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jueves, 12 de abril de 2018

JUAN 6. HAMBRIENTOS

 JUAN 6, 4 – 14Faltaba muy poco tiempo para la fiesta judía de la Pascua. Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente? Esto lo dijo sólo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a hacer. —Ni con el salario de ocho meses  podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe. Otro de sus discípulos, Andrés, que era hermano de Simón Pedro, le dijo: —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?  —Hagan que se sienten todos —ordenó Jesús. En ese lugar había mucha hierba. Así que se sentaron, y los varones adultos eran como cinco mil. Jesús tomó entonces los panes, dio gracias y distribuyó a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo mismo hizo con los pescados. Una vez que quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos: —Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada. Así lo hicieron, y con los pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastas. Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad éste es el profeta, el que ha de venir al mundo.»


Jesús tiene muchas propuestas para nosotros, pero de entre ellas hoy nos ocupa esta de dar de comer a los demás (o de beber), porque como nunca, hoy, en este mundo la gente necesita alimentarse. Y a pesar de que hay mucho alimento, la gente tiene necesidad de alguno con sentido; porque no sólo consiste en llevarles algo a la boca, que disimule mi apetito, sino en aportar un alimento que plenifique, que llene ese vacío que provoca el hambre. Porque cuando se tiene realmente hambre, uno se alimenta de lo que sea. 

Claro que existe este alimento espiritual capaz de llenar de sentido nuestra vida, o la vida de las personas., porque llena el vacío que existe en la vida. Es el ágape, la comida íntima con Jesús, que además puede multiplicarse hasta llenar a todos los que vienen a comer, y no sólo alimenta sino que da sentido, y un sentido que transforma. Por tanto, cuando nosotros vamos a preparar un banquete, Jesús nos interpela, ¿Sólo vas a darles de comer? Porque el ser humano no sólo vive de pan, necesita que ese ágape le transforme, lo abrace, lo comprenda, lo asista y le ame. A ti, a quien amo, con quien comparto la vida, que me has aguantado, calmado, escuchado, y abrazado ¿sólo voy a darte de comer?

La vida, como la mesa, se vive alrededor de este algo especial que es el ágape cristiano, y cuando este encuentro se realiza, y se vive con Jesús, siempre sobra, y siempre sacia, siempre llena. Pero este mundo nuestro está demasiado hambriento, y como tiene tanta hambre no es capaz de fijarse en lo que sucede alrededor. No puedo ocuparme de los demás porque sólo quiero comer, y estoy nervioso, y nada me sacia, y la vida se vuelve tan vacía, tanto tiempo sin encontrar comida…

¿Por qué les niegan la comida? ¿Por qué no les dan de comer?

Hambre, cada vez más hambre.

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