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jueves, 4 de enero de 2018

JUAN 1, 35. QUE BUSCAIS?

 Juan 1, 35-42: En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: «Venid y lo veréis.» Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»


Algo se estremece en el interior del ser humano cuando siente la llamada de Dios. Hay en ese momento algo tan íntimo que sólo puede articularse a través del nombre. Es la experiencia de Pedro que, por dos veces, tendrá en los evangelios antes de la resurrección, cuando a ese nombre, a ese Simón, le sigue la plenitud de su llamado: me amas? Una vocación personal que ahora se ve interpelada por la misión universal del cristiano, el amor.

Ese venid y ved que nos narra el pasaje de hoy lanza al ser humano hacia el profundo anhelo de verse en la búsqueda de lo divino. Es la proyección del mismo principio de esperanza de un pueblo que ansiaba la llegada del Salvador. Venid y ved nos adentra en la exploración, en aquellas tierras vírgenes que todavía no se han limitado por la razón, la comprensión, la lógica… Venid y ved alberga interrogantes, misterio. Pero también nos acerca a la certeza del mensajero, que quiere hacernos partícipes de algo que también ofrece seguridad y firmeza.

Es curiosa pues la pregunta, ¿qué buscáis?, a la luz del Evangelio porque inmediatamente vive la respuesta como probatorio de un conocimiento, o una conciencia, especial en la vida de Jesús. El evangelista, que conoce la historia, nos adentra en esa conciencia de filiación del Verbo que estaba con el Padre y que, ahora, conoce el corazón del ser humano. Es una invitación constante a descubrir la Verdad de Dios en Cristo, luz y esperanza.

Qué bueno es, por tanto, atreverse, atrevernos a preguntar a Dios ¿dónde vives?, porque sólo así lograremos descubrir que su hacienda, su lugar de reposo, su Casas, es una invitación abierta a construir Reino.

No hay otra respuesta que venid y ved, incluso desde el silencio ya se nos está abriendo paso.

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