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martes, 2 de enero de 2018

JUAN 1, 19. TU, QUIEN ERES?

 Juan 1, 19 - 28: Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: «No.» Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.» Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.» Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando


Todos los días escuchamos voces, y hay voces de todo tipo. Por ejemplo, a diario escuchamos las voces de los políticos, dirigentes, gobernantes, entrenadores, o iluminados, que quieren decirnos cómo está el mundo según sus propios intereses. Con éstos colabora, en uno u otro sentido,la prensa, las noticias, la televisión, internet... La voz de éstos suena fuerte, se hace oír, pero su intención no es otra que la de preparar su propio camino, aquel que favorezca sus egoísmos, sus intereses, aquel que les permita acceder al trono, al parlamento, a la pensión de por vida, a un nivel adquisitivo determinado. Son voces que se suceden en el desierto de la sociedad, en aquel lugar inabitado y sin corazón, en el que se premia a los tiburones, a los depredadores y en el que no hay amistad que no se compre, o encuentro que no se mida.

En nuestra comunidad, en la Iglesia, estan las voces de la herencia social, de la corrección, de la moral, de la tradición. Voces que no aceptan el paso del tiempo, las necesidades de cada época, que marcan un territorio obsoleto y cuyo mensaje cansa, separa, y termina disipándose en estructuras tan arcáicas, como inmovilistas. Son las voces que hoy han separado a las personas de las Iglesias, a los jóvenes de la celebración...

Pero hay una voz que también se escucha, que es la voz de Dios, la Palabra, y que nos invita a la necesidad de mayor amor, solidaridad, entrega, servicio, proximidad, atención, ayuda... y esta voz resuena en el corazón del ser humano, no en una institución, ni en un edificio, ni en una ideología, ni en una religión. Y esta voz no se confunde con las demás, porque es una voz que quema, que trae calor, que hace vibrar, que consuela, y que nos alienta. Que seamos capaces de oir esta voz, este principio de año, para que las voces del mundo no puedan callarla.

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