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viernes, 20 de abril de 2018

JUAN 6, 52. ESCANDALO




Juan 6, 52 -59: En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.


El discurso del pan de vida “costó” caro a la comunidad de Juan. Si siguiéramos leyendo el evangelio veríamos que tras tan largo discurso muchos de sus discípulos lo abandonan, mientras sus opositores utilizan los argumentos para rebatir su originalidad como Pueblo descendiente de Abraham y heredero de las promesas de Dios. Pero a pesar de que parezca que hay un cierto fracaso en la predicación de Jesús, el pequeño grupo de seguidores que persiste en acompañarlo parece renovar aquella fe incipiente. ¿A quién iremos? Dirá Pedro.

El cristianismo, por lo menos en su prehistoria, trajo al mundo dos cosas importantísimas: novedad y escándalo. Me entristece, sobremanera, que en la actualidad (o desde entonces por irme más atrás en la historia), se hayan perdido tales características. Parece que hemos hecho de estar adormilados una nueva religión, un cierto fariseísmo que se ha instaurado en el seno de muchas personas que, sea por nacer o crecer en un ambiente religioso normalizado, han perdido el contacto con ese pan y esa sangre que cohabitan en nuestro interior y que emanan a Cristo.

Es tan importante regresar al escándalo como lo es despertar para los muchos dormilones que hacen de su fe un espejismo, una quimera, incluso una vanalidad. Lo crucial de Cristo, en la Encarnación y en la Resurrección, hace tambalear los cimientos de la historia, de la ciencia y de lo que es cierto o perceptible. Es un escándalo! Y lo fue para la primera generación como lo será para la postrera, sólo hay que recuperar su esencia de transgresión, de provocación, de luminosidad. Quizás incluso para levantar el corazón de la mujer y del hombre de nuestro tiempo.

Donde haya escándalo, por naturaleza, también está Cristo. Lo vemos en Idomeni, en las desigualdades entre Norte y Sud, entre los desfavorecidos, los abandonados, los desquiciados, los desahuciados, los embargados, los oprimidos… Vivimos rodeados de escándalos que viven bajo la escandalosa realidad de Cristo. Y entre todas estas situaciones estamos nosotros, la comunidad, y ¿Qué haremos?¿A quién iremos?

O marchamos como estos discípulos del pan de vida o, como Pedro, nos rendimos a Él, que tiene palabras de vida eterna.

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