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sábado, 28 de abril de 2018

JUAN 14, 1. PREPARAR UN LUGAR

 JUAN 14, 1 – 6No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy. Dijo entonces Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino? —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.


Confiar o, como en otras traducciones se lee, creer. Quizás una y otra aunque etimológicamente distintas sean palabras hermanas en esto de expresar nuestra fe hacia Dios, o hacia los demás. De hecho es lo primero que pedimos en nuestras relaciones, que se nos crea, y también es lo que más fácil perdemos por los motivos de la vida y luego cuesta mucho recuperar. Confianza o desconfianza marcan nuestro grado de apertura, nuestra amplitud a las relaciones, la forma de comportarnos en ellas… Por tanto si uno puede dirigirse a la vida confiado o desconfiado es lógico pensar que usemos tantas palabras amigas para mantener la credibilidad.

Si a uno la vida no le ha traído más que desengaños, no espero que pueda creer en este Jesús que nos pide confianza. Así como la vida nos corresponde vivirla, hay muchos atributos que damos a Dios que para nosotros pueden traernos malos recuerdos, malas experiencias, y un rechazo desconfiado hacia la alteridad. No hay nada malo en reconocerlo, quizás aprenderíamos mucho de no generalizar experiencia o modo de relación con Dios porque hay muchas personas que son incapaces de verlo así como nosotros lo describimos: un Padre (cuando muchos padres maltratan a sus hijos), un Dios bueno (cuando el mundo o se muere de guerra o se muere de hambre), un Dios santo (que nos pide santidad).

Pero Dios, o Cristo, viven entre todos nosotros, y conviven con nuestras debilidades, con nuestra contingencia. Igual no hay nada que escape a Dios, pero sí muchos escapan de Él. El mensaje de Dios es único, CONFIAD EN MI, y para ello usará también varios motivos, que soy manso y humilde, que vengo en pos del enfermo, del preso, de la viuda, que soy dador de vida… o con toda una simbología que nos recuerda lo más cálido como el calor y lo más claro como la luz en medio de tinieblas. ¿Y esto quiere decir que haya una lucha de justificaciones? No, en absoluto, pero sí quiere decirnos que nuestro Dios puede asistirnos en todas las circunstancias de la vida, y que no es estático, porque entiende las limitaciones de la vida humana y los miedos, fobias… que vivir puede provocar.

Ante toda duda Jesús dice que es: camino, verdad y vida, y que no rechaza a nadie. Además invita a participar del Reino a todos los cansados, enfermos, publicanos, prostitutas, niños… también a todos los que viven desconfiados, o incluso a quienes no pueden dar confianza. Cuando Jesús dice que es la vida viene a decirnos que es todos estos accidentes ya que, a fin de cuentas, en ellos existe la imagen de Dios.

Este confiar de Jesús nos invita a tener fe en que incluso cuando las situaciones son las peores Dios está ahí. No es que las vaya a quitar, porque la historia es testigo de las atrocidades de los seres humanos, sino que incluso allá, como diría Bonhoeffer se manifesta. Confiar en Dios significa saberlo con nosotros, junto a nosotros, incluso al ser ejecutado, al ser degollado, al morir de hambre… El trabajo de la comunidad cristiana debería ser el de saber transmitir esta presencia confiable de Dios en la vida.

JUAN 15. SARMIENTOS Y VIDES

 JUAN 15, 1 – 5Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda  para que dé más fruto todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.


Cogemos este pedazo del pasaje de hoy. Es un relato que los creyentes tenemos ya integrado en el corazón, Jesús es la única fuente, el Señor, la vid, el camino, la vida… Pero, ¿cómo transmitir al no creyente esta relación que existe entre nosotros y Cristo en unión? Todos hemos escuchado todo tipo de interpretaciones al respecto, pero en nosotros vive la posibilidad de transmitir el gozo de permanecer en Cristo. Algunos objetarán que para estar con el Señor hay que renunciar a muchas cosas, y con más que palabras podemos ofrecer nuestra vida a modo de réplica. ¿Es qué no hay personas no creyentes que den fruto? Sí, pero nosotros creemos que, sea creyente o no, todo acto, todo impulso, toda acción y todo fruto proviene de Cristo. Dicen que los creyentes tenemos ese plus que nos permite acudir a Él cuando hay necesidad, o cuando hay enfermedad, o cuando lo pasamos mal, o cuando estamos bien.

Cuidado, porque tantos argumentos existen a favor de unos como de los otros, con lo cual en el mundo debe existir siempre una disposición de diálogo y experiencia mutua para no provocar rupturas, separaciones, obstáculos, diferencias, o peleas. ¿Qué quiero decir? Que nosotros no tenemos que discutir y discutir como se hacía en la escolástica, ni tampoco debemos buscar vencer a nadie porque ante el mal estamos todos vencidos. Más bien escuchemos, recibamos, caminemos… Nosotros creemos en un único origen, que es Dios, Omnipotente, todo acto y que siempre es (entre otras). Un científico, un evolucionista, un bioquímico, un historiador o un creyente no creemos en cosas tan dispares, todos buscamos ese origen, aunque con diferente nombre.

Uno puede llamar a su origen Dios, átomo, molécula, Big-Bang… Los que decimos Dios, tenemos ya alcanzado ese primer y último referente que está más allá de todo, y que nos acerca a la creación, que es por amor, desde cualquier teoría, sea en células, sea con una gran explosión… Los que llaman otra cosa, siguen buscando, y cuando parece que lo han hallado todavía aparece otro misterio más, y con ese misterio más vacío, más dudas, más preguntas. Pienso que no está bien hacer una Teodicea de todo, en ese sentido nos queda mucho que aprender. Tampoco tenemos que estar cuestionándolo todo, como un agnosticismo.

Nosotros les transmitimos el Credo, ustedes nos enseñan la fusión de partículas; nosotros les acercamos la oración, ustedes la física cuántica; nosotros la eucaristía, ustedes la materia… Es como dar mucho fruto permaneciendo en la vid, sólo que unos lo llamamos Cristo y otros todavía no saben llamarlo.

jueves, 26 de abril de 2018

MATEO 5, 13. LA SAL DEL MUNDO

 MATEO 5, 13 – 16: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.


No quisiera caer hoy en tópicos, porque es lo más normal cuando toca leer estos pasajes tan cotidianos ya en nuestro itinerario cristiano. Y no quisiera caer, porque cuando hablamos de sal, la sal gusta y no gusta. Por ello, cuando decimos que los cristianos somos (o debemos) ser sal, cuidado! Así como mucha luz ciega, diríamos que mucha sal disgusta, incluso podríamos decir que no para todos es conveniente. Más allá de la hipertensión, a veces hay que dar un toque a estas personas que llevan su exceso de sal allá donde están, porque lejos de hacer un favor, muchas veces son todo lo contrario. Jesús habla de dar el toque suficiente de sal, pero nosotros que no somos Jesús, muchas veces derramamos más de la cuenta.

Es por ello que viene la segunda parte del pasaje, porque aún cuando somos en exceso pueden hablar nuestras buenas obras, y como forzando la situación parece que se logra un equilibrio. Verán, no conozco a nadie que para todos sea bueno, que para todos sea sabio, que para todos sea guapa, que para todos sea trabajadora… En cambio, aún siendo la realidad tan injusta a veces, sí conozco a esos mismos que con sus buenas obras logran ser lo que anteriormente les quitaron. Bueno, quizás no sea el más trabajador, pero tiene un corazón que le sale del pecho; quizás no es la más buena, pero fíjate cómo ayuda; quizás no es tan sabio como cree pero mira cómo se desvive por llevar pan donde se necesita…  Las buenas obras, son el ingrediente que ajusta la sal en el mundo, porque la medida exacta es difícil de conseguir.

Con la luz ocurre algo parecido, hay luces que brillan con luz propia, pero aún con su luz hay momentos que mirarla es demasiado. La vida de la cristiana y el cristiano no sale de una unión armónica de ingredientes, y siempre habrá o excesos, o faltas. Habrá veces que nos harán conscientes por los comentarios, por la crítica, o por amistad; habrá otras que seremos conscientes nosotros mismos. Esto de saber cocinar resulta que no era tan fácil así que no se apuren, jamás encontrarán la medida adecuada.

Tengan presente una cosa: Jesús no vino a buscar buenos cocineros, tampoco ingredientes que ligaran necesariamente, pero sí vino para dar a todos los platos buen gusto y buen sabor. Sean ustedes mismos, vivan auténticamente sus ingredientes, no se apuren por quedar bien, por agradar… porque el gusto de la sal para nadie es igual. Ofrézcanse, dónense, y dense a probar, y que sean sus buenas obras las que permitan equilibrar sus platos.

lunes, 23 de abril de 2018

JUAN 10. PASTORES, PUERTAS, OVEJAS


Juan 10, 1 - 10: En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido, pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por su nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos: pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago: yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»


El contexto del pasaje del pastor bueno nos sitúa en un clima muy particular que termina por esclarecer, en el capítulo 21, cuál será su destino. En principio todo es precioso, las imágenes del pastor, del redil, de la puerta. Hay un clima que nos acerca a sentirnos rebaño, hay una invitación a pasar por la puerta, que es Cristo. Y aunque el evangelista no sea tan explícito como los sinópticos en cuestión de discipulado, nos queda en la retina una imagen de la comunidad que, después, se volverá a alimentar de otra figura como la vid.

Pero, y digo pero, tenemos que remarcar algo verdaderamente importante y que el evangelista nos terminará de explicar al final del evangelio. La figura del pastor va íntimamente ligada a la de Jesús. Por tanto, si los discípulos tenían un trabajo como pescadores, tendrán que transitar hacia otra ocupación, espiritual y vital, como pastores del redil de Cristo.

Claro, Jesús es el pastor bueno por una razón que lo diferencia de los demás pastores, asalariados dirá, que es dar la vida por sus ovejas. Así, prefigurado en Pedro, cualquiera que se ligue al ministerio de pastorear ligará su vida al mismo destino de Jesús, de este pastor bueno. Es decir, que la figura del pastor irá radicalmente sujeta a la muerte, a la entrega de la vida por el redil, por las ovejas. Así como Cristo también sus discípulos quedarán marcados por este carácter de muerte que conlleva el ministerio de pastorear.

Es un misterio muy profundo, es algo que debería marcar el carácter de nuestros pastores, sacerdotes… porque, de un modo directo, ellos siguen vinculados con el destino de muerte, o de entrega  (si quieren llamarlo así). Por tanto, hay una necesidad de radicalizar la actitud del clero en relación con el redil. Esto es, mayor implicación, mayor amor, mayor dedicación, más gestos, mayor acogida… para que todos podamos reconocer en nuestras Iglesias la misma imagen del pastor bueno que, siglo tras siglo, renueva con cada vocación, con cada ministerio, este pacto eterno de entregar la vida por nosotros, sus ovejas.

viernes, 20 de abril de 2018

JUAN 6, 52. ESCANDALO




Juan 6, 52 -59: En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.


El discurso del pan de vida “costó” caro a la comunidad de Juan. Si siguiéramos leyendo el evangelio veríamos que tras tan largo discurso muchos de sus discípulos lo abandonan, mientras sus opositores utilizan los argumentos para rebatir su originalidad como Pueblo descendiente de Abraham y heredero de las promesas de Dios. Pero a pesar de que parezca que hay un cierto fracaso en la predicación de Jesús, el pequeño grupo de seguidores que persiste en acompañarlo parece renovar aquella fe incipiente. ¿A quién iremos? Dirá Pedro.

El cristianismo, por lo menos en su prehistoria, trajo al mundo dos cosas importantísimas: novedad y escándalo. Me entristece, sobremanera, que en la actualidad (o desde entonces por irme más atrás en la historia), se hayan perdido tales características. Parece que hemos hecho de estar adormilados una nueva religión, un cierto fariseísmo que se ha instaurado en el seno de muchas personas que, sea por nacer o crecer en un ambiente religioso normalizado, han perdido el contacto con ese pan y esa sangre que cohabitan en nuestro interior y que emanan a Cristo.

Es tan importante regresar al escándalo como lo es despertar para los muchos dormilones que hacen de su fe un espejismo, una quimera, incluso una vanalidad. Lo crucial de Cristo, en la Encarnación y en la Resurrección, hace tambalear los cimientos de la historia, de la ciencia y de lo que es cierto o perceptible. Es un escándalo! Y lo fue para la primera generación como lo será para la postrera, sólo hay que recuperar su esencia de transgresión, de provocación, de luminosidad. Quizás incluso para levantar el corazón de la mujer y del hombre de nuestro tiempo.

Donde haya escándalo, por naturaleza, también está Cristo. Lo vemos en Idomeni, en las desigualdades entre Norte y Sud, entre los desfavorecidos, los abandonados, los desquiciados, los desahuciados, los embargados, los oprimidos… Vivimos rodeados de escándalos que viven bajo la escandalosa realidad de Cristo. Y entre todas estas situaciones estamos nosotros, la comunidad, y ¿Qué haremos?¿A quién iremos?

O marchamos como estos discípulos del pan de vida o, como Pedro, nos rendimos a Él, que tiene palabras de vida eterna.

miércoles, 18 de abril de 2018

JUAN 6, 44. ENTORNO EUCARISTICO

 Juan 6, 44 - 51: En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»



La fe y la vida cristiana no existen si no hay una atracción espiritual y humana de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios. El punto de encuentro de las dos direcciones colisiona en Cristo, quien acerca la voluntad y el designio salvífico de Dios y nos comunica que su amor por nosotros es, también, para que nosotros amemos a los demás. Con esto podríamos cerrar el quid de la existencia cristiana, aunque nos quedaríamos muy cortos. En lo principal, en lo realmente existencial, en lo que es fundamentalmente nuestra opción de vida tenemos tal bandera, pero además de llevar aquella insignia, también tenemos otras formas en las que se manifiesta esta relación Trinitaria con la humanidad.

El evangelista nos sitúa en un entorno eucarístico. Nos recuerda a lo largo del evangelio tres cosas importantes sobre la comida: 1) el alimento es hacer la voluntad del Padre (capítulo 4); 2) el alimento es un compromiso de amor (capítulo 13); y 3) el alimento es Jesús vivo, el Cristo. Por tanto, cuando celebramos la eucaristía no sólo hacemos memorial de la Pascua sino que además reconocemos nuestro compromiso con Dios y con el mundo al que ama.

Igualmente el evangelista nos sitúa en un contexto de escatología de presente: lo importante no es ocuparse en la salvación a través de la actitud en nuestra vida, sino que la salvación se lleva a cabo aquí y ahora, en este mismo instante, por eso es importantísimo creer en Jesús y el que no cree (dirá el evangelista) está condenado.

La perspectiva es clara: nuestro compromiso de amor, que viene en vertical de la relación de Dios con nosotros, se transforma horizontalmente en una dinámica de fe, esperanza y caridad que se mueve desde la actualidad hacia lo por venir. Así, lo fundamentalmente cristiano pasa por mantener esa vida que Cristo nos da y que recordamos en la eucaristía, haciendo memorial, tal y como también nos dejó escrito.

La comida es un aspecto crucial para la vida, para coger fuerzas, para relacionarnos con los demás… también es un compromiso para todas aquellas personas que no reciben el alimento necesario y, también, una esperanza que debemos llevar adelante en una doble perspectiva: de amor y de solidaridad.

martes, 17 de abril de 2018

JUAN 6, 30. PAN DE VIDA

 JUAN 6, 30 – 35—¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—. Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer.” —Ciertamente les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. —Señor —le pidieron—, danos siempre ese pan. —Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.


Estamos en pleno discurso del pan de vida. El evangelista recuerda a la comunidad judía que el verdadero pan que alimenta al pueblo no fue el maná que Dios hacía salir cada mañana durante el éxodo, sino que Jesucristo es la plenitud de Dios.

Los que se reunían dijeron a Jesús, “danos siempre ese pan”. Verdaderamente estamos necesitados de ese alimento que, además de satisfacer, llene de sentido nuestra vida. Buscamos aquí, buscamos allí, pero la realidad nos dice que hay mucha gente que no ha conseguido, todavía, alcanzar la satisfacción en la vida. Quizás nosotros sí, pero cierto es que también tenemos días de esos en que el sentido de la vida se pierde unos instantes. ¿la plenitud? Ciertamente es costosa, pero como dice la Palabra de hoy, no podemos ponerla confiando en lo que perece, lo que termina, o lo que circunstancialmente fue válido. Esa plenitud, en el pasaje de la samaritana, nos permite ver que alimenta el cuerpo y también el alma, y se coloca de tal modo que ya no hace falta buscar en ningún otro pozo.

El pan que compramos, o el pan que ofrecemos, aún gustoso… termina, y luego volvemos a tener hambre, compramos otro pan, lo comemos o lo partimos, volvemos a tener hambre. Este es el círculo de la vida física, que necesita irse alimentando para no desfallecer, para no morir. Pero nuestra alma no necesita que continuamente la estemos llenando de cosas, de ideas, de planes, de sueños… Juan nos explica que ese pan capaz de traernos paz proviene de la ingesta del pan de Cristo. Y aunque vuelva a tener hambre, aunque vuelvan las dudas, aunque la vida pueda ser un capítulo de victoria o de fracaso, si mi comida sigue siendo el pan de Cristo podré vivirlo todo con una capacidad de felicidad, de sosiego y de lucidez como no ofrece ninguna otra terapia espiritual.

Toda la vida buscando en el yoga, en la meditación, en trabajar los chakras, en el reiki, o la esperanza puesta en el poder de las piedras, del feng sui, o en la reencarnación. Es toda una esperanza, un deseo de vivir, sujeta a perderse, porque presentan un ideal que finalmente acaban por desengañarnos, no lo alcanzamos, no es suficiente… Y nuestro espíritu no necesita la presión del “tener que llegar a “, lo que necesita es vivir en plenitud.

Este es el pan de vida, no como el que nos ofrecían los profetas (aun por más grandes que sean), sino el que proviene del mismo ser de Dios. Es la única esencia universal, que nunca termina, la que se nos ofrece sin precio, gratuitamente, y en libertad (también podemos aceptarla o no). La invitación no es para comer un pan vacío, o una de esas baguette que no sirven para nada a la hora, la invitación nos viene para vivir en esta vida lo que es el Reino de los cielos, y para poder tender a esa trascendencia que se concreta en la vida misma, sin engaño, sin cobertura. Vive con la satisfacción del pan de vida y vivirás lo que es el amor que viene del Padre y que se encarna en este mundo en el que vivimos.

sábado, 14 de abril de 2018

JUAN 6, 16. SOY YO

 Juan 6, 16 - 21: Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis.» Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.


Una de las cosas más importantes del cristianismo, del mensaje cristiano, es esta afirmación de no temor que, de alguna manera, parece inaugurar una nueva era que aunque guarda una cierta continuidad con el Antiguo Testamento, nos adentra en otro tipo de misterio que es, en definitiva, un Misterio de Amor. Si la clave de la relación entre Dios y su pueblo, en el Antiguo, estaba en el temor de Dios vemos con en el Nuevo Pacto la tenemos en el no temer. Claro, cómo vamos a temer, ahora, a un Dios que ha entregado a su Hijo por amor!? Quizás estemos ante la más grande paradoja entre Antiguo y Nuevo Testamento, pero seguro que estamos ante la declaración más limpia de amor y cercanía de aquel que antes era TodoSuficiente y ahora es Todo desprendido.

Por tanto, el mensaje, la forma en que vivimos, nos mostramos, actuamos... lo que queremos que se desprenda de la imagen de la Iglesia y lo que podamos acercar de Dios o de Cristo a las personas ha de revestirse de este “no temer”, porque al amor, a la caridad, a la solidaridad... no se puede acudir temiendo sino que se acude con buen ánimo, deseosos de recibir, de formar parte, de ser entre esta relación de familiaridad, de comunidad y de vida.

Hoy seré muy breve, porue si queremos hacernos eco de este Señor resucitado, del Viviente, tenemos que ser testigos sólo, sólo, de tan grande amor. Tan, tan grande que lejos de provocar miedo genera atracción.

Que tengamos en nuestro corazón ese deseo de dejar atrás los inviernos de la historia para adentrarnos en la primavera, en lo que debe florecer, en la vida que quiere brotar, salir, descubrirse.

jueves, 12 de abril de 2018

JUAN 6. HAMBRIENTOS

 JUAN 6, 4 – 14Faltaba muy poco tiempo para la fiesta judía de la Pascua. Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente? Esto lo dijo sólo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer. —Ni con el salario de ocho meses  podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe. Otro de sus discípulos, Andrés, que era hermano de Simón Pedro, le dijo: —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?  —Hagan que se sienten todos —ordenó Jesús. En ese lugar había mucha hierba. Así que se sentaron, y los varones adultos eran como cinco mil. Jesús tomó entonces los panes, dio gracias y distribuyó a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo mismo hizo con los pescados. Una vez que quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos: —Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada. Así lo hicieron, y con los pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastas. Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad éste es el profeta, el que ha de venir al mundo.»


Jesús tiene muchas propuestas para nosotros, pero de entre ellas hoy nos ocupa esta de dar de comer a los demás (o de beber), porque como nunca, hoy, en este mundo la gente necesita alimentarse. Y a pesar de que hay mucho alimento, la gente tiene necesidad de alguno con sentido; porque no sólo consiste en llevarles algo a la boca, que disimule mi apetito, sino en aportar un alimento que plenifique, que llene ese vacío que provoca el hambre. Porque cuando se tiene realmente hambre, uno se alimenta de lo que sea. 

Claro que existe este alimento espiritual capaz de llenar de sentido nuestra vida, o la vida de las personas., porque llena el vacío que existe en la vida. Es el ágape, la comida íntima con Jesús, que además puede multiplicarse hasta llenar a todos los que vienen a comer, y no sólo alimenta sino que da sentido, y un sentido que transforma. Por tanto, cuando nosotros vamos a preparar un banquete, Jesús nos interpela, ¿Sólo vas a darles de comer? Porque el ser humano no sólo vive de pan, necesita que ese ágape le transforme, lo abrace, lo comprenda, lo asista y le ame. A ti, a quien amo, con quien comparto la vida, que me has aguantado, calmado, escuchado, y abrazado ¿sólo voy a darte de comer?

La vida, como la mesa, se vive alrededor de este algo especial que es el ágape cristiano, y cuando este encuentro se realiza, y se vive con Jesús, siempre sobra, y siempre sacia, siempre llena. Pero este mundo nuestro está demasiado hambriento, y como tiene tanta hambre no es capaz de fijarse en lo que sucede alrededor. No puedo ocuparme de los demás porque sólo quiero comer, y estoy nervioso, y nada me sacia, y la vida se vuelve tan vacía, tanto tiempo sin encontrar comida…

¿Por qué les niegan la comida? ¿Por qué no les dan de comer?

Hambre, cada vez más hambre.

martes, 10 de abril de 2018

JUAN 3, 5. JESUS Y NICODEMO

 Juan 3, 5a.7b - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»


La experiencia del bautismo, en la edad adulta, nos acerca de un modo muy especial a este “segundo” nacimiento del que nos habla Jesús. Digo de adultos porque cuando somos pequeños, el bautismo, por más sacramento que sea, no deja de ser para la persona un acto del que no participa activamente, con conciencia. Así, estos pequeños bautizados, que renacen con Cristo, experimentarán esa segunda vida cuando a su corazón llegue la experiencia del Cristo, cuando exista un encuentro personal, cuando el alma sea alcanzada por el Don de Dios. Sea antes, sea después, sea en pequeños, sea en adultos, lo cierto es que cuando gustamos de ese Regalo, la vida cambia.

Claro, uno tiene características de unicidad que lo hacen exclusivo, diferente, especial… y esas expresiones de cada persona no mueren irremisiblemente. Ni muere el sentido del humor, ni muere el carácter, ni muere el entusiasmo, ni dejamos de equivocarnos. Hay un nacimiento dentro de un viviente que se adhiere a su persona, a su ser, a su vida respetando las líneas creaturales de cada uno. Hay un nacimiento de amor que no viene para imponerse al primero sino que viene dispuesto a quererlo, a cuidarlo, a consolarlo.

En este sentido, nacer del cielo reclama la experiencia maravillosa de sentirse amado o amada por Dios. Constituye además la posibilidad para que todos participemos del FIAT, pues no hay otra voluntad en Dios que cada cual viva en plenitud. ¿Pues? No seremos también capaces de decir: hágase tu voluntad? Por supuesto, en toda persona. Así, tenemos una clara vocación para promulgar en el mundo esta necesidad de nacer de arriba, de nacer del cielo, porque haciéndolo estamos declarando que el Reino de Dios desea hacer morada en el ser humano, sea quien sea, y que haciendo morada ese nuevo nacimiento se constituye Don.

Los Nicodemo de nuestro tiempo son de muchas clases y de muchos colores. Hay gobiernos, jueces, ministros, bancos, lobbys, comisiones, asambleas, multinacionales… son entidades y personas de posición alta, privilegiada, con capacidad decisoria, dirigente… pero de la tierra, de lo que es mundano, de los intereses, de las presiones, de los números, inversiones… no del cielo, pues de ahí aún han de nacer.

lunes, 9 de abril de 2018

LUCAS 1, 21. EL SEÑOR ESTA CONTIGO

 Lucas 1, 26 - 38: A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»  Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.


La celebración de todo Misterio tiene, en la Iglesia, una llamada hacia la actualidad que, siendo la realidad de Dios, clama ante la doble necesidad de:

1) no imposibilitar la acción de Dios en las personas y,
2) la de llenar de gracia cada espacio, cada rincón, cada realidad en un mundo que se ve cada día más necesitado.

Así, si no impidieramos la acción de dios y si llenáramos el mundo de gracia ¿no sería la creación un hito maravilloso?¿no sería la vida algo que merece la pena? En este Plan cada uno de nosotros tiene su propia responsabilidad, porque en esta irrupción histórica a través de la acción individual y comunitaria, si Dios intervino en María… es que también puede intervenir en nosotros.

Así, es una tarea fundamental en este tiempo ser capaces de llevar un mensaje a los demás: “has encontrado gracia ante Dios”. Como mensajeros, evangelizadores, catequistas, comprometidos y comprometidas, sacerdotes, religiosos... la misión principal de acercamiento a la humanidad y a las realidades que nos rodean es esta de llevarles gracia, bendiciendo momentos y circunstancias. Si el mundo nos lleva a hablar mal, a leer y escuchar de crisis, de corrupciones, de tramas, de grupos de presión... el evangelio quiere llevarnos a hablar bien del ser humano, a bendecirlo. En esta  gran pelea espiritual de esas dos fuerzas ancestrales que son el bien y el mal, estemos seguros que no venceremos con lo malo sino con lo bueno.

Por tanto, hay que teñir nuestra realidad de colores, de colores vivos, llamativos, transgresores, felices, dinámicos, creativos, que permitan soñar, que llamen a la esperanza... no dejarse atemorizar por la paleta de grises y de negros, por las líneas rojas, o por los azules, naranjas... o las rosas que impregnan el olor y el color político.

sábado, 7 de abril de 2018

MARCOS 16, 9. ANUNCIAR BUENAS NOTICIAS

 MARCOS 16,  9 – 15Cuando Jesús resucitó en la madrugada del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ella fue y avisó a los que habían estado con él, que estaban lamentándose y llorando. Pero ellos, al oír que Jesús estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron. Después se apareció Jesús en otra forma a dos de ellos que iban de camino al campo. Éstos volvieron y avisaron a los demás, pero no les creyeron a ellos tampoco. Por último se apareció Jesús a los once mientras comían; los reprendió por su falta de fe y por su obstinación en no creerles a los que lo habían visto resucitado. Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura.


¿Creemos todavía posible ir a predicar el evangelio por el mundo? Quizás, pienso, la predicación como tal ya no tiene cabida en nuestro mundo, es una herramienta que ha dado mucho fruto, y sigue siendo la principal forma de divulgar la fe, pero ha perdido peso casi de una forma aplastante en la vida, en el diario de nuestra sociedad. Aunque esto es como aquello del vaso medio vacío o el vaso medio lleno, y sólo querría acogerme al dato, que demuestra este vertiginoso descenso de la proclama del evangelio.

Quizás sea un buen momento para ocuparse de otras formas de evangelizar, o quizás sólo se trate de dejar la impronta (el sello) que la comunidad cristiana sigue ahí, trabajando en medio de una sociedad cada vez más decepcionada por todo: ya sea en política, en economía o incluso en el ámbito convivencial… lo cierto es que cada vez hay más desengaño. Estamos en la época de las grandes crisis, podríamos decir, pero con el vaso medio lleno también diría que estamos en un tiempo propicio para tener un encuentro personal con el resucitado.

Cuando todo está tan revuelto llegamos al momento de los grandes oportunistas, que son capaces de dirigir toda esa confusión hacia un proyecto determinado de salvación, porque el ser humano cuando vive angustiado lo que busca es ese resquicio de esperanza, o de futuro. Pero es entonces cuando todo rasgo de fortaleza, de unión, de solidaridad, de confianza y de entrega es causa de esta nueva evangelización que pasa a través de la vida, de nuestra vida, y el anuncio del evangelio cobra su pleno sentido cuando lo que es Palabra vuelve a traspasar la carne.

La evangelización tiene: una propuesta de crecimiento que se desarrolla a través de la catequesis, una propuesta de vida por adhesión a la comunidad cristiana y una misión de solidaridad con el mundo como ejes centrales de esa esperanza de salvación en Dios. Y de cómo arraigan éstas en la realidad más cercana se moviliza el desarrollo del diario de las barriadas, o de las ciudades, o de los países… Pero, a mi me cuesta un poco entender, qué sucede en la vida para que lo que funciona bastante bien en las bases no repercuta más arriba? Por qué las acciones sociales que viven desde el bolsillo de personas no pueden encontrar su hueco políticamente? O por qué no llega hoy un plato de comida a todo el mundo? Lo lamento, pero denunciamos mucho y conseguimos poco, o nos conformamos muy fácilmente con lo poco que nos dan!

Se me ocurre que a esta evangelización le falta algo también importante: conseguir una política justa a través de personas con capacidad humana que sean capaces de representar a personas, o hacer de la política un espacio plural y generoso, o quién sabe… un mundo más igual. La evangelización pasa por todos los lugares en los que el ser humano se ha hecho como Dios y ha crecido en egoísmo, por apartar todo rastro de impiedad, por conciliar posturas, por pacificar procesos, por cuidar el mundo… O quizás yo sea un soñador y el mundo deba ser complicado.

jueves, 5 de abril de 2018

JUAN 21, 11. APACIENTA MIS CORDEROS

 JUAN 21, 15 – 19Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro. —Apacienta mis corderos —le dijo Jesús. Y volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. —Cuida de mis ovejas. Por tercera vez Jesús le preguntó: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. —Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—. De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir. Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso añadió: —¡Sígueme!


¿Me amas? Ocurre, y a veces a menudo, que esta pregunta no se hace para que uno pueda reflexionar y entregarse como Pedro. Es la pregunta de los enamorados, de quienes necesitan por primera vez expresar su amor y se lanzan, inocentemente, esta pregunta que tiene algo de especial. También es la pregunta que reafirma una relación estable cuando uno de la pareja pregunta si aún no ha terminado ese amor inicial. Pero, y como todo en la vida puede degenerar también es muestra de nuestras inseguridades, y se convierte en una pregunta mal intencionada en una relación caprichosa, mal entendida y que acaba mostrando una imagen absurda de una persona perdiendo los papeles. Sea como fuere, la trascendencia de esta pregunta es tal, que Cristo resucitado todavía nos reporta que en lo divino, también se hace esta pregunta.

Por tanto, tendremos que tomarnos más en serio esto del amor y del amar, porque al final de todo, lo que llegamos a escuchar del más allá es esta misma pregunta que hoy nos descubre el evangelista: ¿Me amas? Y bajo el paradigma del amor vive tanto la fidelidad de Dios hacia nosotros y su creación, como nuestra misma dignidad cuando somos capaces de prolongar el brazo de este amor de Dios.

Podría entender que alguien dijera: tanto amor! Tanto amor! Y que. Claro, ante la cantidad de conflicto que vive la Tierra, el sinfín de razas contra razas, de etnias contra etnias, de hombre versus naturaleza, de hombre contra mujer, de hijos contra padres… la verdad es que tenemos este planeta hecho un patatal. No conozco otra llave que haga posible el reencuentro, la paz, que la vía del amor, porque si logramos acercarnos, si podemos perdonarnos, si nos cae alguna lágrima, será porque nuestro corazón dio un vuelco hacia el querer, queriendo, pues ya basta de quisiste. Es la prórroga para el ser humano al final de cualquier combate, de todo conflicto o de toda carrera que si no nos fundimos en un abrazo, o en un beso, no habría sentido, no lo hay, no lo hay…

Guerras, conquistas, cruzadas, holocaustos… y después qué nos queda, o qué puede regenerar, curar, aliviar: ¿me amas? Si en lugar de una escopeta, una pistola, un tanque, un montón de sanciones, un bloqueo o toda la diplomacia del mundo preguntásemos: ¿Me amas? Y no una vez, sino tres, para que ese amor sea definitivo, y sí: yo quiero amarte.

Detrás de todo, en esa trastienda que nos hace a todos tan iguales, tan frágiles, tan pequeños, tan humanos cuando escuchamos la voz del Señor sólo sobresale una pregunta, ¿me amas?   

LUCAS 24, 35. RESURRECCION

 Lucas 24, 35 - 48: En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.  Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»


Creer en la Resurrección no resultó nada fácil, no fue un acontecimiento automático y a día de hoy sigue siendo algo de lo que nos es difícil hablar sino como dogma de fe. Claro, estos discípulos nos hablan de una presencia real del REsucitado, al que pueden tocar, el cual come con ellos, les habla... Y todo esto como un hecho único e irrepetible que no se ha vuelto a dar. El Crucificado y el Resucitado se siguen identificando en este pasaje, como muestran las heridas que Jesús presenta para que lo reconozcan. Y veremos como en estos pasajes de la resurrección diferentes situaciones, diferentes personajes, irán esclareciéndonos las dudas de estos discípulos en quienes hubo un resurgir de la fe.

El contexto del pasaje nos lleva a nuestro tiempo para hacernos pensar de qué manera, hoy, podemos resolver las muchas dudas que todavía existen en la comunidad creyente. Porque cierto es que las tenemos, y si no las tuviéramos es que nuestra capacidad de reflexión habría muerto irremissiblemente. Preguntarse es tan sano como tratar de conseguir respuestas a las incógnitas de la vida. La fe, que no es una realidad estàtica, nos lleva a replantear aquellas cuestiones que afectan a nuestra vida social, religiosa, espiritual, familiar... Y en este surgir de preguntas, también necesitamos esta figura que, como el Resucitado, nos muestre las respuestas que necesitamos para que nuestra fe perdure, crezca y se alimente.

Quizás todo este tiempo de pérdida de vocaciones, de secularismo, de separación, de enfado... venga en parte por la ineficacia de las estructuras pedagógicas de hacer llegar respuestas a las cuestiones que la fe hoy nos plantea. Y necesariamente hay que situarse en un diálogo con el mundo y con sus inquietudes, con sus realidades, con sus necesidades. No podemos radicalizar una respuesta porque sí, y me pregunto ¿Dónde ha quedado la capacidad de reflexión de la Iglesia? Porque parece que esa capacidad ha ido muriendo paulatinamente y sólo resta a nivel local, en algunas comunidades, en algunos grupos, en algunas parroquias...

La Resurrección evoca muchas realidades, entre ellas deseo que tengamos la inquietud de recuperar la capacidad de reflexión, el espíritu crítico, la mente lúcida y que exista un resurgir de la fe de muchos porque se han dado los elementos de respuesta o de comprensión como en su día hizo Jesús. 

martes, 3 de abril de 2018

JUAN 20, 11. SE HAN LLEVADO A MI SEÑOR

 Juan 20, 11 - 18: En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»



Ocurre que, a veces, hay lágrimas que vienen a nuestra vida y no nos dejan ver más allás de aquella amarga y desgarradora situación. Podemos enumerar las veces que nos peleamos, que nos enfadamos, que nos hacemos daño... pero también están las que vienen provocadas por una pérdida, por una enfermedad, por un disgusto... Si hay ocasión para reir es porque, de algún modo, también hay ocasión para llorar. Así ocurre en el evangelio de hoy, vemos a María Magdalena absorta en la llantera, sin lograr ver que a su lado el que habla es Jesús. Así ocurre, también, en la vida que el llanto no nos permite acercarnos a esa otra realidad que llama a nuestro corazón sea como alegría, como perdón, como ayuda...

Por cada cosa mala, por cada mala situación, por cada vez que rompemos a llorar existe a nuestro alrededor una posibilidad a la esperanza que se nos ofrece, sea con personas, sea con gestos, sea como sea, para tendernos una mano, o para decirnos algo que despierte en nosotros ese click con el que podemos traspasar el dolor, el llanto. Jesús apela al nombre de María, la llama. A nosotros muchas veces también es necesario que nos llamen por nuestro nombre para reaccionar. Quizás es la forma más primitiva, puede que sea algo muy familiar, o claro... logro sacudirme el llanto porque alguien que me conoce mes solicita y, porque no decirlo, porque quizás yo estoy esperando eso mismo, que alguien venga y me llame, me socorra, me abrace, me consuele...

Mis momentos más negros los he vivido en solitud y los he experimentado con un deseo arraigado de que alguien, fuera amigo o conocido tan sólo, gritara mi nombre, o lo susurrara, y así salir de ese pozo al que somos muchas veces sometidos por las circunstancias de la vida. Es así, la vida es así.

Hoy quisiera hacer un llamado para que todos nosotros estuviéramos dispuestos a llamar al que sufre por su nombre, al que pasa hambre, al que han echado de su casa, al cubierto de deudas de usura, al inmigrante, al enfermo, al preso... a todo aquel que lo necesite. Porque en estas muchas situaciones habrá tantos que no esperan que pronto les venga una solución a sus problemas pero sí, seguro, que alguien les llame por su nombre.

Llamen, acudan, arrimen el hombro, salgan al encuentro de estos necesitados, que también somos todos, los que en un momento u otro nos encontramos como María, llorando.

lunes, 2 de abril de 2018

MATEO 28. SALIR AL ENCUENTRO

  Mateo 28, 8 - 15: En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.  De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.


Los evangelios se escriben a la luz del Misterio de la Resurrección. Esa es la noticia clave para que haya un resurgir de la fe, una fe que se había apagado con la crucifixión, pero que ahora no sólo cobra nueva fuerza, sino que además se anuncia en todos lados, sea en las plazas, en las sinagogas, en las casas... Mateo nos presenta a unos dirigentes judíos preocupados ahora por esta extraña noticia así que, mientras unos se alegran, otros tratan de evitar lo que hasta hoy todavía no se ha podido detener: la fe en Cristo.

Nosotros vivimos hoy nuestra fe desde otro momento de la historia, muy diferente. Somos herederos de una creencia que desde aquel entonces se proclama: que Jesús ha resucitado y que gracias a esa victoria sobre la muerte se constituye Señor. Y ya que todavía nos falta para Pentecosta, podríamos vivir estos días de alegría, de buena noticia, bajo el prisma de la clandestinidad que todavía, hoy, viven en muchos países del mundo. Lugares donde las comnidades cristianas son perseguidas, castigadas, echadas de sus casas... Si reivindicamos toda clase de actos, cuanto más aquello que afecta tan directamente a nuestra comunidad.

No se trata que tenga que prevalecer una religió sobre otra sino que se busquen medios para facilitar la convivencia entre las diferentes etnias, religiones y culturas que viven desde el conflicto. Hay lugares repartidos por el mundo repletos de violencia territorial porque se pertenece a la etnia tal, a la religión cual. Eso es inaceptable, porque día tras día los países del Norte vemos con una cierta distancia que casi deshumaniza la situación de aquellos que son presa de los conflictos. La televisión y la radio nos ayudan a confraternizar, pero también son medios que nos insebilizan porque nos hacen ver los problemas desde la perspectiva.

Por eso, esta Pascua podríamos tratar de vivirla de otro modo, no ya leyendo un periódico o escuchando las noticias, sino participando de ellas, acudiendo a los lugares a los que hacen falta voluntarios, haciendo voluntariados nuevos, participando de las realidades que suceden a lo largo y ancho del mundo, siendo compasivos, compartiendo suelo, llanto, esperanzas, tristezas y alegrías, hambre, lluvia, sol...

Que resucite nuestra sensibilidad, que resucite nuestro deseo de ser parte del mundo, que resuciten, también, las oportunidades.