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jueves, 12 de octubre de 2017

LUCAS 11, 27. ESCUCHAR Y OBEDECER

 LUCAS 11, 27 – 28: Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud exclamó: —¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó! —Dichosos más bien —contestó Jesús—los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.


La gran dicha de la escucha y obediencia a la Palabra de Dios no viene, estoy convencido, ni por guardar el precepto ni por darse a una piedad de rutina y piedra. De hecho, y podemos constatarlo, hay muchas personas piadosas que viven entre intrigas, desconfianzas y fachada una vida que, bajo el plumón, cumple con los preceptos de la obediencia y de la fe de biblioteca. Con todo, y aquí mi estupor, muchas de estas personas son las que, por desgracia, ocupan lugares de privilegio sea en el culto, en la formación, en la dirección… de la vida cristiana. Como aquellos a quienes el evangelista dice que ni entran, ni dejan entrar.

Que una vida cristiana se viva con rigor no presupone, en nada, que se viva auténticamente. De rigor es confesarse, asistir a las celebraciones de guardar, el ayuno, la caridad, el rezo de cualquiera de las tradiciones o del folklore religioso de allí donde viven… De rigor es repetir fórmulas, palabras, oraciones… De rigor es vestir adecuadamente, dar la paz, incluso participar de algún voluntariado. De rigor, también, es ocuparse de tareas de formación, catequesis, grupos de fe…

Dicho esto, tengo que decir que soy más de los que hacen la primera exclamación: viva la madre que te parió! Porque este viva, a pesar que pueda sonar a soez, conlleva la alegría de un corazón que descubre algo genuino en el otro. Es una exclamación en salida, que conlleva alegría, ganas de participar, y la dicha de salir de uno mismo al encuentro de aquello por lo que se exclama. Y eso, confío, también es obedecer la voz de Dios que nos llama obedeciendo al corazón y al ánimo, que nos mueve.

No seamos, pues, de entre tantos acartonados que piensan que hay clases de cristianos. No seamos, de ninguna manera, de los que se auto flagelan para demostrar dolor sino más bien de aquellos que viendo a alguien dolido le tendemos una mano de gratitud. Seamos más como el Jesús de los evangelios, capaz para transgredir, opinar, o hacer al margen de las religiones cuando en ello va el otro. Amemos, acojamos, escuchemos, vivamos en paz, confianza y amor.

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