje de hoy? ¿Se imaginan? Que su líder, o su jefe, o su presidente, les dijera de ir a visitar casa por casa, en cada ciudad, sin dinero, ni bastón, ni sandalias?

Bien. Sin dinero se encontrarían en una disyuntiva, que cuando fueran acogidos por una familia rica comerían y beberían en lo abundante y que, en cambio, cuando los acogiera una familia pobre (porque ya no las hay medias, o son pocas) gustarían de la escasez. Comerían y bebería, claro, pero quizás si indagaran, aquella familia les explicaría que lo que toan en la mesa lo han recogido de caritas. En otros casos, con otras familias, este encuentro lo tendrían que hacer en un comedor social.

Sin sandalias estarían, como los ciudadanos, pisando la realidad. Fuera del congreso, del senado, de las cúpulas o de las sedes de cada partido las personas andamos sin sandalias, porque nuestros pies desnudos pisan el suelo que toca trabajar, sufrir, amar, atravesar… Y si no se comparte esta realidad humana, no nos extrañe luego que le pregunten a un presidente de gobierno cuánto cuesta un café y no tenga ni idea. Un café! Imaginen una barra de pan, una botella de leche, unos yogures…
Sin bolsa. Ay! Sin bolsa no habría corrupción, o sería menor porque no cabe lo mismo en los bolsillos que en las bolsas.

¿Acaso no es esto posible? ¿Queremos seguir alimentando el mecanismo político actual? ¿No hay un giro en Cristo?

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