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martes, 10 de abril de 2018

JUAN 3, 5. JESUS Y NICODEMO

 Juan 3, 5a.7b - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: «Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.»


La experiencia del bautismo, en la edad adulta, nos acerca de un modo muy especial a este “segundo” nacimiento del que nos habla Jesús. Digo de adultos porque cuando somos pequeños, el bautismo, por más sacramento que sea, no deja de ser para la persona un acto del que no participa activamente, con conciencia. Así, estos pequeños bautizados, que renacen con Cristo, experimentarán esa segunda vida cuando a su corazón llegue la experiencia del Cristo, cuando exista un encuentro personal, cuando el alma sea alcanzada por el Don de Dios. Sea antes, sea después, sea en pequeños, sea en adultos, lo cierto es que cuando gustamos de ese Regalo, la vida cambia.

Claro, uno tiene características de unicidad que lo hacen exclusivo, diferente, especial… y esas expresiones de cada persona no mueren irremisiblemente. Ni muere el sentido del humor, ni muere el carácter, ni muere el entusiasmo, ni dejamos de equivocarnos. Hay un nacimiento dentro de un viviente que se adhiere a su persona, a su ser, a su vida respetando las líneas creaturales de cada uno. Hay un nacimiento de amor que no viene para imponerse al primero sino que viene dispuesto a quererlo, a cuidarlo, a consolarlo.

En este sentido, nacer del cielo reclama la experiencia maravillosa de sentirse amado o amada por Dios. Constituye además la posibilidad para que todos participemos del FIAT, pues no hay otra voluntad en Dios que cada cual viva en plenitud. ¿Pues? No seremos también capaces de decir: hágase tu voluntad? Por supuesto, en toda persona. Así, tenemos una clara vocación para promulgar en el mundo esta necesidad de nacer de arriba, de nacer del cielo, porque haciéndolo estamos declarando que el Reino de Dios desea hacer morada en el ser humano, sea quien sea, y que haciendo morada ese nuevo nacimiento se constituye Don.

Los Nicodemo de nuestro tiempo son de muchas clases y de muchos colores. Hay gobiernos, jueces, ministros, bancos, lobbys, comisiones, asambleas, multinacionales… son entidades y personas de posición alta, privilegiada, con capacidad decisoria, dirigente… pero de la tierra, de lo que es mundano, de los intereses, de las presiones, de los números, inversiones… no del cielo, pues de ahí aún han de nacer.

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